Alejandro Albarracín: «Para disfrutar de la interpretación, tienes que buscar lo auténtico que hay en ti».

Alejandro Albarracín: «Para disfrutar de la interpretación, tienes que buscar lo auténtico que hay en ti».

Aparentemente distante, pero con una mirada cercana. Le gusta tener las cosas bajo control, superarse a sí mismo en cada nuevo trabajo, y me da la impresión de que no le asustan los retos. Podría decirse que hablamos del mítico personaje creado por Ian Fleming, pero también de Alejandro Albarracín… El actor nos muestra su la lado más elegante, divertido, cercano y Bond en nuestro especial 007, en el que hacemos un pequeño homenaje a algunas de las películas de la saga. ¿Sabréis reconocerlas?

 

Ángel Caballero: Siempre he querido preguntarte, ¿Eres una persona tímida?

Alejandro Albarracín: No soy tímido. Soy introvertido, que es muy diferente. Considero que una persona tímida es aquella a la que le cuesta relacionarse con los demás. Yo no tengo problemas en relacionarme, pero sí disfruto mucho de estar solo o tranquilo y, a veces, cuando estoy en sitios con mucha gente, me siento un poco sobreestimulado, y eso me agota.

 

 

A.C: Has elegido una profesión difícil para disfrutar de la soledad que, por ejemplo, es más difícil de encontrar si eres alguien mediático.

A.A: No lo creo. En esta profesión también tenemos mucho tiempo para poder trabajar solos, como cuando estamos en casa estudiando los textos. Y esto no quiere decir que no disfrute también de la compañía de más gente, porque a mí me gusta mucho ir más allá y no quedarme en la superficie de las relaciones con las personas. Precisamente esta profesión nos da la oportunidad de conocer a mucha gente y, en algunos casos, de un modo más profundo, con todas sus aristas.

A.C: La primera vez que yo te vi trabajar fue, al poco tiempo de salir de la Resad, en el Teatro Español, con la función Ítaca, que dirigía Francisco Suárez.

A.A: Aquella era la segunda obra que hacía. Antes había estado en otra función que se llamaba Zona de choque, con la que estuvimos de gira más de un año y dos meses en Madrid. Después vino Ítaca y sí, en el Español…

A.C: ¿Cómo fue pisar las tablas de ese teatro? Sobre todo, siendo tan joven.

A.A: Sí, tendría unos veintiún años o veintidós… y la verdad es que fue algo muy bonito. También fuimos a Mérida, que es otra maravilla… tiene algo mágico. Éramos muchísimos compañeros y recuerdo todo aquello como una época muy hermosa y gratificante. Lo disfruté mucho…

A.C: Y ese chico que se vino de Ronda a Madrid para estudiar en la Resad, que hizo teatro y luego adquirió una mayor notoriedad mediática gracias a sus trabajos en televisión… ¿Crees que ha cambiado mucho con respecto a la persona que tengo delante ahora?

A.A: Sí, no tiene nada que ver… (Risas) Yo le doy muchas vueltas a la cabeza y siempre intento aprender de todo lo que me pasa, por lo que estoy haciendo un esfuerzo para que ese chico sea muy diferente de la persona a la que soy ahora. Una de las cosas que intento cambiar es dejarme fluir un poco más, que las cosas me cuesten un poco menos, no darle tanto esas vueltas a la cabeza… Ser más auténtico, tratando de confiar más en como yo soy y no querer tenerlo siempre todo bajo control. Y en eso estoy, en perder un poco ese miedo a equivocarme.

A.C: Porque se puede aprender mucho de las equivocaciones…

A.A: Ésa es la teoría… (Risas) Yo es que siempre he sido de no querer equivocarme. Quiero aprender sin tener que equivocarme, pero luego ves que hay que perder ese miedo que todos tenemos, para darte cuenta de que no pasa nada si te equivocas.

 

A.C: Como actor, también hay que aprender a enfrentarte a las entrevistas, reportajes, photocalls… y tantas otras cosas que no te enseñan en las escuelas.

A.A: Cierto. Si te digo la verdad, eso es algo que yo no he aprendido por la práctica. Creo que son cosas que cuando mejor las haces es cuando estás más a gusto contigo mismo, porque es cuando eres más transparente para la cámara. Cuando no quieres aparentar ser un personaje y eres tú mismo y fluyes con naturalidad. Es ahí cuando todo sale de otra manera. Por eso hay gente muy joven, con poca experiencia, que tiene esa autenticidad innata. Creo que, generalmente, los jóvenes de hoy en día vienen con menos capas.

A.C: ¿Tú tienes muchas capas?

A.A: Las tenía… Es algo que, poco a poco, me he ido quitando y ya me quedan pocas. (Risas)

A.C: La interpretación puede ser una buena catarsis para ir quitando esas capas…

A.A: Yo creo que si quieres disfrutar de la interpretación, tienes que buscar lo auténtico que hay en ti. Mientras no lo encuentres, no vas a poder disfrutar de disfrazarte, porque un disfraz sobre otro… acaba quedando un poco raro.

 

 

A.C: Hace años estuviste en Amar en tiempos revueltos y ahora estás en Amar es para siempre con otro personaje distinto. Misma serie, distinto papel y… ¿También te encuentras muy distinto como actor?

A.A: Sí, porque ahora juego, me río… Hay una parte dentro de mí que se ha quitado la responsabilidad y la seriedad y eso me permite disfrutar más. Antes me sentía constantemente tenso, aunque en pantalla no se apreciara tanto, y acababa agotado después de un día de trabajo. Cuando quieres controlar todo tanto, al final eso te acaba desgastando mucho. Por eso, ahora juego, me arriesgo y me lo paso muy bien. Además, es curioso, porque ya me ha pasado en dos series esto de hacer un personaje y luego volver con otro. En Los hombres de Paco hice de un personaje sordomudo en un capitulo y en la temporada siguiente entré haciendo del sobrino de Hugo Silva.

A.C: ¿Es muy raro eso de volver al mismo proyecto, pero con un personaje completamente distinto?

A.A: No, porque en Los hombres de Paco fui a hacer un capitulo y luego entré fijo en la serie. Con Amar también fue algo parecido, pero, además, con un elenco completamente distinto. Así que no se me hace raro, es como si fuera algo completamente diferente.

 

 

A.C: Los actores siempre estamos hablando de cómo nos enamoramos de nuestros personajes, pero también puede ocurrirnos al revés. ¿Tú te has desenamorado de alguno de tus personajes?

A.A: Sí. Por ejemplo, el que hacía en la serie sobre los Borgia se me hizo muy duro. Era un personaje machista, asesino, envidioso… tenía muchas connotaciones negativas que yo, como actor, puedo llegar a defender, pero durante todos los días de rodaje estaba recibiendo una energía muy oscura y negativa por parte de los otros actores hacia el mío durante la interpretación. Ellos eran personas maravillosas, pero cuando estás trabajando, desde sus personajes, esa negatividad se trasmite, va más allá del personaje y acaba llegando a la persona. Es como cuando trabajas con una chica una historia de amor: al final, de tanto decirle te quiero y cosas bonitas se acaba transmitiendo un buen rollo. O en comedia, que, por lo general, te lo sueles pasar muy bien haciéndola. Pues en el caso de Borgia sucedía eso mismo, pero al revés. A todo eso hay que sumarle el trabajar en otro idioma, estando muy lejos de tu casa… Se me acabó haciendo muy duro. No es un personaje al que yo le tenga cariño, aunque al proyecto y a los compañeros sí.

 

 

A.C: Has hablado de la comedia, un género en el aún no te hemos podido ver profundizando mucho, ¿No?

A.A: Bueno, la función de la que hablábamos antes, Zona de choque, era comedia. También estuve en la serie Mi gemela es hija única, que era comedia, y en la que tenía un personaje completamente ajeno, para el que tuve que hacer mucho trabajo de composición corporal. Después de esto tampoco he hecho mucho más en este género, y me gustaría. Aunque en Amar es para siempre también tenemos secuencias muy divertidas con las que disfruto mucho.

A.C: Y vas a seguir disfrutándolo en la nueva temporada…

A.A: Volvemos ahora en agosto con nuevos personajes, nuevas tramas y grandes compañeros, como Lola Herrera. La verdad es que tiene muy buena pinta. Estoy muy feliz. Es una forma de trabajar tan espontánea y diferente a como yo me lo solía preparar, con más calma… Hay veces que sólo me tengo dejar llevar por el texto y me sorprendo a mí mismo con las emociones que eso me genera. Estoy disfrutando mucho de este trabajo por eso.

A.C: Tengo entendido que hace poco fuiste a Ronda a dar un pregón en sus fiestas… ¿Qué tal fue la vuelta a casa?

A.A: Yo no suelo emocionarme fácilmente y me sorprendí, porque me invadió una emoción muy fuerte. Me recibieron con mucho cariño. El pregón lo escribí yo mismo y lo enfoqué relacionando las fiestas que celebraban (una recreación de la Ronda romántica) conmigo, con la interpretación y con lo importante que es el juego como base de la vida. En el momento en el que hablé de que la primera vez que jugamos es siendo bebés con nuestra madre, estando mi madre allí… Se me vino a la cabeza todo de repente y se me puso un nudo en la garganta que no me dejaba seguir. La gente me aplaudió, pero yo no me esperaba que esto me pasara. Intentaba continuar y no podía… Fue todo muy bonito. Muchas veces piensas eso de que nadie es profeta en su tierra y es importante ver que no es así y recibir el enorme cariño que te demuestran.

A.C: Pero cuando dices que no te emocionas fácilmente…

A.A: Sí, a mí me cuesta mucho emocionarme. Puede que me cueste sacar la emoción, precisamente, por esas capas de las que hemos hablado antes y que he ido poniendo desde que era un niño. Pero bueno, es algo en lo que estoy trabajando… (Risas)

A.C: A las personas que os ocurre esto, el resto de seres humanos tiende a tacharlos (injustamente) de bordes, “sobrados”…

A.A: Creo que soy, a primera vista, poco accesible. Muchas veces los demás no saben lo que estoy pensando y eso puede provocar distanciamiento. Yo disfruto más del tú a tú que, por ejemplo, en una reunión con veinte personas. No soy alguien extrovertido y puedo parecer más inaccesible de lo que realmente soy, pero es una incoherencia entre mi expresividad y lo que realmente siento.

 

 

A.C: ¿Sufres o disfrutas viendo tus trabajos?

A.A: Disfruto. Me sorprendo cuando los veo, porque suelen estar mejor de lo que yo pensaba. En el momento en el que lo estoy haciendo pienso: “Bueno, has hecho lo que has podido”, pero luego lo veo y, entre vestuario, montaje, música…, siempre es todo mejor y me llevo una grata sorpresa.

A.C: Guardas en casa los guiones de la mayoría de los trabajos que has hecho…

A.A: Sí, los tengo casi todos. Incluso de Amar también los estoy guardando. Pero habrá un momento en el que ya no pueda, porque todos los guiones de una serie diaria… son muchos guiones. (Risas)

A.C: Además, los tienes muy bien colocados en distintas carpetas. ¿Eres ordenado?

A.A: Intento ser organizado… A veces me sale, y otras no. (Risas)

 

 

A.C: En el deporte también hay que ser organizado. En los últimos años tú has hecho un cambio físico bastante evidente. ¿A qué se debió este cambio? ¿Para optar a más papeles como actor?

A.A: Empecé a ponerme más fuerte para la serie Gavilanes, y a partir de ahí he ido variando un poco. Hubo una temporada en la que estuve con un entrenador personal, que me enseñó a trabajar de otra manera. Desde entonces, he seguido entrenando así y yendo las mismas veces por semana al gimnasio, lo que ocurre es que el ejercicio es más fuerte.

A.C: Alguna vez te he escuchado que aprovechas las horas de gimnasio para reflexionar y meditar…

A.A: Es que en la época en la que vivimos, entre el móvil y las tecnologías, no nos paramos casi nunca. Yo aprovecho ese momento para no estar en nada más que estar ahí conmigo mismo, escuchando música.

A.C: ¿Qué tipo de música?

A.A: Pues, aunque no te lo creas, escucho bastante música clásica, porque tiene unos “subidones”… Me gusta mucho la música clásica.

 

 

A.C: ¿Lo pasas mal cuando, por exigencias del guión, tienes que quitarte la camiseta?

A.A: No. Hay veces que prefiero ir sin camiseta a ponerme según qué vestuario… (Risas). En Borgia, por ejemplo, tenía bastantes escenas sin ropa y lo prefería, porque el vestuario era maravilloso, pero a la vez era un incordio, porque pesaba mucho, daba calor y apretaba.

A.C: ¿Sigues disfrutando del cine tal y como lo hacías cuando eras un niño?

A.A: Sí. En un tablón de mi casa tengo una hoja que pone: “Ve al cine, que te quedas nuevo”. Esta semana he ido yo solo dos veces y he salido nuevo. Es una especie de ritual… No me importa ir acompañado, pero sólo me gusta más. A la primera sesión, cuando hay muy poca gente.

A.C: Como si pusieran la película sólo para ti…

A.A: Sí, me encanta. Y si la película me gusta mucho, es como que me inspira y se ordenara todo en mi cabeza y en mi corazón. Cuando tengo un día raro, voy al cine y es como si de repente todo volviera a encajar.

 

 

A.C: Para acabar, de Bond a Bond, te tengo que preguntar por la rivalidad entre los compañeros. Hay poco trabajo, somos muchos y de perfiles similares… ¿Sientes esa rivalidad entre los compañeros de profesión?

A.A: Claro que la habrá, pero yo siempre he sido de evitar cualquier tipo de conflicto. Prefiero perder un trabajo o algo por lo que esté luchando a pasarlo mal por enemistarme con alguien. Yo también he tenido la experiencia alguna vez de sentir envidia, pero aprendí a quitarlo. El valor que tiene estar en paz con uno mismo y feliz con lo que tienes… para mí, no hay nada más importante que eso. Es que, al final, siempre va a haber alguien que esté por encima de ti y a quien le vaya mejor, así que nos pasaríamos la vida pensando en lo que tienen otros.

A.C: Es una buena filosofía para terminar esta entrevista. Lejos de querer competir, yo quiero desearte todo lo mejor en esta nueva temporada de Amar es para siempre, así como en todo lo que te depare esta profesión.

 

SPECIAL GUEST STAR: MONTSE PLA

 

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOGRAFÍAS: MOISÉS FDEZ ACOSTA

ESTILISMO: CARMEN BENA

MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: GEMA MARTÍNEZ