Víctor Clavijo: “Pongo el corazón en todo lo que hago”

Víctor Clavijo: “Pongo el corazón en todo lo que hago”

Qué difícil es entrevistar a alguien por quien sientes un gran cariño, admiración y respeto, como persona y como actor. El lunes aullaréis con su trabajo en Los tres cerditos, en Antena 3, y el próximo 21 de noviembre se vuelve a subir a las tablas del Centro Dramático Nacional de la mano de Tomaz Pandur, pero antes… os invito a conocer un poco más a uno de los actores más todoterreno de este oficio: Víctor Clavijo.

A.C: Es curioso, con lo que nos gusta la música a ambos y creo que nunca habíamos estado juntos en una tienda de instrumentos hasta ahora, y mucho menos cerrada sólo para nosotros. Aunque a ti en Nueva York ya te ocurrió algo parecido…

V.C: Sí, lo que no pude hacer fue tocar ningún piano, como he hecho hoy (Risas). Pero también fue muy especial… Íbamos paseando por la calle, cerca de Columbus Circle, y Montse, mi mujer, vio una tienda preciosa de pianos antiguos. Nos paramos un momento para ver el escaparate y había un tipo muy elegante en la puerta, que estaba cerrada, y nos invitó a pasar para ver los pianos. Una vez dentro, nos dijo: “En la trastienda estamos ofreciendo una master class de piano… ¿Os gustaría verla?” Y, de repente, nos vimos asistiendo a una master class, casi, privada con un pianista reconocido mundialmente. Esa es una de las cosas que más me gustan de Nueva York, que te puede ocurrir cualquier cosa al girar una esquina, sólo basta con que estés atento.

 

A.C: ¿Cuándo comenzó tu pasión por la música?

V.C: A los diez años, más o menos. Fue a raíz de ver Sonrisas y lágrimas y, sobre todo, Amadeus, que despertó en mí unas enormes ganas de estudiar música y de tocar el piano como el genio que aparecía en la película. Además, en mi casa también se escuchaba mucha música clásica, porque mi padre nos despertaba, a mi hermano y a mí, todos los domingos con grandes sinfonías y conciertos. Recuerdo que tenía el típico teclado Casio para niños con el que sacaba canciones de oído y que tocaba mucho, y decidí que quería ser músico. Intenté convencer a mi abuelo para que me comprase un piano y él me dijo algo así como: “¿Y cuando quieras ser marinero tendré que comparte un portaaviones?” Y ahí se quedó la cosa… Así que el primer año de piano, como mi familia no sabía si era un capricho, me examiné sin piano y lo que hice fue pintar un piano en unas hojas de papel y me dibujé como ocho octavas, que coloqué en una mesa camilla, debajo del cristal. Y así me preparé el curso de preparatorio de piano, practicando encima de un cristal. Me examiné, aprobé y ya mis padres me compraron el piano.

A.C: Ahora, gracias a Tomaz Pandur, vas a poder aunar dos de tus pasiones: la música y la interpretación.

V.C: Yo no sé cómo se enteró Pandur de que yo tocaba el piano cuando me hizo la prueba para Fausto. Supongo que debió leerlo en el currículum. El caso es que el día que fui a hacer el casting, me lo encontré en la puerta y yo no pensaba que era Tomaz Pandur, porque era alguien a quien había visto dos veces en mi vida y, además, hacía mucho tiempo.

A.C: Y, reconócelo, Víctor, porque eres muy despistado… (Risas)

V.C: Sí, eso también (Risas). Soy una persona muy despistada. Entonces, cuando me lo encontré lo saludé con toda la tranquilidad, pensando que era la persona del CDN que me había convocado para la prueba. Seguramente, a Pandur le gustó esa naturalidad con la que entré; cuando fuimos a la sala a hacer la prueba me hizo leer unos textos, me explicó cómo quería montar la función, creo que entendí muy bien cuál era el concepto y me pidió tocar en un teclado que había allí. Interpreté algunas piezas que recordaba de Chopin y parece que le gustó mucho, porque me dio el personaje. No sé si ya sabía a priori que el personaje tendría que tocar piano o si se le ocurrió integrarlo después. Te confieso que hay un poco de nervios, porque es la primera vez que toco en público y sabes que te pueden fallar los dedos y cometer errores… Aunque, por otro lado, también me apetece mucho poder mostrar esa otra faceta que, hasta ahora, muy pocos conocéis.

A.C: Vuelves al CDN… Esperemos que, a diferencia de la última vez, en esta ocasión no te lesiones la pierna.

V.C: Espero que no (Risas). Eso fue en plena función de Llueve en Barcelona. En un momento dado en el que mi personaje estaba recogiendo la casa, mientras tenía puesta música de El Bicho y empezaba dar saltos, me emocioné demasiado y caí con el pie doblado ciento ochenta grados. Por suerte, ocurrió justo en el momento en el que la luz se iba a negro y yo me tenía que meter debajo de la cama para salir de ahí en la siguiente escena. Hice la función entera con un dolor de morirse, que le vino muy bien al personaje, y al salir me llevaron al hospital y me dijeron que tenía un esguince muy grave. Querían ponerme una escayola y les dije que de eso nada, que tenía que hacer una función, así que me lo vendaron muy bien, pero tuve que seguir con muletas durante unas semanas. Y, precisamente, gracias a las muletas fue donde encontré al personaje, porque le daba un punto de fragilidad física y, al mismo tiempo, de amenaza, porque yo podía golpear con ella. Creo que todo aquello ayudó mucho a definir muy bien al personaje, hasta el punto de que cuando mejoré seguí utilizando la muleta.

A.C: Hace poco estuviste en Sótano, una función de teatro alternativo en La pensión de las pulgas. ¿Qué te animó a involucrarte en este proyecto?

V.C: Acababa de terminar de rodar la película Sicarius y sentí que necesitaba nuevos retos actorales para ponerme a prueba. Además, había visto algunos trabajos muy estimulantes en series de televisión extranjeras y cuando Israel, el director, me planteó hacer esta función, lo vi como la oportunidad perfecta, porque era un personaje muy rico, que tenía un tour de force con otro actor que era Juan Codina, lo que me estimulaba muchísimo más, porque creo que es un pedazo de actor. Yo intento hacer siempre lo que me pide el cuerpo… Hay veces en las que coincide que, además, te pagan muy bien y otras en las que se da la circunstancia de que no cobras un duro, pero si lo siento, lo hago para alimentarme como actor y, de algún modo, seguir creciendo. Lo hice sabiendo que iba a ser una paliza, que sólo se iban a hacer tres funciones por semana, que íbamos a ganar poquísimo dinero, porque en la sala sólo cabían treinta y tres espectadores, pero me apetecía mucho hacerlo. Fue una experiencia muy bonita.

 

 

A.C: Has mencionado Sicarius, una película que se estrena en los próximos meses y en la que, además, trabajas con tu mujer, Montse Pla.

V.C: Sí, no habíamos tenido la posibilidad de trabajar juntos antes y ha sido aquí. En principio, había otro personaje, un poco más grande, que podía haber hecho ella, pero decidimos que sería mejor hacer lo que, finalmente, hace, por una razón que todavía es mejor no desvelarla. Fue como trabajar con una compañera más, porque, cuando estoy rodando, para mí no existen relaciones personales. Es decir, si trabajo con mi colega, siempre va a ser mi colega, pero yo en el set estoy trabajando. Se puede dar la circunstancia de que te toque trabajar con un familiar, un amigo o, como en este caso, con tu mujer, pero creo que en ese momento tiene que ser la actriz de la escena que vamos a interpretar. Ella estuvo muy bien, a la altura y muy profesional, que es como ella es.

A.C: Algo me dice me dice que tu suegra (Beatriz Carvajal) no se va a perder esta película. A ver la crítica que hace…

V.C: Sea la que sea, será bienvenida. Yo tengo su opinión muy en cuenta porque la admiro mucho como actriz y considero que es una persona con un gran criterio, con lo cual todo lo que tenga que decirme, sea bueno o malo, bienvenido sea.

A.C: Cuando escribes tu nombre en Google, una de las primeras opciones que te da es “Víctor Clavijo Al salir de clase”. ¿Qué sientes cuando ves que hay gente que aún te recuerda, después de tanto tiempo, por aquél personaje, Raúl?

V.C: Evidentemente, a mí me gustaría que la gente pasara página, al igual que yo también lo he hecho. Pero es que también entiendo que eso ocurra y que el público se siga acordando de ti, porque han sido quinientos capítulos en los que he estado en la casa de mucha gente. Fueron dos años en los que todas esas personas han ido creciendo, al mismo tiempo que también te estaba viendo desde su casa, y ese recuerdo es muy difícil borrarlo, salvo que se vuelva a dar el caso en el que haga otros quinientos capítulos en otra serie de tanto éxito como tenía Al salir. Por ahora eso no ha ocurrido y, como tampoco sabemos si va a volver a suceder, uno termina reconciliándose con esa idea. No me hace demasiada gracia, pero tampoco me molesta, porque es algo que sucede más entre el público que entre la gente de la profesión, que me conoce por otros trabajos.

A.C: Pero si no hubiera sido por esa oportunidad, quizás, hoy no estaríamos aquí.

V.C: Puede ser, pero tampoco te creas, porque, en aquel momento, los actores de Al salir de clase no estábamos bien vistos dentro de la profesión. Nadie decía: “Vaya éxito que está teniendo esta gente, vamos a contar con ellos para hacer películas u obras de teatro”. Eso es algo que ocurre ahora. En su día nos miraban con cara de “vosotros no sois actores, sois los chicos de la tele”. No pensaban que muchos teníamos estudios de arte dramático… ¿Cuándo empieza a romperse esto? Pues, si no recuerdo mal, fue gracias a gente como Pilar López de Ayala, Elsa Pataty o Sergio Peris-Mencheta, cuando empezaron a hacer cine, que los productores se dieron cuenta de que esas películas no solo funcionaron bien, porque arrastraron al público de la tele a las taquillas, sino que, además, resultó que estos chicos delante de una cámara de cine tenían talento, eran frescos, muy orgánicos, con muchos recursos y muy eficientes, porque venían con cientos de horas de trabajo a sus espaldas enfrente de una cámara de televisión. Ahí fue cuando empezaron a cambiar las tornas, porque nosotros teníamos el reconocimiento del público joven, pero en absoluto el de la industria.

A.C: Precisamente, tengo entendido que fue Pilar López de Ayala la que te recomendó para entrar en Al salir de clase.

V.C: Sí, yo había hecho con ella Menudo es mi padre. Cuando esta serie acabó, Pilar entró en Al salir y yo, durante este periodo, estuve haciendo teatro y algunos cortometrajes. Así que ella le habló de mí al director que había entonces, Antonio Cuadri; me hicieron una prueba y no me cogieron. Al año siguiente, Pascal Jongen me hizo otra y fue entonces, en la segunda temporada, cuando entré entre la nueva remesa de personajes. Pero, según me consta y esto nunca me lo ha dicho Pilar, fue ella la que le dijo al director que había un actor con el que había trabajado y que le gustaba mucho, para que me hiciesen un casting. Con lo cual le debo a ella haber entrado en la serie, o, al menos, que me hicieran la prueba.

A.C: Y, después de dos años, te fuiste sin tener un plan B u otras ofertas mejores. Hay que tener valor…

V.C: Tenía un pequeño plan B, pero pasó más de un año hasta que se materializó. Yo me lo pasé genial interpretando ese personaje, me divertí muchísimo y crecí mucho como actor, porque para mí fue un gimnasio. Era la ocasión para poner en práctica todo lo que había aprendido en la escuela y en otros cursos de interpretación, en concreto con Paco Pino, y poder conocerme como actor. Expandir mis límites y saber cuáles eran mis virtudes y mis debilidades. Me lo tomé así durante dos años, al mismo tiempo que iba descubriendo al personaje. Cuando sentí que ese papel ya lo tenía dominado, aguanté un par de meses más porque me sentía repitiendo, una y otra vez, lo que ya sabía hacer. Ese fue el momento en el que me di cuenta de que era hora de irse, porque corría el peligro de quemarme y de quedarme, como actor, en una comodidad confortable que sentía que no me iba a llevar a ningún lado. Había ahorrado dinero para estar un tiempo sin trabajar y quise pasar página para enfrentarme a otros registros y a nuevos personajes.

A.C: La próxima semana vuelves a la pequeña pantalla con Los tres cerditos, dentro de la serie Cuéntame un cuento. ¿Qué me puedes adelantar?

V.C: Es una adaptación de cuentos infantiles que plantea la pregunta ¿Qué ocurriría si adaptásemos esas historias a una realidad contemporánea y realista, manteniendo los elementos narrativos del cuento? Éste es el concepto con el que arranca la serie. Son cuentos muy conocidos, como La bella y la bestia, Hansel y Gretel, Caperucita o, en este caso, Los tres cerditos. La primera vez que supe de este proyecto fue cuando me llamó directamente el director y, según tengo entendido, fue porque el actor que iba a interpretar al lobo, finalmente, no puedo hacerlo, porque tenía otros compromisos. Mi nombre surgió porque Laura Cepeda, que se encargaba del casting, estaba arreglando una estantería que tiene en su oficina, llena de dvds, y no sé si se le cayó toda la estantería o sólo los dvds, pero el caso es que en sus manos cayó la película Tres días, que yo protagonicé. Y fue así como, en ese momento, pensó en mí para hacer del lobo. Así que supongo que este papel, en parte, se lo debo al mal funcionamiento de una estantería del Ikea (Risas). Total, que me llamaron para hacer la serie y lo grabamos en diez días prácticamente, un tiempo record, pero yo me quedé muy contento con el resultado. La serie ha estado guardada esperando el momento perfecto para emitirla. El año pasado la premiaron en el Festival de Luchon, en Francia, como la mejor serie de ficción española, compitiendo con otras muy gordas.

A.C: ¿Cómo es el lobo al que interpretas?

V.C: Bueno, soy el lobo, pero, de alguna forma, no empiezo siendo un lobo. Es un tipo normal y corriente, pero las circunstancias y las cosas que le suceden le llevan a querer convertirse en un lobo. Esto también es un poco lo interesante de este planteamiento: no es un lobo clásico, no es el malo… Sencillamente, es un hombre al que la vida lo lleva a ser lo que, por esencia, no es.

A.C: Es curioso, porque cuando somos niños y muchos soñamos con ser actores, nunca piensas que vas acabar interpretando al lobo de ese cuento que tantas veces hemos leído.

V.C: Para nada. Es lo último que se te pasa por la cabeza… (Risas). Cuando uno dice: “He hecho Los tres cerditos”, por lo general, la gente siempre piensa que has hecho un cuento infantil, que te has disfrazado de lobo o de cerdito…

A.C: ¿Entonces nos vamos a quedar con las ganas de verte vestido de lobo?

V.C: Bueno, se juega un poco con la idea, pero no me visto de lobo. Hay un momento en el que se utiliza una máscara de lobo, pero es para recordarle un poco al público que ese personaje se identifica con el lobo. Ya verás que están muy bien utilizados los elementos del cuento.

 

 

 

A.C: Ésta se ha convertido en una pregunta recurrente a todos los que, en algún campo, han participado en La República: ¿Cuándo se emite la segunda temporada de la serie?

V.C: Es que ninguno sabemos nada. Eso supongo que estará en manos de los programadores o del directivo de TVE, y no sé de qué depende que se emita o no. Pero bueno, el caso es que ahí está, guardada desde hace tres años. En fin, esperemos que algún día vea la luz.

A.C: Puede que antes, en esa misma cadena, te veamos en Prim, que has rodado a las órdenes de Miguel Bardem.

V.C: Yo he visto ya el resultado y te puedo decir que me encanta. Además, para el que no conozca la historia de Prim, la va a disfrutar mucho, porque es el primer JFK de la historia de España. Es un atentado que se hizo a un presidente del gobierno, en el que hubo un cabeza de turco y una conspiración que, hasta hace poco, no se ha descubierto. De algún modo, la historia siempre ha culpado a un tipo, que es el personaje que interpreto yo, pero recientemente se ha sabido que, seguramente, no fue él. En fin, es una historia apasionante, y uno, viéndola, se da cuenta de que no ha cambiado en absoluto la historia de España y que todo sigue exactamente igual. Es una tv movie maravillosa, la dirección de Miguel es magnífica y los compañeros están también muy bien.

A.C: Me han contado que pasaste mucho frío rodándola…

V.C: Eso es cierto, y yo con el frío lo paso muy mal, pero mereció la pena.

A.C: Yo creo de que eres consciente de lo mucho que se te respeta en esta profesión y los tres premios que tienes en casa de la Unión de actores son una buena prueba de ello. Además, te sigues emocionando cada vez que te nominan.

V.C: ¡Hombre, claro! Tú sabes que yo lo vivo con una mezcla de alegría y, al mismo tiempo, me asalta la idea de que no me lo merezco, de que hay veinte actores mejores y que también deberían estar ahí. Le doy muchas vueltas a la cabeza con la idea de que no me lo merezco, hasta que llega el día de la gala en la que la vivo con esa paranoia o me relajo y la disfruto. Pero las veces que he conseguido llevarme el galardón, siempre lo he vivido como que no es que mi trabajo sea el mejor que el de los otros nominados, sino que lo he sentido como una especie de palmadita en la espalda por parte de los compañeros de profesión en plan “confiamos en ti, vas por buen camino o nos gusta como trabajas”. Y siempre me emociono por eso, no porque considere que estén premiando un trabajo que es mejor que el de otro.

 

 

A.C: También eres de los que se emociona cuando ve por primera vez la promo de un trabajo que ha hecho…

V.C: Imagino que es porque aún queda un poco de ese chico de provincias que aún no se cree que esté aquí, viviendo de esto. Lógicamente, en todos estos años uno pierde parte de esa ingenuidad con la que llegué a Madrid y te acostumbras al trabajo que tienes… pero es cierto que aún me emociono al ver un proyecto en el que te has volcado y ver cómo ha llegado a la gente, porque pongo el corazón en todo lo que hago. Pero también te digo que si hago un trabajo que yo considero que no está a la altura, no me emociono en absoluto, por más promoción que tenga. Al contrario, siento mucho bochorno.

A.C: Este lunes se estrena Los tres cerditos y la semana siguiente se alza el telón del Fausto con Pandur. ¿Por qué estreno estás más nervioso?

C.V: Por Fausto. De Los tres cerditos ya he visto el resultado, estoy contento y solo queda que la gente lo vea, lo disfrute y lo comparta. En el teatro, sin embargo, ya sabes que cualquier estreno te pone un poco nervioso. Siempre hay un punto de expectación, de a ver cómo va a quedar esto y a ver cómo lo recibe el público.

A.C: Podríamos seguir horas hablando de todo lo has hecho, lo que aún te queda por estrenar, como El final de la comedia, en Comedy Central, la película Unamuno en Fuerteventura, la colaboración en la Tv movie Diamantino… y la inminente grabación de El ministerio del tiempo, donde interpretarás al mismísimo Lope De Vega, pero no hay tiempo para todo… Espero que nos volvamos a reunir pronto en otra entrevista y que, para entonces, hayas tenido la oportunidad de incorporarte a un nuevo proyecto en el que, además, también incluyas tu tercera pasión, la fotografía.

V.C: Bueno, en Karabudjan y en la película Camera Obscura era fotógrafo, y en Hermanos he sido cámara. Pero sería bonito hacer algo donde estuviera la música, la interpretación y la fotografía… porque la verdad es que, cuando no estoy trabajando como actor, la fotografía es lo que consume gran parte de mi tiempo.

A.C: Y acabas de hacer tu primera exposición…

V.C: Sí, hace un par de meses, en el Festival de cine de Cabra. Me lo propusieron y allá que me lancé… Y ahora, en Diciembre, voy a hacer otra pequeña exposición en Argentum, que es una asociación de fotografía analógica, y, en este caso, van a ser solo fotografías analógicas en blanco y negro.

A.C: Pues el próximo reportaje que sea sobre fotografía.

V.C: Me parece perfecto. Te tomo la palabra.

 

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOGRAFÍA: CARLOS DAFONTE

MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: PAULA CALZADA

AGRADECIMIENTOS: HAZEN, TIENDA DE INSTRUMENTOS MUSICALES (www.hazen.es), JAIME PALACIOS.

 

¡NO TE PIERDAS el próximo JUEVES 13 DE NOVIEMBRE AlgoPasaCom… ALBERTO AMMANN!

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