José Luis Gil: «Tienes que hacer tuyo el personaje, darle tu verdad».

José Luis Gil: «Tienes que hacer tuyo el personaje, darle tu verdad».

Para muchos es uno de los rostros más entrañables y divertidos de ese fenómeno conocido como La que se avecina. Para mí, además, ha sido el doblador que ha puesto la voz a muchos de los personajes de mi infancia y mi adolescencia. Ahora no sólo pone la voz, sino que también pone el alma y el cuerpo a los textos de Woody Allen, cada noche, en el Teatro Cofidís de Madrid en la función Si la cosa funciona.

 

Ángel Caballero: Puede que mucha gente no sepa que empezaste en el mundo de la interpretación, en el teatro, con apenas doce años.

José Luis Gil: Sí, en las infantiles del Teatro Español.

 

 

 

A.C: Y sobre las tablas del Español… Ahí es nada.

J.L.G: Ahí es nada… (Risas) Lo que ocurre es que en aquel entonces yo no era consciente de eso. Con doce años, es un teatro y no sabes mucho más. Con el tiempo sí que he cogido mucha importancia a echar la mirada atrás. Puede que por eso, uno de mis sitios preferidos de Madrid sea la Plaza de San Ana. Es un lugar muy agradable y me gusta estar allí, en sus terrazas, tomándome un café, charlando con los amigos o, simplemente, dándome una vuelta. Siempre que me siento ahí y miro la fachada del Teatro Español, es imposible evitar recordar todo aquello. Son emociones muy fuertes.

A.C: Al recordar el pasado también es inevitable hacer un poco de balance. No sé si es algo que también sueles hacer antes de salir a escena.

J.L.G: Normalmente, no. Además, yo no tengo una espectacular carrera teatral, si lo comparamos con la cantidad de años que llevo en esta profesión. Durante mucho tiempo también estuve dedicado al doblaje, que es, o por lo menos lo era, una profesión muy absorbente. Si funcionabas, todo iba muy bien y ya no te dejaba tiempo para nada más. Así que estuve haciendo teatro desde los doce hasta los diecinueve y luego tuve este paréntesis muy grande, porque empecé a hacer doblaje muy joven. Con el tiempo volví al teatro con Entre tres, un grupo de humor que formamos Antonio Hernández, Alfredo Cernuda y yo

A.C: Tener una buena voz puede ser una herramienta valiosísima en la carrera de un actor y, además, te puede abrir otras puertas, como en tu caso fueron las del doblaje.

J.L.G: Eso es cierto. Aunque en el mundo del doblaje, al menos en mi época, no entrabas por tener una buena voz. También había voces espectaculares, pero los que dirigían los doblajes sabían que tenían que sacar lo que tenían dentro como actores, educándolas y enseñándoles. Tener sólo una gran voz puede estar muy bien para ser locutor, por ejemplo; para el doblaje, tú necesitas a un actor y una actriz delante de un atril, porque lo que van a doblar son películas que han hecho otros actores.

A.C: Te confieso que, para mí, ha sido muy emocionante cuando en la sesión de fotos has cogido el muñeco de Buzz Light Year y has dicho eso de “llamando a comando estelar…”, porque yo he crecido con Toy Story y escuchando las voces de muchas otras películas que también has doblado. Supongo que es algo que te habrá comentado más gente, e, incluso tus propios hijos.

J.L.G: Sí, claro… Yo recuerdo, sobre todo, a Marta, mi hija pequeña… Bueno, y a Irene y a Daniel, que tampoco se llevan tanto… (Risas) Pero recuerdo que cuando Marta era muy pequeñita, una de las primeras cosas que aprendió fue a abrir el video Beta, meter su cinta de los Fraggle y verlos mientras le dábamos el desayuno. Le habíamos grabado todos los capítulos en tres cintas y las había pasado tanto que las tenía desgastadísimas… Yo doblaba a Dudo Fraggle, pero ella era muy pequeña para darse cuenta de eso.

 

 

 

 

A.C: ¿Se te hace raro cuando estás haciendo zapping y, de repente, tropiezas con algunas de las películas que has doblado, como Dirty Dancing o El Cuervo, y escuchas tu voz en ellas?

J.L.G: La verdad es que no las suelo ver… Algunas, como Dirty Dancing, las siguen poniendo cada dos por tres, pero no se me hace raro, porque ya estoy muy acostumbrado a oírme con aquella voz que tenía cuando lo hice. No es algo que me sorprenda demasiado, la verdad. Hay un proceso en todo esto y es que la gente siempre se oye raro. Cuando no están acostumbrados a escucharse a través de un micro, todo el mundo se escucha distinto… Acostumbrarse a eso es muy difícil, se tarda mucho tiempo. Cuando empiezas a hacer doblaje también te cuesta…

A.C: Al igual que les ocurre a la mayoría de los actores la primera vez que ven sus trabajos en una pantalla.

J.L.G: Claro. Hay gente que se reconoce muy bien, que se gusta… y hay otros a los que no nos gusta vernos. Yo no soy muy de verme. (Risas)

 

A.C: Imagino que tuvo que ser extraño, después de tantos años de oficio, el día que Aquí no hay quién viva se convirtió en todo un fenómeno televisivo y pasaste a ser un rostro habitual en los hogares de todos los españoles.

J.L.G: La verdad es que sí… Yo siempre fui muy consciente de que lo que estaba haciendo era un trabajo muy anónimo. Cuando entré en Aquí no hay quien viva, ya había hecho muchísimo doblaje, otros trabajos más pequeños, otra serie y otras cosas. También había estado rodeado de gente que tenía muchísimo éxito, de no poder ir por la calle con ellos… y eso era algo que yo había visto en otros y me parecía un poco chocante, pero como yo nunca pensé que fuera algo que me pudiera pasar a mí tampoco me preocupaba. Fíjate, sí que tengo recuerdos de niño, de la época que hablábamos antes en el Teatro Español, de cuando hacía algunos papeles cortos infantiles en televisión y, como sólo había un canal, si salías en la novela que ponían esa semana a lo mejor ibas en el autobús con tu madre y veías como había gente que te reconocía y decía: “Ése es el niño que salió ayer en la tele” (Risas). Pero vamos, que era algo que pasaba muy esporádicamente y tú podías hacer una vida absolutamente normal con tu familia y tu pandilla de amigos. Cuando tú haces un nuevo trabajo siempre esperas que funcione bien, pero nadie se imaginaba el fenómeno que fue Aquí no hay quien viva.

 

 

A.C: Tus compañeros hablan muy bien de ti. En una ocasión, Cristina Castaño me dijo que el que te pusieran de novio suyo era una de las mejores cosas que le habían pasado en la serie. Y Nacho Guerreros, con el que he tenido la suerte de trabajar hace muy poquito, habla maravillas de ti.

J.L.G: Y yo solo puedo decir cosas buenas de ellos. Son dos encantos de personas.

A.C: Pero cuéntame qué haces en los rodajes para todos hablen  tan bien de ti…

J.L.G: Pues no lo sé… (Risas) No soy una persona especialmente dinámica y enérgica… Yo por las mañanas, con el madrugón, suelo estar bastante mosqueado con la vida, porque soy alguien que siempre se duerme muy tarde y entonces los madrugones le vienen fatal. Así que no suelo ser especialmente gracioso… Soy correcto y educado, pero no soy la alegría de la huerta. Por ejemplo, para eso Nacho es distinto. Tú te lo encuentras a las seis de la mañana cuando nos recogen y le preguntas: “¿Cómo estás?” y él siempre responde con una sonrisa: “Como dios”. (Risas) Es una alegría hablar con él, porque todo es estupendo. Mucha gente sólo lo conoce por lo que ha visto en la serie, haciendo de fumeta, pero detrás de ese personaje hay un actorazo. No sabes lo impresionante que fue verle cuando fue la primera vez a grabar una única sesión en Aquí no hay quien viva. Yo pensaba que era un yonqui que habían cogido de la calle… y estuvo tan bien que se ganó un personaje fijo en la serie y después en La que se avecina por aquel día. Con Cristina, al principio, no coincidíamos mucho, porque ella tenía sus tramas con las chicas, pero trabajando juntos me di cuenta de que tiene una cantidad de comedia dentro que es brutal. He disfrutado mucho trabajando con ella y hemos compartido mucho el trabajo. Es que me has nombrado a dos personas que también son dos grandísimos actores.

 

A.C: Además de la serie también podemos verte ahora en el Teatro Cofidís de Madrid con Si la cosa funciona…, donde interpretas a un personaje muy particular, muy maniático, muy Woody Allen…

J.L.G: Sí, yo creo que todas las neuras de Woody Allen están metidas en este personaje. En esta función ha escrito la vida de un profesor, nominado a un premio Nobel de física, que se ha pasado de vueltas y ha llegado a la misma conclusión que todos, pero creyendo que es el único que lo ve. Entonces eso hace que su relación con el mundo sea dificilísima, hasta el punto de que él crea que no la necesita.

A.C: ¿Eras seguidor de Woody Allen antes de hacer esta función?

J.L.G: Sí. No un fanático Woody Allen, pero sí que lo seguía. Yo con él voy y vengo. Hay gente que es muy fanática de su trabajo y aunque reconocen que tal película no es de las mejores, se han preocupado de verla. Yo no… Yo hay películas que me he saltado. Por ejemplo, esta película, Si la cosa funciona…, en la que está basada la obra, no la había visto. Me la dejó un día Pedro Larrañaga, el productor, para que la viera, porque a él le gustaba mucho y creía que había una buena obra de teatro ahí… y no se equivocó. Es que en, casi, todo lo de Woody Allen hay mucho teatro.

 

A.C: ¿Cómo te has preparado este personaje? Porque una de las características de Allen es un lenguaje con sello propio, además de que también existía el referente que comentas de la película.

J.L.G: Bueno, yo creo que el referente de la película, sobre todo, sirve para coger una mayor información sobre el personaje, y no para imitar a quien lo ha hecho ya. Creo que eso gastaría toda mi energía en algo absurdo. Yo también pienso que Woody Allen en aquel momento cogió a Larry David para este personaje, porque estaba haciendo su serie y, en cierto modo, hace del mismo Larry David. Lo que pasa es que el personaje se llama de otra manera y con un texto de Woody Allen, pero estás reconociendo perfectamente al tipo de su serie. Yo creo que una vez que ves la película y coges los datos, lo que hay que hacer es hacerlo tuyo y darle tu verdad sin desvirtuarlo. También te digo que no es necesario que hayan visto la película para ver la función. Yo creo que el éxito está en que, independientemente de si han visto la película o no, la función llegue al público y la disfruten.

 

A.C: ¿Cómo estás escuchando al público que viene a ver la función?

J.L.G: De maravilla. Además, es que les hablo. Bajo y ando entre las butacas mientras les cuento mi historia y qué es lo que están viendo, qué es lo que van a ver, de dónde vengo y cómo soy.

A.C: Si la cosa funciona… ¿Hasta cuándo te vamos a tener en este Teatro Cofidís?

J.L.G: ¡Pues hasta que me echen! (Risas) Aún no sé cuál es la previsión que hay. Creo que, en principio, hasta finales de junio… y luego seguro que hay gira. Todos estamos muy contentos con esta función y nos gustaría que los planes fueran para mucho tiempo.

 

A.C: Pues espero que la cosa funcione, que seguro que así será. Muchas gracias, José Luis, por la tarde de conversación y por descubrirme la casa de tu personaje. Te deseo todo mejor en esta nueva aventura teatral y que sigas cosechando éxitos con tu trabajo en La que se avecina.

 

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOGRAFÍA: MOISÉS FDEZ ACOSTA

PRODUCCIÓN: JAIME PALACIOS 

AGRADECIMIENTOS: AÍDA MARTÍ, ÁNGEL GALÁN COMUNICACIÓN, TEATRO COFIDÍS

 

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