Martiño Rivas: “El respeto de los compañeros de la profesión es una de mis motivaciones más importantes”.

Martiño Rivas: “El respeto de los compañeros de la profesión es una de mis motivaciones más importantes”.

Hace algunos años, en un Festival de cine, alguien me plantó una grabadora en la mano y me dijo: “Tienes que entrevistar a (por aquél entonces) Martín Rivas”. Aquella era una de mis primeras entrevistas, pero no era difícil darse cuenta de que aquél chaval tenía algo que lo distinguía de muchos otros compañeros de generación a los que había entrevistado durante aquellos días. Además de una buena preparación académica, aportaba inteligencia, perseverancia y esa inquietud necesaria que te empuja siempre a querer dar el cien por cien. Aquellos rasgos no pasaron desapercibidos para la industria, que le permitió ir creciendo en distintos medios y registros. Hoy, Martiño Rivas es un actor muy interesante que elije muy bien sus trabajos y buena prueba de ello son dos últimos proyectos: la función de teatro La Respiración y la serie Sé quién eres.

 

Ángel Caballero: Estos días te encuentras representando, en el Teatro de La Abadía, La Respiración, una obra que, según tengo entendido, nació a raíz de una serie de improvisaciones con el director, Alfredo Sanzol. Cuéntame, ¿Cómo está resultando esta experiencia?

Martiño Rivas: Hicimos dos talleres de tres días cada uno. Alfredo ya tenía una idea sobre lo que quería escribir y, más o menos, también tenía los personajes en la cabeza. Lo que sí cambió a raíz del primer workshop fue la premisa dramática, que hizo que los personajes se modificaran, pero no los roles. Yo creo que Alfredo eligió este reparto porque los seis tenemos una personalidad, o una forma de trabajar, un tanto particular, y pienso que ese conjunto le hacía gracia. Los tres primeros días hablamos mucho y él fue muy hábil, muy sincero y muy honesto con nosotros, ya que el origen de la historia viene de la experiencia personal que él ha vivido en este último año. A Alfredo le gusta mucho utilizar su propia vida como fuente de inspiración para contar historias.

 

 

A.C: Eso es algo que muchos dramaturgos utilizan como catarsis…

M.R: Desde luego. Y él mismo dice que todo este proceso ha sido muy catártico, y que está en un momento mucho mejor de lo que estaba antes de haber empezado con este proyecto. Alfredo nos habló bastante de su experiencia, de las cosas que sentía, de lo que le estaba pasando… y lo hizo de una forma tan bonita, tan honesta y con tanta sinceridad que eso nos empujó a todos a sincerarnos también y a que se crease una atmósfera de compartir vivencias y cosas muy privadas. Creo que ese juego fue muy útil a la hora de empezar a hacer las improvisaciones. Muchas ideas han partido de cosas tan simples como que él nos preguntaba qué era lo que nos preocupaba. ¿Cuál es esa preocupación que hace que te despiertes a las cinco de la mañana y que te impide conciliar el sueño? ¿Cuál es esa preocupación que todos tenemos en la cabeza, que es tan recurrente, y de la cual no acabas de liberarte? Nos hacía preguntas sobre todas ellas y, una vez tenía toda la información en base a la cual trabajar, elaboraba una improvisación con otro personaje, en las cuales se hablaba de eso y se intentaba superar ese obstáculo. Creo que eso a él le sirvió de mucho para comenzar un boceto de lo que ha sido finalmente la función. Y muchas de las improvisaciones que hicimos han quedado en el libreto final; no tal cual, pero sí de una forma muy parecida.

A.C: Por lo que me estás contando, deduzco que el personaje que ha quedado, a raíz de estas charlas e improvisaciones, es uno de los más cercanos a ti que has interpretado.

M.R: Bueno, yo pienso que tiene aspectos de mi personalidad que a veces no me permito expresar, o a los que me cuesta recurrir, y creo que sí eran acertados para este personaje. En ese sentido, fue muy liberador ir descubriendo cosas de ti que normalmente no llegas a sacar a la superficie.

 

 

A.C: En La Respiración, interpretas a un preparador físico, que, por su trabajo, tiene una forma muy concreta de moverse, de hablar… ¿Alguna vez has trabajado con un entrenador personal, o has conocido a alguno que te sirviera de inspiración para componer la actitud de este personaje?

M.R: No he recurrido a ninguno en concreto, pero es cierto que se me venía a la cabeza gente que había visto en el gimnasio. Me interesaba mucho esa zona de claroscuro, al igual que los policías, cuando están de servicio, que utilizan un léxico muy particular, lleno de tecnicismos, y te tratan de usted, pero, al mismo tiempo, todo ello está revestido de una cierta arrogancia y superioridad… Esa contradicción me llamaba mucho la atención, porque cuando alguien se acerca a ti desde dos puntos diametralmente opuestos, te descoloca bastante y no sabes muy bien cómo reaccionar.

A.C: Como actor, ¿Te resulta difícil desnudarte emocionalmente en escena?

M.R: Creo que esas fronteras entre dónde está el personaje y dónde estás tú no están claramente delimitadas. No te estoy diciendo que esto se convierta en una experiencia ultrasensorial de trasformación y que venga un ente y se apodere de mí, pero sí que es verdad que yo siempre soy consciente de que esa persona a la que estoy interpretando no soy yo. Es una idea, un estado de ánimo… Es alguien que está reaccionando a las cosas que le suceden y que, probablemente, no lo está haciendo como yo lo haría. Entonces, yo le presto mi voz y mi cuerpo, pero siempre tengo muy claro que no soy yo a quien le están pasando esas cosas.

 

 

A.C: Algunos amigos comunes con los que has trabajado me han soplado que eres muy autoexigente contigo mismo.

M.R: Puede ser… (Risas) Yo he decidido dedicar mi vida a esto, y ya hay un punto de no retorno. Nosotros sabemos que esta profesión es muy inestable y, por ejemplo, durante estos últimos dos años he trabajado muy poco. Eso hace que te asalte la angustia de pensar que si esto se tuerce, por lo que sea, quizás tenga que buscar otra cosa. Es ahí cuando se produce esa toma de conciencia o el descubrimiento de que esto es lo único que sé hacer o, al menos, es para lo que me he preparado. Y eso te genera una sensación de desasosiego bastante grande. De repente, te invade una preocupación enorme al no saber qué otra cosa podría ser si esto no funciona. Con todos los riesgos que implica el dedicarte a algo tan inestable y tan irregular como es este oficio, sólo puedo hacerlo con el mayor compromiso, determinación y exigencia.

A.C: ¿Crees que la autoexigencia puede estar reñida con el disfrute?

M.R: No. Yo cuando no disfruto es cuando salgo inseguro a escena, porque considero que el trabajo previo no está bien hecho. Ahí es cuando lo pasó fatal… Pero me pasaba lo mismo cuando era estudiante y me presentaba a un examen sin haber estudiado: era una experiencia horrible. Te invade el sentimiento de culpa, te quedas bloqueado… A mí me encanta ser creativo en escena, pero siempre teniendo unas bases muy sólidas. Una vez que sé que tengo esas bases y que puedo confiar en lo que he aprendido, me olvido de todo lo que he preparado e intento vivir el momento y esperar que llegue un impulso orgánico y genuino. Me gusta la sensación de que te vas a salir en la curva, pero para eso tengo que saber que el coche está a punto y que va responder. (Para de hablar, se le escapa una media sonrisa y sigue…) Estoy aquí utilizando paralelismos de coches y de hecho no tengo ni idea de cosas de motor… (Risas)

A.C: Bueno, no es tanto una cuestión de mecánica, como de confianza…

M.R: Exacto. Antes de arrancar, necesito saber que puedo confiar en que el equipo está preparado. Es que, cuando sales a escena con otras preocupaciones en la cabeza, es imposible reaccionar al aquí y al ahora.

 

A.C: Por cierto, hablabas de los años en el colegio. Tienes pinta de ser muy buen estudiante… ¿Alguna vez copiaste en un examen?

M.R: Sí… (Después de contestar con rotundidad, rompe a reír). Es cierto que era un buen estudiante, pero es que cuando es así es más fácil copiar. Descubrí que el mejor sitio para copiar es justo delante de la mesa del profesor, porque ellos siempre sospechan de aquellos que se sientan en la última fila.

A.C: Adolescentes que nos estáis leyendo, ya sabéis… (Risas)

M.R: No os pongáis al lado de la venta o al fondo, no os estéis escondiendo… (Risas)

A.C: Curiosamente, en el colegio, como en la interpretación también se puede aprender mucho ¨copiando” de otros…

M.R: Bueno, también es cierto que lo que yo copié en el colegio eran cosas ridículas. A lo mejor apuntarme alguna fecha en la goma o en alguna esquina de la mesa…

A.C: Sí, arréglalo ahora…

M.R: No, en serio… Yo es que era muy buen estudiante y llegué a sacar matrícula de honor en el instituto. Nunca me presenté a un examen pensando que podía suspender. Mi preocupación siempre era, si no sacaba un nueve, sacar un ocho… Por un punto o unas décimas no me iba a arriesgar a sacar una chuleta.

A.C: ¿Ni llegaste a hacerla?

M.R: No. Nunca he tenido esa sangre fría de poder hacer una chuleta y sacarla en el examen. En cuanto a nivel académico, tanto en el instituto como en la carrera, yo estoy agradecido, porque creo que me ha ayudado a adoptar cierta disciplina con la cual he podido acercarme al trabajo.

 

 

 

A.C: Hace algunos años me comentaste que tu padre (el escritor y poeta Manuel Rivas) te pasaba algunos libros, porque no quería que fueras un ignorante. ¿Lo sigue haciendo? ¿o ahora eres tú el que también le haces alguna sugerencia?

A.C: Yo, sobre todo, le recomiendo películas o series. El último libro que él me ha recomendado, y que aún no he podido leer, han sido las memorias de Oliver Sacks.

A.C: Al margen del talento y la dedicación, en este oficio el factor suerte también juega un papel muy importante. ¿Tú eres consciente de que, en tu caso, ha sido una buena aliada?

M.R: Por supuesto. Lo que ocurre es que, aun siendo un factor  vital dentro de la ecuación, como es algo que no está dentro de tu margen de maniobra, de algún modo, yo prefiero obviarlo o, al menos, no pararme a pensar mucho en ello.

 

 

 

A.C: Tu primera gran oportunidad, y golpe de suerte, llegó con El Internado, junto a la gran Amparo Baró. Cuando falleció le dedicaron muchas palabras de cariño, pero a mí, personalmente, las que más me emocionaron fueron las que tú le escribiste en tus redes sociales. ¿Fue muy difícil escribir aquellas líneas?

M.R: No. Hay veces que te cuesta escribir sobre algo y hay otras que en las que las ideas brotan con más facilidad. Amparo despertaba muchas cosas en mí muy buenas, y no había más que enumerarlas y llevarlas al papel.

 

 

 

A.C: Volviendo a los claroscuros que mencionabas antes… A mí hay una cosa que me llama mucho la atención: Lo distinto que es el Martiño que se muestra en las redes sociales (mucho más lúdico y desenfadado) al que luego vemos en entrevistas (mucho más contenido y correcto). ¿Con cuál de ellos dos te sientes más identificado?

M.R: A ver, ¿Lo que me estás diciendo es que en las entrevistas no tengo ni puta gracia? (Risas)

A.C: Hombre, yo en ésta me lo estoy pasando muy bien. De hecho, creo que estamos bastante cerca de esa faceta algo más gamberra que se aprecia en tu Instagram. Buena prueba de ello es el homenaje que hemos hecho a la foto que publicaste con nariz de payaso…

M.R: Sí… La verdad es que, por ejemplo, Instagram yo no lo utilizo como una plataforma donde promocionarme como actor, sino como lo hacen mis amigos. Evidentemente, mi profesión también está ahí siempre, porque es aquello que conduce mi vida… Pero te confieso que todavía sigo sintiendo mucho pudor a la hora de subir cosas y tengo que hacer un esfuerzo para colgar algo. También es cierto que resulta mucho más fácil ser divertido cuando esa diversión se puede reducir a una foto. Es como cuando quedas con una chica en una primera cita: cualquiera puede resultar simpático o agradable en esos veinte minutos que dura un café, pero luego, cuando tienes que compartir veinticuatro horas, ya resulta más complejo mantener ese nivel de simpatía (Risas).

A.C: En tu caso, después de tantos años, parece el nivel se ha mantenido después de aquel café…

M.R: Sí.

 

 

 

A.C: Hace unas semanas Irene (Escolar) te dedicó el Goya que había ganado. Tú ya estuviste nominado en una ocasión… ¿Qué es más bonito? ¿Qué te nominen o que te lo dediquen?

M.R: Es que implica un reconocimiento a otros niveles y por facetas distintas. En esta profesión, en la que todo el mundo nos está juzgando constantemente, ¿a quien no le gusta que te hagan un reconocimiento en forma de nominación? Eso te da mucha fuerza. Viene bien esa palmada en la espalda para coger un poco de confianza y decir: “a lo mejor no estoy haciendo las cosas tan mal…”  Para mí, junto al respeto del público, el respeto de los compañeros de la profesión es una de las motivaciones más importantes. Creo que es una aspiración muy legítima y que, sin llegar a ser esclavo de ella, puede llegar a ser muy gratificante. La dedicatoria ya es a un nivel más personal. Es sentir que has cumplido en otras facetas tan importantes como la otra, y las dos son muy bonitas.

A.C: Vamos llegando al final de esta entrevista, y no me gustaría que nos despidiéramos sin preguntarte por Sé quién eres, la última serie en la que has participado y que Telecinco estrenará próximamente.

M.R: Creo que no exagero si te digo que esta serie es una de las mejores cosas que me han pasado. Cuando me llegaron los tres primeros guiones me di cuenta de que eran los tres mejores que había leído nunca, sin duda. Es un thriller con todas las claves del género, pero con un nuevo enfoque y un ritmo vertiginoso. Tiene muchísimos puntos de giro, personajes que están constantemente sorprendiéndonos… He tenido la suerte de que me cogieran para este proyecto y ha sido una experiencia espectacular. Pau Freixas es uno de los creadores más interesantes con los que he trabajado nunca. Y el reparto es fantástico… Aún no he podido ver ningún capitulo, pero por todo lo que vi en el combo durante el rodaje, y muchas sensaciones que tenía cuando estaba en el set, yo creo que va a ser una de las series de referencia para los próximos años.

 

 

 

A.C: Y, mientras llega el momento de ver la serie, yo recomiendo a todo el mundo que vaya a verte a La Respiración en el Teatro de La Abadía, porque todo lo que envuelve a esa obra es una maravilla. Yo salí encantado.

M.R: Muchas gracias. Estaremos en La Abadía hasta el 29 de febrero y luego hay una larga gira por delante. Justamente ayer me informaron, aunque aún falta tiempo, de que el 16 y 17 de diciembre estaremos en Coruña, que es algo que me hace mucha ilusión, porque nunca he hecho teatro en Galicia.

A.C: Como decían en El mago de Oz: “En ningún sitio como en casa…”

M.R: Eso espero… Ya te contaré.

 

A.C: Martiño, gracias por recoger el guante y lanzarte a la piscina, sin pensártelo dos veces, en lo que ha sido esta locura tan divertida de reportaje. Hasta la próxima.

 

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOGRAFÍAS: ROMERO DE LUQUE

ESTILISMO: CARMEN BENA

MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: GEMA MARTÍNEZ

PRODUCCIÓN: JAIME PALACIOS

AGRADECIMIENTOS: ELENA PASCUAL, OFICINA PALOMA JUANES, MARTA SIMÓN, BOWLING LA ERMITA, ALBERTO ALMAZÁN. 

 

Si te ha gustado este reportaje, NO TE PIERDAS AlgoPasaCom… ELENA FURIASE.