Canco Rodríguez: «Hay que ir con la confianza de que tu trabajo va a gustar».

Canco Rodríguez: «Hay que ir con la confianza de que tu trabajo va a gustar».

Habíamos hablado muchas veces, pero nunca tan en profundidad. Ha sido un gustazo conocer más a un paísano, a un compañero que tiene las ideas muy claras. Que ama su oficio por encima de todo, que se entrega en cuerpo y alma en cada nuevo proyecto y que me ha enseñado muchas cosas… Pero, sobre todo, que no se puede entrenar con más clase que como él lo ha hecho para este reportaje en Nine Fitness. Pasen y conozcan un poco más a Canco Rodríguez. Al actor y al hombre que se esconde detrás de él…

 

Ángel Caballero: ¿Qué te parece si empezamos esta entrevista por el principio? ¿Qué te parece si volvemos a Málaga…?

Canco Rodríguez: Creo que no se puede empezar mejor.

 

 

A.C: Aquellos años en los que vivías allí y compaginabas la carrera de arte dramático con la de periodismo.

C.R: Sí, hice las dos cosas, porque, antes de matricularme en la escuela oficial de arte dramático (ESAD), quería saber si de verdad me gustaba eso del teatro como para dedicarme a ello, y me apunté a una escuela que conocerás, que se llama La Sala. Estuve dos años allí y sobre todo trabajamos mimo, clown, comedia del arte… Ese primer acercamiento al mundo del teatro me apasionó y ya entonces me matriculé en la ESAD y lo compaginé con periodismo. En tercero de periodismo, el teatro empezó a quitarme mucho tiempo, porque habíamos montado compañía propia con unos amigos, y dedicaba el día a ello. Fue entonces cuando decidí dejar la carrera y dije: “Pues ya que lo dejo todo, me voy a Madrid y continúo mi formación allí”.

A.C: Y te apuntaste en la escuela de Cristina Rota y participaste en La Katarsis del tomatazo, un espectáculo teatral con números creados por los alumnos de la escuela, bajo la supervisión de los profesores de la misma. Supongo que todo esto te traería recuerdos de esa primera compañía que creaste en Málaga…

C.R: Sí, para mí fue como continuar con lo que venía haciendo allí, pero en vez de en calle (porque hacíamos mucho teatro de calle), en sala. Pero bueno, ya sabes que en Katarsis también hacíamos mucha animación callejera, aunque el espectáculo final se hacía en la Sala Mirador. En todos esos años, desde que empecé en Málaga hasta que acabé en la Rota, no paré de hacer teatro. En mi caso, además, como era un apasionado del teatro. Yo me presentaba voluntario para aprender iluminación y un poco de todo de lo que se hacía en la Sala Mirador. Aquellos años en la escuela los absorbí hasta el último día que estuve allí.

 

 

A.C: Al fin y al cabo, cuando algo te apasiona, es difícil vivirlo de otro modo.

C.R: Claro. Y se aprende muchísimo. En la escuela no te van a obligar a que hagas estas cosas, pero también es cierto que a ellos les encanta el alumno que demanda aprendizaje.

A.C: Fuiste todo un aventajado, porque en esos primeros años de formación, la gente se suele centrar en la interpretación, y muchas veces no se dan cuenta de lo importante que es para un actor saber de esas otras cosas que rodean a la profesión, como la iluminación, el vestuario, la producción o la distribución de un espectáculo.

C.R: Además, estas cosas te ayudan a entender que esto es un trabajo de equipo. Si sólo te dedicas a lo tuyo, sin conocer lo otro, lo más normal es que entorpezcas el trabajo de los demás. En este negocio, el tiempo es muy importante, y cuanto más sepas, más ágil vas a ser para que todo en ti funcione mejor y la mecánica del equipo avance más. Yo también digo que en esta profesión hay dos tipos: los que actúan y los actores, que son dos clases diferentes, aunque compartamos camerinos.

 

 

A.C: Me ha gustado mucho esto que has dicho. Para ti, ¿Cómo son cada uno de estos dos grupos?

C.R: Yo lo veo como que los que actúan son aquellos que no han tenido una formación como actores, pero que se dedican a actuar, ya sean más buenos o menos buenos. Y luego está el actor… El actor, trabaje o no, por el mero hecho de haber aprendido la materia y haber hecho su carrera, siempre será actor. Para mí hay una gran diferencia ahí, pero eso es un mundo profundo donde, además, me voy contradiciendo yo mismo. Esta teoría que acabo de contarte también se la cuento a otros amigos y me doy cuenta de que a veces pienso una cosa y luego paso a otra. Creo que nunca terminaré de encontrar la clave… (Risas)

A.C: En lo personal, ¿Eres de ideas fijas o también vas modificando con tu propia evolución?

C.R: Lo era, hasta que la vida me empezó a tirar los palos del sombrajo. Amigos, maestros, compañeros, el trabajo… me hicieron comprender que las cosas no son blancas o negras. Si te digo la verdad, yo me di cuenta a base de hostias. No sé si es la mejor forma de aprenderlo o no, pero fue así como lo entendí. Pasas crisis y te das cuenta de que aquello que tú pensabas que era un dogma, no era así, y que hay muchas formas de vivir y de ver las cosas. Como tú has dicho, vamos evolucionando, y lo que hoy nos viene muy bien, en unos años no nos funciona y tenemos que cambiar el sistema de hacer las cosas. Por eso te digo que la pasión y la juventud me hicieron pensar que había teorías inamovibles y luego te das cuenta de que no es así.

 

 

A.C: Muchas veces, las escuelas de interpretación son una burbuja que no refleja el mundo que te encuentras cuando sales de ellas. ¿Cómo fue tu salida a ese mundo?

C.R: Yo es que nunca me quise enfrentar a ese abismo de acabar la escuela y ahora qué, por eso siempre lo compaginé con otras cosas. Por ejemplo, cuando estaba en segundo de la Rota también trabajaba como guionista o gagtchet de la serie Aladina. Mi trabajo consistía, junto a otros cuatro chicos, en llenar los guiones de chistes. No sé si en España existe este cargo o no, pero en Estados Unidos, sí. Lo que teníamos que hacer era meter unos tres chistes por página y entre todos hacíamos un consenso y elegíamos los mejores chistes.

A.C: Y también participaste como actor en un episodio…

C.R: Sí, porque quería hacer un personaje y finalmente lo máximo que logré fue hacer un episódico. Recuerdo que me llamó Paco Arango un día y me dijo: “Ya tengo un papel para ti”. Yo me emocioné muchísimo y le dije: “Cuéntame. ¿Cómo es?” Y me respondió: “Vas a ser un pizzero que lleva una pizza a casa de Aladina”. Entonces yo le comenté que para eso prefería esperar a que apareciera un personaje mejor y él me dijo: “No esperes mucho, porque eso es lo más que te voy a dar”. Y añadió: “Mira, tú mete el pizzero donde quieras en el guión y, si me gusta, te lo compro”. Entonces cogí y metí al pizzero en todas las secuencias posibles. (Risas) Además, recuerdo que hace poco, recordando esta historia, me entraron ganas de volver a ver el capítulo para ver en cuantas secuencias metí a ese pobre pizzero que, en teoría, solo tenía que llegar y entregar una pizza, porque a Paco le gustó lo que le propuse y me lo compró.

 

 

A.C: Después de aquello, ¿No volviste a trabajar como gagtchet?

C.R: No, hice solo ese trabajo y lo disfruté mucho. Pero ahí conocí a Manu Sanabria, que era uno de mis compañeros, y fue el director de la película La Fiesta. Con él empecé hacer cortos y después su primera película, que fue La Fiesta.

A.C: La Fiesta era una película independiente que, para sorpresa de muchos, arrasó en las salas de cine.

C.R: Sí, fue la película más barata de la historia del cine español. Costó un millón de las antiguas pesetas… Y, claro, nosotros comiendo todos los días macarrones y espaguetis, que es lo más barato, y pidiendo muchos favores para poder sacarla adelante. En el elenco de la película estaban actores como César Camino, Raúl Prieto, Alexandra Jiménez o Norma Ruiz, que luego han trabajado bastante. Con algunos he tenido la suerte de volver a coincidir. Recuerdo que, al principio, la película no interesó a nadie.  Creo que uno de los directores de Buena Vista la tenía, porque la habían enviado a muchos sitios, y un día llegó a su casa y vio a sus hijos partiéndose de risa con una película en el salón. Les preguntó qué estaban viendo que les gustaba tanto y ellos le dijeron que una película de las que él tenía por allí. Al ver el efecto que había provocado en sus hijos, dijo: “Esta película hay que sacarla”. Así que la distribuyeron a las salas de cine con un montón de copias y fue un auténtico éxito de taquilla.

 

A.C: Después de esta película seguiste trabajando en cortometrajes y episódicos de algunas series. Una de ellas fue Aída…

C.R: Sí, compaginé todos los cortos que me iban saliendo en escuelas y demás con los episódicos, que es un poco el camino que vamos haciendo todos cuando empezamos para que nos vayan conociendo. Un día me llamaron para hacer un capitular en la primera temporada de Aída, con un personaje que se llamaba Chungo 1, y que era uno de los amigos de Paco León. Aquello, en principio, no iba a pasar de ahí, pero parece ser que caí en gracia, porque me llevé muy bien con ellos y trabajamos muy a gusto juntos, y entonces… Esto que te voy a contar es mi teoría o mi recuerdo y me parece que no está muy alejado de la realidad. Creo que Paco y Carmen Machi hablaron con dirección y les dijeron: “Oye, y este chico que nos ha gustado mucho… ¿Por qué no vuelve?”. Entonces, el departamento de casting tomó nota y me dejaron ahí en la recámara, por si acaso. Y me volvieron a llamar, y empezaron a ver que la química entre Paco y yo funcionaba… Me siguieron llamando hasta que, poco a poco, se acabó convirtiendo en un personaje fijo.

A.C: Muchas veces, cuando vamos a hacer episódicos, albergamos una pequeña esperanza de que nuestro trabajo guste y le den un poco más de vida a nuestro personaje. ¿Tenías este deseo cuando fuiste a grabar ese primer capítulo en Aída?

C.R: ¡Por supuesto que sí! Es que hay que ir con esa confianza de que tu trabajo va a gustar. Si yo te vendo un caballo, lo tengo que hacer con la total convicción de que te va a encantar para que te lo quedes. Pues, en este caso, el caballo soy yo. (Risas) Yo, siempre que hago algún trabajo, lo hago con la idea de que la gente salga pensando: “Nunca había visto algo así”. Que luego eso pasará o no, pero tú tienes que tratar de darlo todo siempre. No sé si esto luego, cuando lo lea la gente, va a sonar muy pedante, porque no se nos ve la cara que tenemos de estar a gusto comentándolo entre colegas… pero es que creo que uno tiene que tratar de dar lo mejor de sí mismo.

A.C: La cara no la puedo capturar e incrustarla aquí, pero te prometo que lo transcribiré tal cual para intentar transmitir el buen rollo y la falta de pretensiones con el que lo estamos hablando.

C.R: Es que yo creo que hay que ser ambicioso y confiar mucho en uno mismo cuando vamos a trabajar, porque pienso que eso luego se desprende y se contagia con el compañero que tienes delante, y acabaréis brillando más juntos que si te ve temeroso e inseguro.

A.C: Y porque no puedes plantarte delante de dos pesos pesados, como son Paco León y La Machi, con inseguridades y miedos.

C.R: Totalmente. También te digo que, por ejemplo, en Aída yo iba con esa confianza y esas ganas, pero también como un aprendiz, para absorber todo lo posible. El aprendiz puede ir con miedo, pero también puede llegar con una actitud de “A ver… ¿Qué hay que hacer?”. Tú vas con tu bagaje, con tu escuela y tu aprendizaje, que eso te da una seguridad, pero luego, a la hora de trabajar, es otro mundo, y tienes que estar con la boca bien cerrada y las orejas bien grandes para escuchar. Yo recuerdo que el primer año me lo pasé así, callado y escuchándoles a ellos.

 

 

A.C: Y parece que eso funcionó, porque te quedaste fijo en la serie con un gran protagonismo y popularidad durante años. El Barajas te dio mucho, pero también hizo que el público te viera como a ese personaje, lo que puede llevarte a tener una relación de amor/odio con él.

C.R: Nunca he odiado al Barajas, ni me ha caído mal. Yo me enfadaba más con la gente que no me permitía desligarme del personaje, pero el pobre Barajas no tiene la culpa. Hasta que un día entendí que no tenía que esperar a que el público me viera de otra forma, que era yo quien quien tenía que demostrárselo. Hay que tener mucho cuidado en caer en la queja, porque si caemos en eso le estamos echando la culpa a los demás de algo que tenemos que solucionar nosotros mismos.

A.C: Pero también sabes que como actores necesitamos el apoyo de un director o director de casting que se atreva a mirar más allá y confíe en nosotros para hacer otro tipo de personajes.

C.R: Exacto, pero para que eso ocurra también tienes que poner de tu parte. Al igual que, como te comentaba antes con la escuela de interpretación, no quería caer en el vértigo del qué habrá después… Cuando acababa Aída, después de casi diez años, el año anterior empecé a escribirme mi propio espectáculo en solitario con el que yo iba ciudad por ciudad diciéndole a todo el mundo que yo era Canco Rodríguez, el actor…

A.C: El título de ese espectáculo ya era toda una declaración de intenciones: “Yo no soy gracioso”.

C.R: Exactamente. Y ahí empezó mi camino, convenciendo a la gente cara a cara, para desligarme del personaje. Un poco después, se unió a este espectáculo la gira de The Hole, con la que estuve tres años. Aquello me vino muy bien, porque, aunque era comedia, estaba más cerca del cabaret, con un tono más ácido, más sexual… Era un mundo completamente opuesto al de Aída, donde todo era más blanco. Y así, poco a poco, vas rompiendo con la imagen que se tenía de ti, hasta que empiezan a llegar otros papeles.

 

A.C: Si te fijas, los actores siempre estamos reinventándonos…

C.R: Y construyéndonos. Todo esto viene de la escuela. Allí lo primero que te dicen es que esto es una carrera de fondo y es verdad. Allí aprendes a sobrevivir, y con lo que vas teniendo vas invirtiendo en ti para mejorar, para que te vean… Yo, cuando acabé Aída, me di cuenta de que había que empezar un nuevo proyecto y que, como hemos hablado antes, quería que vieran a Canco Rodríguez, actor. Así que contraté a una estilista, que a día de hoy es una de mis mejores amigas, una publicista, di un giro radical en muchas cosas hasta en temas de representante… E, incluso, empiezo a ser sincero conmigo mismo y a respetarme mis propios gustos y comienzo a subir a las redes sociales las fotos que me gustan a mí y no las que creo que le van a gustar a los demás. Fue aquel momento cuando un día, estando en Nueva York, le dije a Adrián Lastra: “Este año quiero hacer un casting musical”. Me dediqué a aprender, a dar clases de canto… Y salieron las pruebas para la vuelta de Hoy no me puedo levantar. Me presenté al casting, me cogieron y yo flipé. (Risas) Por suerte, hacía de Pachi, que era un personaje asumible para mí, porque no cantaba mucho, y me dediqué a hacer lo que hice en Aída: cerrar la boca y abrir bien las orejas, para aprender todo lo posible de esa nueva experiencia.

A.C: En aquel musical, te reencontraste con compañeros como Ana Polvorosa o Adrián Lastra.

C.R: Sí, y fue maravilloso, porque, sobre todo en la parte de canto, tanto Adrián como Dani Diges me ayudaron muchísimo. Yo ahí cerraba la boca y los escuchaba a ellos, que me enseñaban a calentar bien, a respirar, a colocar la voz… Yo pienso que una de las mejores cosas que te enseñan en la escuela es a no creer nunca que ya lo sabes todo. Saber que siempre vas a seguir aprendiendo hasta de tus compañeros.

A.C: Supongo que también aprenderías mucho de las personas a las que imitaste en Tu cara me suena, porque no es fácil estar en esa línea roja que supone componer e imitar a un personaje o parodiarlo.

C.R: Totalmente. Creo que hacer ese programa es lo más valiente que he hecho en mi vida, porque es lo que más miedo me ha dado nunca. Siempre he respetado mucho el escenario, pero siempre he salido con una gran seguridad, porque sabía lo que estaba haciendo. En Tu cara me suena no era así, porque yo soy un actor que canta, no un cantante que actúa. Yo, como la gran mayoría de los actores, tengo una limitación vocal, y ahí era participar en un medio en el que tú sabes que no eres el mejor. Y a mí me gusta controlarlo todo. Me gusta intentar ser el mejor y ahí sabía que no lo iba a ser. Es más, sabía que tendría que pelear duro para no quedar por debajo. Fueron seis meses de muchísimo trabajo y esfuerzo, donde aprendí una barbaridad y donde me volví a dar cuenta que si te lo propones puedes conseguir grandes cosas, como llegar a ser uno de los finalistas del programa.

A.C: Y ahora vuelves a reencontrarte con el público una vez más en la serie Cuerpo de élite.

C.R: Además estoy muy contento, porque esta serie y este personaje me han abierto un abanico muy amplio de registros a la hora de actuar. Había muchas ganas de poder hacer algo así.

A.C: Y encima estáis batiendo records de audiencia…

C.R: Sí, ha sido el mejor estreno de los últimos tres años de la cadena, récord histórico en visionados en diferido en plataformas digitales y en descargas… Es para estar muy agradecidos al público, pero también creo que hay un gran trabajo por parte del equipo de Cuerpo de élite.

A.C: Espero que la audiencia os siga acompañando mucho tiempo. Yo seguiré ahí pendiente para verte seguir creciendo como actor. Ha sido un placer tenerte en AlgoPasaCom, Canco.

C.R: El placer ha sido mío.

 

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOS: MOI FERNÁNDEZ

MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: CHELO ESCOBAR

ESTILISMO CANCO RODRÍGUEZ:

VESTUARIO ÁNGEL CABALLERO: YVES SAINT LAURENT, JACK AND JONES, MASSIMO DUTTI, YANES YOUNG Y SERGIO SERRANO.

PRODUCCIÓN: JAIME PALACIOS.

AGRADECIMIENTOS: NINE FITNESS, JAVIER MELÉNDEZ, ÓSCAR MELÉNDEZ.