05 Abr Beatriz Carvajal: “El humor es darle la vuelta a lo que te duele para poder soportarlo”
Falta menos de una hora para que Beatriz Carvajal vuelva a subir, después de trece años, a las tablas del Teatro Fernando Fernán Gómez, para estrenar en Madrid A vueltas con la vida. Sé que no es muy dada a conceder entrevistas, pero en mi empeño por hablar con ella tengo una aliada, su hija Montse Pla, con la que me voy a colar en su camerino. Al entrar, la encontramos sentada frente al espejo. En la mesa hay flores, unas gafas, un texto, maquillaje y unos caramelos. Se muestra cercana, cariñosa y, como siempre que me ve, me suelta algún piropo y clava la mirada de sus bellos ojos sobre mí, haciéndome sentir que nada más importa. No tiene mucho tiempo, la función está a punto de comenzar cuando ella me invita a sentarme en una silla y yo le pregunto…
Ángel Caballero: Me acaba de decir Montse que estás a punto de cumplir cincuenta años de profesión, que se dice pronto.
Beatriz Carvajal: Sí… Eso es maravilloso. Por un lado da vértigo, porque dices: “Cincuenta años y recuerdo perfectamente el día que me dijeron que me cogían para la primera función y mil cosas más que han pasado en todo este tiempo”. Pero, por otro, piensas: “Qué alegría hacer cincuenta años dedicándome a lo que más me gusta en el mundo”. Esto que nos pasa a los actores, que nos gusta ponernos delante de una cámara o subirnos a un escenario, no deja de ser un poco raro, pero, al mismo tiempo, es apasionante. Y haberme podido dedicar en todo este tiempo sólo a esto me parece un logro muy grande.
A.C: Imagino que con los años te vuelves más exigente. ¿Qué tiene este texto de Juan Luis Iborra y Antonio Albert que te ha animado a volver a subirte a las tablas?
B.C: Que es fantástico. La verdad es que es un texto muy bueno. Hace poco se encontró Iborra con un actor importante de este país que le preguntó: “¿Y cómo has conseguido a la Carvajal?” y él le respondió: “Con un buen texto”. Y es así… También te confieso que, al principio, cuando me dijeron que era un monólogo, no quería hacerlo, porque dije: “¡Dios mío! A mi edad, ahora meterme esto p’ al cuerpo…”. Pero lo leí y me enamoró. Tenía muchas ganas de meterme en la piel de Mari Carmen, que es como se llama mi personaje en la función. Así que me puse con ello y hemos trabajado muy felices, porque Juan Luis es un director que te ayuda y te estimula mucho, y eso yo creo que es importante. Estoy un poco harta de directores muy famosos, pero que lo que hacen es machacarte. Juan Luis no es así, él hace que todo parezca muy sencillo.
A.C: ¿Qué tiene de distinto este monólogo de esta mujer que ha sido anulada, frente a otros que me vienen a la cabeza con los que puede tener similitudes, como Diatriba de amor contra un hombre sentado, de García Márquez o Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes?
B.C: Yo creo que es un tema universal. Por desgracia, el maltrato del tipo que sea está por todos los lados. Lo que tiene esta función es que es muy nuestra. Es una obra muy cercana, porque los autores se han inspirado mucho en las mujeres de nuestro entorno.
A.C: En esta función, A vueltas con la vida, tu personaje descubre un libro que le cambia la vida y su forma de ver el mundo. ¿A ti te ha llegado a suceder esto mismo?
B.C: No exactamente. Yo siempre digo que la vida está en los libros. Todo está ahí, la vida de cada uno y de todos a la vez. Hay libros que me han tocado, como Cien años de soledad. Era muy joven cuando lo leí y me impactó mucho y, desde ahí, me llevó por todo el mundo de la literatura sudamericana. Siempre he leído mucho a García Márquez o a Isabel Allende, porque me encantan. Y en la función, lo que los libros le van descubriendo a mi personaje es la vida. Mari Carmen es una mujer, en principio, maltratada y resignada, como la mayoría de las que están en esa situación. Son mujeres que piensan: “Bueno, pues esto es lo que la vida me depara y así tendrá que ser”. Y Mari Carmen, a través de esos personajes que ella va descubriendo en la literatura, va aprendiendo que se puede ser libre, que hay que quererse, que hay que respetarse, que no hay que decir sí constantemente y que hay que decidir sobre la vida de una. No puedes dejar las decisiones de tu propia vida en manos de los demás. Aunque tengo que decir que dentro de lo tremendo que es todo esto, en la función también hay humor. Es una tragicomedia, y durante todo el monólogo ella establece relación con esos personajes y habla con Marilyn Monroe, con Santa Teresa, con Chavela Vargas…
A.C: En esta obra, además, tomas prestado ese Luz de luna, de Chavela Vargas, y te das el capricho de hacer algo que yo sé que te encanta: cantar.
B.C: Sí, me gusta mucho. Pero te juro que esto no ha sido una propuesta mía, estaba en el guión. (Risas) Y la verdad es que me gustó muchísimo cuando lo leí, porque, además, yo siempre digo que debo ser de las primeras chavelistas que hubo en España, porque me compré mi primer disco de Chavela cuando tendría trece o catorce años, no tendría más. Desde entonces, adoré a Chavela, así que hacerle este homenaje y sentirme poseída por ella… Porque esta mujer, Mari Carmen, canta Luz de luna, porque en una discoteca hay un escenario y a ella le parece ver a Chavela por una música que oye; y, entonces, Chavela la posee y canta Luz de luna (poniendo la misma voz de Chavela) como si fuera Chavela Vargas. Es un momento muy bonito.
A.C: Me acabas de dejar atónito con la imitación que has hecho de la voz de Chavela. Tú tienes una enorme capacidad, más que para imitar, para mimetizarte con el personaje. Eso, como actriz, es maravilloso.
B.C: Sí, está muy bien, porque ya no es solo hacer la parodia de un personaje u otro. Porque, por ejemplo, en esta función también sale Marilyn, pero no lo hago ni con acento americano, ni nada de eso. (Poniendo la voz dulce de Marilyn) Marilyn habla así, Marilyn es ingenua, es fantástica… Es meterse en la piel, no en la imitación. ¿Qué siente Marilyn? ¿Qué siente Chavela? ¿Cómo es Cleopatra? Fíjate qué personajes tan distintos…
A.C: A vueltas con la vida y de vuelta al teatro, el lugar donde empezaste siendo una cría. Y nada menos que en el Teatro María Guerrero…
B.C: No, cariño, pero yo empecé ahí digamos que de figuración distinguida… (Risas)
A.C: Sí, pero sobre las tablas de un teatro muy importante para la historia de este país y para todos los que nos dedicamos a esto.
B.C: Eso es cierto. Por eso yo siempre digo que, cuando me muera, me gustaría que mis cenizas las pasearan, por lo menos, un día por el María Guerrero. Porque si es verdad que después queda algo nuestro en el aire o donde sea, yo voy a agradecerlo mucho. He sido muy feliz allí, y he aprendido tanto…
A.C: Cuando empiezas en un sitio así… Ya no te puedes bajar de ahí, ¿no?
B.C: Claro. Ahora mismo la gente joven quiere hacerse famosa y ganar dinero… Yo empecé ahí, en la compañía del María Guerrero, con María Dolores Pradera, Antonio Ferrandis, Gabriel Llopart, las hermanas García Ortega, Irene Gutiérrez Caba, Bódalo, Montserrat Carulla… Con toda una serie de gente, que yo lo único que quería era aprender. Recuerdo que me veía las funciones entre cajas, porque yo salía muy poquito en cada función, y decía: “Dios mío, ¿Algún día yo sabré lo suficiente como para poder estar en un escenario haciendo algo parecido a lo que estoy viendo hacer a estas personas?”. Empezar en el teatro no es lo mismo que empezar en televisión o en cine. Yo creo que el teatro te da la esencia de la profesión y, además, el actor que no se quiera subir a un escenario, se quedará siendo un actor a medias. Tienes que subirte ahí, ser capaz de convencer a esa gente de que ese personaje que estás interpretando está tan vivo como lo estás tú, y que ellos reciban eso y que tú recibas cómo ellos lo sienten. Eso no te lo da ni el cine, ni la televisión. Creo que en el teatro es donde se aprende la interpretación y el oficio. El teatro es duro; están las giras, ir todo el tiempo de acá para allá…
A.C: ¿Cuándo sentiste que esa niña que miraba entre cajas a otros actores, había conseguido ser uno de ellos?
B.C: Ya sabes que yo estuve mucho tiempo dentro del mundo del humor, desde que se cruzó en mi vida de una forma inesperada, porque yo era una actriz que iba bandeándome por la profesión haciendo todo lo que me salía. Un día me llaman para hacer una sustitución en una cosa de café teatro, donde hacía varios personajes en esa función. En esa época se le ocurre a José Antonio Plaza que quiere llevar a una humorista femenina a su programa de televisión, que era 625 líneas, y no la encontraban. Le hablaron de una chica que era muy graciosa y él vino a verme, sin yo saber nada. Al día siguiente me llamó y me preguntó si me apetecería hacer televisión. Nos reunimos, me dijo cómo sería y empecé. Así fue como se cruzó el humor en mi vida. Y a las dos semanas de aparecer en el programa, ya era la caradura de televisión. Y de ahí al Un, Dos, Tres, pero en ese momento ya era más conocidita… Porque yo hice con el padre de Chicho, Narciso Ibáñez Menta, una obra de teatro que él dirigió, y fue quien le dijo a Chicho: “Tengo una chica en la compañía que te iría perfecta para el Un, Dos, Tres”. Hay mucha gente que piensa que el Un, Dos, Tres fue el que me dio la primera oportunidad, pero la oportunidad real me la dio José Antonio Plaza. Luego, indudablemente, estar en Un, Dos, Tres las temporadas que yo estuve, con ese nivel de audiencia, te da una popularidad inmensa. Ahí pasé mucho tiempo y un día dije: “se acabó”, porque si eres humorista, no eres actriz. Y lo que yo he querido siempre es ser actriz.
A.C: Permíteme que te interrumpa, pero es que creo que también hay que decir que mucha gente se queda en lo superficial de la parodia simpática y no ve que debajo de esos personajes que tú hacías había una importante crítica social de la época.
B.C: Me gusta que me digas esto… Yo no contaba chistes, mis espectáculos siempre iban por ahí. Cada personaje, de alguna manera, denunciaba algo. Siempre he pensado que el humor es darle la vuelta a lo que te duele para poder soportarlo. Por eso, a través del humor, se pueden decir y denunciar muchas cosas. Pero, como has dicho, mucha gente solo se queda en lo superficial y yo decidí dejarlo para que se me tomara en serio como actriz.
Entonces, empecé a sentir que iba consiguiendo ese sueño del que hablábamos cuando la profesión, en el momento en el que yo decidí, digamos, retomar, me admitió. Me cogieron con los brazos abiertos e hice teatro, cine y televisión. Y así fue como, poco a poco, fui haciendo cosas que ya no tenían que ver con mi etapa de humorista. A lo largo de cincuenta años da tiempo a que te den muchos premios y muchas cosas, pero, para mí, el Premio Fotogramas de Plata a la mejor actriz por Misery fue muy importante. Lo sentí como la reafirmación de que yo tenía que estar encima de un escenario.
A.C: Fíjate, yo pensaba que me ibas a decir que esa reafirmación llegó con Sabor a miel. Mucha gente te redescubrió, en esta nueva etapa, gracias a esa función.
B.C: También. Es que con Sabor es miel es cuando volví, gracias a Tomás Gayo y Paula Sebastian. Además, la dirección era de María Ruiz, y yo disfruté tanto con la dirección de María en esa obra… Lo pasamos muy bien con Sabor a miel. Lo que pasa es que fue, digamos, la resolución de la jugada. Yo lo que hice fue estar un año diciendo que no y que no a seguir haciendo bolos con el humor, y después de eso vino un espectáculo que hice con monólogos de Dario Fo y ya, inmediatamente, Sabor a miel. Parece que la jugada salió bien, porque a Sabor a miel la siguieron Entre tinieblas y muchas más, y empecé a hacer televisión y cine. Lo que pasa es que yo no puedo estar mucho tiempo sin hacer teatro, porque me da mucho mono.
A.C: Yo te he visto muchos trabajos muy bonitos, pero ya sabes que uno de mis favoritos es el que hiciste en la película Brujas.
B.C: Yo he hecho muy poco cine. Hubo un momento en el que también decidí que no iba a hacer más cine, porque me llamaban nada más que para películas que están bien, que están ahí y que había que hacerlas, pero que eran de humoristas. Cada dos por tres era una película con Pajares y Esteso o con Martes y 13… y dije que no, porque no era el tipo de cine que quería hacer. Pero un día me llamó Fernández Armero para ser una de las tres protagonistas de Brujas y yo me quedé flipada. Leí el guión, me pareció muy interesante y me gustó mucho. Entonces, para mí, mi paso por el cine es Brujas. He hecho más cosas, pero, para mí la película es ésta.
A.C: Todos sabemos que el poder de la pequeña pantalla es enorme y hay mucha gente que todavía te recuerda por papeles en series como Lleno, por favor, Compañeros, La que se avecina o Los misterios de Laura. De todos ellos, ¿Tú cuál es el que conservas con más cariño?
B.C: Bueno, lo que fue Lleno, por favor… Y en Compañeros fue un personajazo el que me regalaron. Tengo un recuerdo muy feliz de aquella etapa, porque fueron muchos años los que estuvimos haciendo esa serie y fue fantástico. Es que, para mí, aquella Marisa de Compañeros y la madre de Laura en Los misterios de Laura son dos de los personajes que he hecho en televisión a los que les tengo un cariño muy grande.
A.C: Creo que fue, más o menos, en la misma época en la que hacías Compañeros cuando hiciste tu última función en este Teatro Fernando Fernán Gómez, al que no has vuelto desde entonces.
B.C: Sí, hace trece años. Me acuerdo porque me dio una fibrilación en el escenario… Estaba Anabel Alonso ese día viendo la función, junto a mucho más público, y ellos fueron los que llamaron al Samur, y eso me salvó. Recuerdo que decía Anabel: “Mírala, que se está muriendo y ya va toda pintadita y arreglada ella” (Risas).
A.C: ¿No te impresiona volver a subirte a estas tablas después de aquello?
B.C: ¿Por qué? Además, ahora no estaré en ese escenario, sino en la sala de al lado. Y es que yo no soy nada supersticiosa. Pienso que lo que me tenga que pasar sucederá aquí, allí o donde sea.
A.C: A lo largo de estos años imagino que te habrás cruzado con millones de actores… ¿Hay alguien con quien te hayas quedado con ganas de trabajar?
B.C: Con Fernando Fernán Gómez. Me habría encantado trabajar con él. Y estuve a punto, porque me llamaron para hacer en cine Mambrú se fue a la guerra, pero luego lo hizo Emma Cohen… Vaya usted a saber por qué. Me parecía un grandísimo actor. Aunque también hay muchos otros actores a los que admiro enormemente, como Amparo Baró, con la que tampoco he coincidido. Bueno, hemos hecho un capítulo de una serie en televisión, pero me hubiera gustado mucho hacer teatro con ella.
A.C: No sé si sabes que para el día de reyes estamos preparando un reportaje especial en el que han trabajado juntas tu hija, Montse, y Blanca Jara, actriz e hija del director Antonio del Real. Me resultó curioso ver juntas, a esta nueva generación, sabiendo que Antonio y tú ya habíais trabajado en una película.
B.C: Sí, nosotros hicimos Corazón Loco. Era una película estupenda y muy divertida. Es normal que ellas coincidan, son el relevo (Risas).
A.C: ¿Cómo ves a las nuevas generaciones de actores? Porque, además, eres presidenta de La casa del actor, una entidad sin ánimo de lucro que cuida el futuro de artistas e intérpretes.
B.C: Yo creo que tienen que prepararse y tienen que estudiar, pero también tienen que tener cuidado porque hay preparadores que pueden fastidiar mucho a los chavales. Ahora hay una cosa, que dice mucha gente, no solo yo, y es que es muy difícil oír y entender al hablar a un actor joven. Les han debido decir que lo normal es hablar con esa “naturalidad” con la que hablan bajito y sin vocalizar, hasta el punto de que no se les entiende. Y tienen que saber que la naturalidad no está reñida con vocalizar bien y saber proyectar. Y no porque se te entienda vas a estar más falso o teatral… Eso se lo deberían de decir en las escuelas.
A.C: No sé si estarás de acuerdo conmigo, pero creo que si ahora, conociendo un poco más lo dura que puede llegar a ser esta profesión, yo tuviera un hijo que me dijera que quiere ser actor… me daría pánico.
B.C: Eso me pasó a mí. Cuando Montse me dijo que quería ser actriz, yo le dije: “Mira, nena, lo que me estás diciendo de que te quieres dedicar a esto… Si tú y yo viviéramos en Los Ángeles te diría que olé, porque allí la gente de raza negra tiene canales de televisión, teatros, productoras… allí no hay problema, pero en España no es así y lo vas a pasar mal”. Es que ésta ya es una profesión muy difícil para gente de raza blanca, que es a lo aquí estamos acostumbrados a ver por televisión. Así que imagínate para una niña como ella, aunque es preciosa y su tono de piel es muy clarito. Te reconozco que a mí me dio pavor… Pero luego es que veo que tiene tanta vocación y está tan bien como actriz ahora mismo…
A.C: Yo creo que hay un antes y un después de su trabajo en Razas, de David Mamet, en el Matadero.
B.C: Estoy completamente de acuerdo. Tenía muchas ganas de que hiciera teatro y cuando me dijo que la habían cogido para hacer Razas me dio un alegrón inmenso. Montse sobre el escenario ha aprendido y ha crecido mucho. Puedo decir tranquilamente que le he visto cosas estupendas, muy de verdad y, curiosamente, entendiéndosele muy bien.
A.C: Como amigo, yo sé lo que se siente al ver a alguien a quien quieres triunfar sobre las tablas del Matadero, pero… ¿Qué se siente como madre?
B.C: Uf… Mucha alegría, y unos nervios… (Risas)
A.C: ¿Sientes más nerviosos cuando estrenas tú o cuando estrena ella?
B.C: Es distinto. Cuando estrenas tú, la responsabilidad es tuya y te reconozco que yo cada vez tengo más miedo, aunque luego digo: ¿Y qué me van a hacer si no les gusta? ¿Me van a pegar todos?” (Risas). La responsabilidad es muy grande y te da mucho nervio al salir al escenario, pero luego eres tan feliz ahí arriba que se te olvida lo que has pasado antes. Como te decía, es diferente. Es una sensación de querer protegerla, de que lo haga bien, de desear que le guste a toda esa gente que ha ido a verla… No sé, es otro tipo de nerviosismo.
A.C: Beatriz, no te quiero robar más tiempo porque tienes que meterte en la piel de Mari Carmen. Así que te dejo que te tomes el caramelito que te pones debajo de la lengua antes de salir…
B.C: ¿Y cómo sabes eso? (Risas) Pero no es debajo de la lengua, es aquí arriba (se señala a sí misma entre el labio y la encía). ¿Sabes quién me enseñó esto? Lola Cardona, una grandísima actriz que murió, con la que tuve la suerte de trabajar. Yo hice Mariana Pineda, que la estrenó en Madrid María Dolores Pradera, y cuando salimos de gira la hizo Lola Cardona. En aquella función fue el primer personaje que me dieron con un buen texto. Yo me hacía el romance de la corrida de Ronda, que era un personaje muy bonito, de unos diez minutos en escena, y estaba que me moría de nervios… Me dijo Lola: “Nena, ponte un caramelito aquí y verás como no se te seca la boca y se te pasa todo”. Y, desde entonces, lo sigo haciendo. Además, siempre me acuerdo de Lolita cada vez que cojo mi caramelo. Y, en este escenario de A vueltas con la vida, tengo una mesita donde hay una jarra con agua y un plato con caramelitos. Es una forma muy buena de que no se te seque la boca, porque son muy traicioneros los nervios. Tenía diecisiete años cuando me dijo aquello Lola, así que fíjate los años que llevo yo poniéndome caramelitos en la boca…
A.C: ¿Y parece que fue ayer…?
B.C: Es que parece que fue ayer porque me acuerdo perfectamente de todo eso.
A.C: Faltan pocos minutos para que salgas a escena y que estrenes esta función en Madrid. No se te ve nerviosa…
B.C: Bueno, un poco sí… Lo que pasa es que ahora, yo no soy nada creyente y esas cosas, pero me encomiendo a mis padres, siento que su energía está conmigo y digo: “Venga, vamos…”. La verdad es que los siento conmigo todo el tiempo.
A.C: Gracias, Beatriz, por compartir esto conmigo y con todas las personas que lo van a leer. Te deseo mucha mierda. Sal a escena, que el público te espera…
TEXTO: ÁNGEL CABALLERO
FOTOGRAFÍA: MOISÉS FDEZ ACOSTA
AGRADECIMIENTOS: MONTSE PLA, LAURA PIÑANA, TEATRO FERNANDO FERNÁN GÓMEZ- CENTRO CULTURAL DE LA VILLA, FLORISTERÍA «FRANSEN ET LAFITE».
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