Nora Navas: “Tu mejor currículum es tu último trabajo”

Nora Navas: “Tu mejor currículum es tu último trabajo”

Llevaba meses esperando un milagro. O, lo que es lo mismo, un espacio de tiempo para mí en el que poder retomar mis entrevistas en AlgoPasaCom, después unos meses de ausencia en los que había sido imposible compaginarlo con  el rodaje de dos nuevos proyectos. El momento había llegado acompañado de nombre y apellido: Nora Navas. Aquella lluviosa mañana, mientras la esperaba en el Dear Hotel, donde nos habíamos citado en un descanso durante sus representaciones de Las brujas de Salem en el Teatro Valle Inclán de Madrid, no paraba de recordar la primera vez que la vi trabajar, en la película Pa Negre, y lo impactado que me quedé con su enorme talento (y creo que no fui el único) al salir del cine. “Nora, te confieso que llevo meses sin hacer una entrevista y no sé si me acordaré de cómo se hace”. Ella me miró y dijo: “Pues te la hago yo a ti”. Por suerte, no hizo falta llegar ese extremo…

 

Ángel Caballero: Eres una de mis actrices favoritas, hace tiempo que sigo de cerca tu carrera y, preparándome para esta entrevista, no podía dejar de preguntarme… Con el talento que tienes para la interpretación, ¿Cómo ha podido tardar tanto en descubrirte el gran público? ¿Tú siempre quisiste ser actriz?

Nora Navas: Muchas gracias. Creo que nunca llegas a saber lo que quieres ser. Incluso ayer, antes de salir a hacer la función, pensaba “Igual me tendría que haber dedicado a otra cosa”… Siempre pienso que tendría que buscar otro oficio, que algún día se darán cuenta de que esto es todo una farsa y dirán ¿Pero qué hace esta mujer aquí? Yo empecé a bailar desde que era muy pequeña. A los cuatro años entré en una escuela de danza y a los seis ya era la protagonista y hacía de Shirley Temple con sus tirabuzones, y hacía El mago de Oz y salía ahí con todo el desparpajo. Sólo bailaba, pero supongo que ahí se fue gestando el germen del teatro… Y con los años me matriculé en humanidades en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde me iba siempre al aula de teatro. No sabría decirte el qué, pero había algo de ese mundo que me llamaba, esa expresión creativa…

 

A.C: No sé si a ti te habrá pasado, pero yo recuerdo los primeros años, al salir de la escuela y hacer los primeros papelitos en series y en teatro, y sentir cierto pudor al decir que eras actor cuando alguien te preguntaba a qué te dedicabas… ¿Tú en qué momento sientes que eres actriz?

N.N: Sí, a mí también me pasó esto. Con los años fui haciendo cosas, como un programa en Canal Plus, una serie… pero no me gustaba mucho ni lo que hacía, ni lo que después veía. Me fui a Buenos Aires a hacer una coproducción de unos directores argentinos y la sala Beckett de Barcelona, y allí empecé a ver cosas maravillosas que me rompieron la cabeza. Fue entonces, viendo el tipo de teatro que me gusta, cuando sentí que había conectado con esa esencia, que igual estaba ahí desde los cuatro años. Desde entonces, cuando alguien me preguntaba, yo respondía con rotundidad: “Soy actriz”. Pero, en mi caso, ese sentimiento no vino por el trabajo que estuviera haciendo, sino por lo que yo vi allí. Y dije: “Yo quiero ser de este gremio”. Antes de esto, recuerdo que trabajaba como desde la vergüenza o con esa sensación. Puede que sea porque siempre he sido muy buena estudiante, de “tengo que hacerlo bien porque si no me van a castigar”. Hasta ese momento, es como si todo lo que hacía fuera por demostrar algo y no por unas inquietudes y necesidades artísticas.

A.C: A lo largo de los años, hablando con otros compañeros, me he dado cuenta que los actores que de niños fuimos buenos estudiantes, después hemos tenido que aprender a no ir a buscar un resultado y dejarnos llevar, disfrutando del momento a momento, porque, en mi humilde opinión, es la fórmula para llegar a hacer un buen trabajo.

N.N: Totalmente de acuerdo, pero también tiene que haber un rigor muy grande. Cuando he dado clases a niños o cuando he ido a ver a estudiantes de E.S.O, junto a otros profesionales de otros campos, para hablarles de nuestros trabajos, todos, sea de la profesión que sea, acabamos diciéndoles lo mismo: “Tiene que haber una disciplina, un rigor, un sacrificio…”. Siempre digo que tu mejor currículum es el trabajo que estás haciendo ahora y no lo que ya has hecho. Es verdad que no hay que caer en querer ir a “hacerlo bien” y buscar así un resultado, pero también hay que tener una disciplina. Yo llego al teatro dos horas antes para calentar, el cuerpo lo tengo súper preparado… porque, para mí, un actor es como un atleta.

 

A.C: Supongo que, sobre todo en ese sentido, la disciplina que aporta la danza te enseñó mucho…

N.N: Muchísimo. Es que un actor debe estar siempre entrenado. A mí los actores vagos no me gustan… Recuerdo la primera función de teatro que hice, Calígula, en la sala grande del Teatro Nacional, donde estaban actores de toda la vida; algunos ya eran prácticamente funcionarios… y yo hacía un papelito sin una sola frase, pero salía a darlo todo. Recuerdo que estaba de espaldas, antes de salir, y yo sintiendo todo, con la lágrima cayendo… y, de repente, veo a algunos compañeros con la cara ya cansada y bostezando en escena, y pensaba: “¿Pero cómo pueden hacer eso?”. Por eso te decía que tiene que haber un rigor muy grande, pero también tiene que estar esta libertad absoluta de la que tú hablas para que pueda salir ese duende.

A.C: Hablabas antes de ese famoso momento, antes de salir a escena, en el que quieres salir corriendo y dedicarte a otra cosa. No sabes cómo me tranquiliza escuchar esto a alguien como tú…

N.N: Es que es algo muy común… Yo he trabajado con compañeras como Rosa María Sardá o Vicky Peña, y también les pasa. Es que en el teatro estás siempre en la cuerda floja, y no es como el cine o la televisión donde puedes repetir… Con el tiempo he aprendido que en el cine lo que es esencial es trabajar bien la concentración, para poder tener ese momento de libertad. En teatro empiezas la función y, a partir de ahí, ya puedes volar. En audiovisual, por el contrario, tienes que ir cortando, y eso requiere mantener una gran concertación, para poder tener consciencia del momento en el que estás, repetirlo exactamente igual y todo ello con un equipo técnico al lado, observándote… Ahí tienes que conseguir que en el momento exacto salga algo autentico, y eso a veces sale y otras no.

A.C: Corrígeme si me equivoco, pero vas a cumplir veinte años en esta profesión…

N.N: Sí, más o menos. Lo primero que hice fue el fin de año de Tv3 y tenía dieciocho años. Allí cantaba, bailaba… (Comienza a tararear con alegría la melodía del programa) y gané quince mil pesetas, con las que me compré una chaqueta de cuero. Un año después ya hice el programa para Canal Plus, que fue como el primer trabajo más profesional.

A.C: Echando la vista atrás… ¿Qué fue más duro? ¿Llegar o mantenerse?

N.N: Es complicado… Si hago ese ejercicio de mirar al pasado, pienso que he hecho teatro infantil, he estado montando, he hecho grabaciones para CDs de bruja Pirula, he hecho teatro súper cutre en salas enanas, he vendido entradas de teatro para poder pagarme un billete para ir a Buenos Aires… Me pagaba el tren para venir a Madrid a hacer castings de publicidad y cuando llegaba me decían: “Preséntate, danos los perfiles y muchas gracias”… Por lo que no fue todo tan rápido. Siempre he estado muy apoyada por mis padres, pero recuerdo una vez que mi padre me dijo: “Hija mía, si quieres te ayudo a montar una tienda…” Y yo: “¿Pero qué dices? Confía un poco más… Déjame…”

A.C: ¿Alguna vez le has recordado aquellas palabras?

N.N: Sí, cuando recogí la Concha de Plata en San Sebastián… Le dije: “Mira que si te llego a hacer caso y me llegas a montar la tienda…” (Risas) y él: “Bueno, bueno… A ver, donde vamos a comer…” (Risas)

 

A.C: Tienes la Concha de plata, el Goya, el Forqué, el Gaudí… ¿Te queda alguno para completar la colección?

N.N: Pues tengo en casa una vitrina muy bonita de estilo antiguo, donde está mi colección de bolas del mundo y la Concha, los dos Forqués, el de Miami, el de la Seminci… Están todos ahí, menos el Goya, que está en otro sitio, al lado de un cuadro, un poco más solitario.

A.C: Además de los premios, también cosechas varias nominaciones… ¿El sentimiento que se tiene al escuchar “el ganador es…” siempre es el mismo?

N.N: No, cambia. Para mí, la experiencia más bonita fue en San Sebastián… Por poder presentar allí Pa Negre, que, en mi opinión, es un peliculón, y por poder vivir todo aquello con Agustí Villaronga, Sergi López, Laia Marull… Estábamos ahí de colonias, y estás en un festival de cine en estado puro donde el jurado es internacional… y, de repente, te llaman y te dicen que tienes que volver para recoger el premio… Imagínate, fue súper emocionante. Como ya veníamos de San Sebastián, los Gaudís… pues dices: “Oye, a lo mejor ganamos el Goya”… y fue igual de emocionante. En las siguientes nominaciones a los Goya, ya has pasado por todo eso. Es como un ensayo general en el que empiezas a aprender cómo funciona todo y tú ya dices: “Vale, este año ya no me lo dan”. (Risas)

A.C: En tu trayectoria, evidentemente, hay un antes y un después de Pa Negre… En el plano personal, ¿Qué significó esta película para ti?

N.N: Muchísimo. Fue un antes y un después, por haber participado en la película, por haber ensayado con Agustí, por haber creado ese personaje de Florencia y por poderla revisitar ahora como espectadora y decir: “es que a mí me encanta”, “qué peliculón”, “cómo me gusta poder estar en esta película”…

A.C: En algún momento te paraste a pensar: ¿Volveré a tener un personaje como el de Florencia?

N.N: ¡Claro! Ahora no aparecen personajes como ese, ni aparecen guiones tan buenos como Pa Negre. Yo soy actriz, y te confieso que prefiero pasarme la vida haciendo teatro y haciendo personajes como Elizabeth (en Las Brujas de Salem) o como ahora, que voy a hacer Bodas de sangre en la Biblioteca de Cataluña, que apuntarme a una película para hacer un personaje prototipo de “mujer de”. Es que no me interesa… para eso, prefiero quedarme en mi casa, disfrutando de mi hija. Mi representante me dice: “Ya, pero es que, a veces, estas pelis se han de hacer para que tal y cual…”, pero es que me da igual. Yo no hago nada que no me guste. Prefiero comer poco y no irme de vacaciones ese verano, antes de hacer algo que no sienta y en lo que no crea. Ya he pasado por series diarias, sé lo que es y no me hace feliz.

A.C: Donde se te ve disfrutando como actriz (y sufriendo como el personaje) es sobre las tablas del Teatro Valle Inclán de Madrid con la función Las Brujas de Salem, de Arthur Miller, una obra por la que no pasa el tiempo y que sigue vigente como el primer día. Curiosamente, la estrenasteis en Madrid el día que Donald Trump asumió la presidencia…

N.N: Sí, el día que dijo aquello de: “Todos los americanos debemos de ayudarnos entre nosotros y, sobre todo, nos ayudará Dios”, y aquí también hablamos del terror de la iglesia, del puritanismo y de lo que puede acabar por hacer. En la función vemos cómo los personajes partían de algo bonito como es construir un pueblo, construir entre todos como una nueva Inglaterra y, al final, acaban construyendo su patíbulo, su propia cárcel y su propia horca.

 

 

A.C: La obra también habla de la esencia del ser humano, de esa mezquindad, que generación tras generación seguimos viendo, en la que todo vale, no importa a quién tengas que pisar para llegar a lograr tu objetivo.

N.N: Sí, aquí al final se están matando los unos a los otros por las tierras y por el dinero… Eso es algo que pasó, que pasa y que pasará siempre. En la función se habla de eso y de la falta de libertad. El personaje de Abigail, por ejemplo, es una chica que no vive en su época, es más libre que otros y se enamora de un hombre casado y se vuelve loca por querer ocupar un lugar que no le pertenece.

A.C: Una de las maravillas del teatro es que cada noche puedes revivir y redescubrir el texto de la obra que estás interpretando. En vuestro caso, además, por partida doble, porque la estrenasteis en catalán para el festival del Grec y ahora, en Madrid, la representáis en castellano.

N.N: Sí, nosotros la estrenamos allí con cinco funciones y todo lo que comporta estar en ese festival que es un anfiteatro maravilloso, al aire libre, dos mil localidades, en verano, que solo mirar arriba a las estrellas ya te inspiras… Luego la dejamos dormir hasta ahora que la hemos retomado. Y no hay nada mejor que retomar una obra, porque el personaje ya existe y lo que ahora van apareciendo son capas… y, encima, al cambiarla de lengua, todo es distinto, porque no se odia y no se ama igual en castellano y eso hace que aparezcan una serie de colores nuevos que la hacen aún más interesante. Para mí la obra ha mejorado mucho.

 

A.C: ¿Has tenido alguna experiencia sobre el escenario de esas de “me quiero morir”, que después acaban siendo una buena anécdota que compartir una cena entre amigos y compañeros de profesión?

N.N: Sí, tengo varias… Recuerdo en una función de Las tres hermanas, en la que íbamos todas con unos camisones blancos de lino, que yo estaba súper constipada y me empezó a sangrar la nariz sin parar. En un momento dado, la compañera se me acercó y me susurró: ¿Quieres que pare la función? Esto era en la sala grande del Teatro Nacional, y parar una función allí es como parar el reloj de la Puerta del Sol en año nuevo, así que le dije que no y seguimos. En un momento dado me acerqué a un espejo que había allí y cuando me vi era como si me hubiera convertido en Carrie de Stephen King, cuando le tiran la sangre por encima. Según iban saliendo los compañeros, me iban sacando pañuelos para cortar la hemorragia… Luego ya, cuando acabamos, vino el médico, tenía la tensión bajísima… No sabes lo que fue.

A.C: Precisamente, en ese teatro también estrenaste Doña Rosita La Soltera, de Lorca. Cito una de las críticas que te hicieron que, probablemente, resuma todas las demás: “Insuperable, Nora Navas… Sublime trabajo”. ¿Tú que sientes cuando lees estas palabras?

N.N: Me gusta mucho, la verdad. Hace poco, leí una en una revista que tenía mi padre, que era de Jordi Costa hablando de Todos queremos lo mejor para ella… Decía que era como un Stradivarius en estado de gracia, y me pareció algo precioso.

A.C: Y ahora vuelves a Lorca con Bodas de sangre.

N.N: Sí, será en los meses de junio y julio en el festival del Grec, junto a Clara Segura que, para mi, es una de las mejores actrices que hay. Será en la Biblioteca de Cataluña, que es un espacio muy mágico, en el que estaremos cuatro actores y un músico. Con arena. Habrá también un caballo en escena… Espero poder venir a Madrid también con ella, porque me está encantando la experiencia.

A.C: En breve te veremos también en La catedral del mar, uno de los proyectos más esperados del año. ¿Qué me puedes adelantar de la serie?

N.N: Yo creo que va a estar muy bien. Íbamos rodando por Barcelona por la Catedral del Mar, por el Barrio Gótico… y la ambientación era increíble, era como estar en la edad media. Yo aparezco en los tres primeros capítulos interpretando a Guiamona, que es un personaje muy bonito.

A.C: Imagino que habrás leído la novela en la que se inspira la serie para profundizar aún más en tu personaje…

N.N: Yo ya la había leído, así que lo hice fue revisitarla cuando me pasaron los guiones. Además, he trabajado con Daniel Grao, que nos formamos juntos en Barcelona, hacemos de hermanos y ha sido una experiencia maravillosa. Al igual que con Ginés García Millán, con el que ya había trabajado en Felices 140… por lo que ha sido un equipo muy bonito.

A.C: Nora, no sabes cuánto me cuesta tener que acabar esta entrevista, porque ha sido un verdadero placer.

N.N: No, el placer ha sido mío. Gracias por todo.

 

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOGRAFÍAS: MOISÉS FDEZ ACOSTA

MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: GEMA MARTÍNEZ

VESTUARIO NORA NAVAS: ELISABETTA FRANCHI (MOCA COUTURE). CALZADO: JIMMY CHOO Y MASCARÓ.

VESTUARIO ÁNGEL CABALLERO: VERSACE, ZARA. RELOJ: ARARÂT Y CALZADO: HAULT

AGRADECIMIENTOS: ALTER EGO TALENT HOUSE, CARLOS RAMOS, DEAR HOTEL, MATILDE VILLEGAS E ISABEL RIAL.