Mario Vaquerizo: “Hay que ser fiel a uno mismo”

Mario Vaquerizo: “Hay que ser fiel a uno mismo”

Él es, probablemente, uno de los entrevistados que mejor me lo ha hecho pasar en un reportaje. Profesional como el que más, educado, generoso, siempre a favor de obra y una de esas personas con las que te irías desde a un campamento de verano a pasar una noche en la ópera. Mario Vaquerizo publica su nuevo libro, Vaquerizismos (Espasa), con el que se ha propuesto vaquerizarnos a todos… y para llevar a cabo esta misión hemos pasado la tarde con él en el céntrico hotel Dear Hotel, junto a dos buenos amigos comunes, Pepino Marino y Crawford. ¿Conseguirá “vaquerizarnos”?

 

Ángel Caballero: Mario, me gustaría empezar esta entrevista con una frase que he rescatado de tu libro y que me ha gustado mucho: “Sólo vive el que tiene actitud”.

Mario Vaquerizo: Es que yo creo que da igual la actitud que tengas ante la vida, pero tienes que tener una. A lo mejor, a mí, la actitud que tú tienes no me gusta, pero simplemente por tener actitud te voy a respetar. Me gusta que te guste esta frase, porque eso significa que hablamos el mismo idioma. Me doy cuenta de que, hoy en día, la gente está como muy apática y que pasa de todo. Me da la impresión de que están como muy pasivos ante todo; y yo no pretendo aleccionar a nadie, ni decirles lo que tienen que hacer, pero sí me gustaría que hicieran cosas, y una de ellas es tener actitud ante la vida.

 

 

A.C: ¿Eres de los que piensan que hay que vivir la vida con intensidad, absorbiendo cada momento?

M.V: Con intensidad, con pausas, con locuras, con sentido común… Es que la vida es eso. Una vida bien llevada y con coherencia también está llena de contradicciones, como es el ser humano.

A.C: Y como puede ser el Vaquerizismo, esta especie de… ¿Religión?

M.V: Bueno, de religión entre comillas, porque si no sería una contradicción ya que también digo que estoy en contra de los dogmas. Yo lo veo más como una especie de panfleto, como un “ismo”. Como el vanguardismo, el surrealismo, el postmodernismo…

A.C: Y como buen panfleto o buen “ismo”, debe de tener una banda sonora acorde con este nuevo movimiento. ¿Cuál crees que es la música que mejor lo definiría?

M.V: Es que yo pondría muchas canciones. No cabrían en un solo disco. Sería una banda sonora que tendría cuatro o cinco volúmenes, de estos que tendríamos que dar por fascículos. Metería desde un tema de El Fary, como La Mandanga, que acabo de interpretar con su hijo Javi Cantero, a una de Blondie, pasando por una de los Village People, otra de los Ramones, de Raphael, de Raffaella Carrá, una ópera de Wagner… Es que serían muchas. Condensar en una sola canción el Vaquerizismo sería engañarte, porque como el vaquerizista de pro no es nada prejuicioso, y es muy ecléctico, pues participa de todo tipo de estilos musicales.

 

 

A.C: Mario Vaquerizo podría haber sido un perfecto renacentista, ya que eres representante, cantante, escritor, colaborador en programas de televisión…

M.V: Soy cómica, soy folklórica… soy de todo. Yo creo que es muy bueno tener varias profesiones en la vida, porque si algún día te falla una, ya tienes otra. También creo que tienes que tener capacidad, y no todo el mundo la tiene. No es por echarme flores… pero yo creo que medianamente, mejor o peor, siempre puedes hacer las cosas. Mientras lo hagas con ilusión y profesionalidad, puedes tener múltiples, variadas y diversas profesiones. Lo que pasa es que también tienes que tener inquietudes…

A.C: Y, desgraciadamente, vivimos en una sociedad en la que parece que “no está bien” que te dediques a múltiples oficios. Es como si por ejercer de una cosa no pudieras hacerlo también de otra…

M.V: Es que el corporativismo es muy malo. Yo recuerdo que durante la época en la que yo representaba a Elsa Pataky, todo el sector más reaccionario y corporativista del mundo del cine y la televisión nos criticaba y nos cuestionaba nuestro trabajo porque Elsa, además de ser actriz, también hacía portadas de revistas y campañas de publicidad. Ella fue la primera en hacer eso… En el fondo, era un concepto muy norteamericano, que con el tiempo han acabado adoptando todas las actrices de este país, pero en aquel momento nos crujieron. Yo creo que cuando tú estás muy seguro de algo, lo que te digan los demás está de más.

 

 

A.C: Por muy seguro que estés, ¿De verdad llega un momento en el que te deja importar la opinión de los demás, la crítica o el concepto que otros tengan de ti?

M.V: Mira, a mí, cuando era pequeño, me jodían determinados cuestionamientos, pero cuando ya pasas de los veinte años, llega un momento en el que tienes clarísimo de dónde vienes, a dónde vas y qué modelo te vas a poner. Con lo cual, la opinión de terceros no me importa. Sí es verdad que cuando empecé a ser más famoso, a raíz del programa de Alaska y Mario, me fastidiaban mucho las críticas, pero no por mí, sino por lo que pudiera pensar mi madre. Ella lo pasaba mal con todas esas personas que critican por criticar y que se inventan cosas solo para hacer daño, porque no está acostumbrada a todo esto. Así que un día la senté y le dije: “Tú no te preocupes de nada, porque, desde el primer momento en el que te expones a la opinión pública, tienes que estar preparado para que te digan guapa y fea, y yo lo estoy”. Lo que también tengo que decir es que, a día de hoy, cuando voy por la calle tengo que agradecer la buena educación que tiene conmigo la gente a la que no le gusto, porque no me dicen “mamarracho” o cosas que se creen que me ofenden y que, en realidad, no me ofenden. Donde sí lo hacen es en las redes sociales, en los blogs… porque ahí se refugian en el anonimato, ya que no tienen cojones de decírmelo a la cara. Como no podemos gustar a todos, sólo podemos pretender hacer de forma coherente lo que tú sientas en cada momento.

A.C: Hablando de madres, ¿Sabes que la mía no me deja hablar cuando estamos en casa y apareces tú en la tele? ¿Qué les das a las madres, que las vuelve tan locas?

M.V: Fíjate, yo creo que es la sinceridad. La gente agradece mucho la sinceridad. También les gustan mucho las palabras cariñosas, y yo es que soy muy cariñoso. Es que no sabes tú cómo me adoran las madres y las abuelas… Firmo una cantidad enorme de libros, no para los niños jóvenes, que a priori se supone que es mi público más objetivo, sino para ellas. En el fondo, todo se resume en ser fiel a uno mismo y transmitir humildad, que también es algo muy importante.

 

 

A.C: ¿Qué opinión te merece la fama?

M.V: Cuando yo digo que me gusta la fama, mucha gente piensa que es algo que yo haya buscado, y no es así. A mí la fama, en realidad, me ha venido dada; y claro que me gusta mucho, pero no ha sido nunca una finalidad o una pretensión, porque si la persigues y  no lo consigues te quedas frustrado. Yo hice el programa de Alaska y Mario porque me gustaba el formato, porque participo de ese tipo de televisión y, en todo momento, pensé que iba a interesar a cuatro amigas.

A.C: ¿Y qué se siente cuando llegas a una caseta a firmar libros, como ocurrió en Sant Jordi, y descubres que hay miles de personas esperando para verte, generando una enorme histeria colectiva que, como tú dices en tu libro, ya quisieran los Pecos en sus tiempos?

M.V: ¡Es que me tuvieron que escoltar los mossos d´esquadra! Al principio me agobié mucho, pero luego pensé: “olé mi coño, me ha tocao un queso”, porque me lo pasé fenomenal y, sobre todo, me alegré mucho por la editorial.

A.C: ¿Dirías que ésa es una de las cosas más curiosas que te han ocurrido en este mundo de la farándula?

M.V: Podría ser… O cuando se nos metieron en la habitación unas groupies de las Nancys rubias, en Navarra, que se querían acostar conmigo y con la Juan Pedro. Y yo les dije: “¿Pero muchachas, donde vais? Mirad, si la Juan Pedro no se acuesta con nadie y yo ya me acuesto con mi mujer…” Además, que eso de sexo, drogas y rock and roll es una cosa tan antigua que yo creo que no lo hubiera hecho ni con quince años.

 

 

A.C: Tú te has declarado fan fatal de mucha gente… ¿Cómo dirías que debe ser un perfecto fan?

M.V: Pues, sin ir más lejos, como estos amigos que nos acompañan hoy, Pepino Marino y Crawford. Ellos eran fans de mi mujer, siempre desde el cariño y el respeto, y con el tiempo hemos acabado siendo amigos. Además, es que como yo siempre que estoy con ellos, me siento bien e, inevitablemente, me sale ser cariñoso con ellos, y además sé que lo van a valorar… La espontaneidad también es algo que yo valoro mucho. Yo agradezco mucho ver una entrevista de gente de la que soy fan, como Carmen Maura, y ver que no se ciñen solo a hablar de la película que esté promocionando en ese momento, sino que te regala la entrevista y hace que te sientas feliz e importante. Este tipo de cosas te hacen la vida más agradable y hace que llegues más a la gente, porque las personas no quieren ver malos rollos, ni ver como se gritan los unos a los otros… por eso, cuando yo grito, siempre intento que no lo vea nadie.

A.C: ¿Pero tú gritas?

M.V: Un montón. Cuando me enfado con la Olvi (se refiere, por supuesto, a su mujer, Olvido Gara, su inseparable Alaska), empiezo: “porque me cago… porque tú me dijiste aquello…” hasta que ya ella se cansa de mí y me quedo hablando sola con la pared.

 

A.C: A lo largo de estos años has podido conocer a muchos artistas a los que siempre has admirado. ¿Eras más fan de ellos antes o después de tratarlos en las distancias cortas?

M.V: Ahora mucho más. Ese revulsivo de “jamás conozcas a tus ídolos, porque te van a decepcionar”, a mí no me ha pasado. En el caso de Fabio Mcnamara, con el que escribí un libro, no es que le siga admirando, es que lo he elevado a la categoría de Dios. Como tú bien dices, he tenido la suerte de conocer a gente a la que he admirado mucho y esas personas no me han decepcionado. Pero, por ejemplo, en el caso de Fabio es la persona más genial que he conocido. Conocer a Fabio es sentirte un ser privilegiado. Por eso también me siento tan orgulloso de ese libro, que me costó diez años de ir de tras de él y perseguirle, porque primero me decía que sí y luego que no. Yo era tan feliz, durante esos dos años, todos los días entrevistándole para dar forma a su biografía, y él, cómo se abrió en canal conmigo, porque así lo decidió… Cuando estoy con él aprendo muchas cosas, pero, sobre todo, a no quedarme anclado en el pasado, que es algo que, desgraciadamente, a muchas personas les ocurre.

A.C: Pues miremos al futuro… ¿Cómo te ves dentro de unos años?

M.V: En una casa de campo, pero todo con una decoración Liberace. Con mucha piel, en algunos apartados que sean míos y no de Alaska, porque si no se enfada… Teniendo una vida muy tranquila, leyendo mucho y consumiendo muchas películas. Y, cuando haya un espectáculo muy chulo en la Gran Via, que mi chófer nos traiga a mi mujer y a mí a verlo con sesenta y dos o sesenta y tres años…

 

 

(Estamos en la maravillosa terraza del hotel, aprovechando el magnífico entorno para hacer la entrevista al aire libre y, al parecer, el buen día nos ha jugado una mala pasada, cuando un espontáneo no invitado se nos ha colado en la entrevista y ha decidido que era un buen momento, y lugar, para aliviarse… Mario interrumpe repentinamente y grita, entre risas.)

 

M.V: Ay, ¡Se ha cagao un pájaro! ¿Se ha cagao o se ha meao? Se ha meao, ¿no?

A.C: Parece que sí… ¿Te has manchado?

M.V: Me ha salpicado un poco… Vaya… ¡Que está meona, el pájaro!

 

(Mario tiene un contagioso ataque de risa que hace que, por unos segundos, no podamos continuar con la entrevista. Este imprevisto me sirve, accidentalmente, para conocerle un poco más, porque, donde otros muy probablemente se enfadarían, se descompondrían (porque quieren salir perfectos, y que te meen encima es lo contrario a eso) y tendrían dificultades para proseguir, estarían malhumorados, cabreados o desconcentrados… pero Mario, en cambio, lo encaja con la misma desenfadada alegría con la que afronta cualquier otro imprevisto, sin perder la sonrisa, la energía o, mucho menos, la compostura. Lejos de indignarse o hacer un drama, sigue adelante como si tal cosa, con simpatía y encanto. Llegados a este punto, en el que hay un poco más de confianza, no puedo evitar preguntarle…)

 

 

A.C: Algo me dice que no me vas a mentir si te pregunto ¿Qué hay de Mario, la persona, en el personaje público Mario Vaquerizo, al que todos conocemos?

M.V: Todo, porque Mario es Mario. Cuando yo me hice más conocido, todo el mundo preguntaba a mis amigos más cercanos, “¿Pero Mario de verdad es así?” Y ellos respondían: “Sí, él siempre ha sido así…” Y es cierto. Lo que también ocurre es que, después, tú te profesionalizas, y dependiendo de donde estés, y en qué tipo de formato, sabes lo que tienes que hacer y dar. Si, por ejemplo, voy a El Hormiguero y me dicen que tengo que ir a Tokio, pues allí que me planto, porque es un programa de entretenimiento y es lo que demandan. Si tú ahora me dices que quieres que hablemos de un tratado de filosofía, pues yo encantado, porque es lo que me pides y, ante todo, hay que ser profesional. Además, es que yo tengo muchas caras… Soy muy poliédrico y participo de todo, desde lo más intenso a lo más ligero.

A.C: Esa es una gran virtud…

M.V: Eso también pienso yo. Mis padres me hicieron así y tengo la suerte de que mi ADN es desprejuiciado por naturaleza.

 

A.C: Una de las cosas que te ha llevado a escribir este nuevo libro, Vaquerizismos, es que, según cuentas, cada vez te cuesta más decir que no. Curiosamente, al resto de los mortales nos ocurre justo lo contrario y, con el paso de los años, solemos recurrir más al No.

M.V: Es que a mí todo lo que me proponen me gusta, coño. Yo ya dije que no iba a hacer otro libro, porque ya había escrito el de Fabio Mcnamara y con ese ya me podía morir tranquilo, porque aquel sí que era mi proyecto literario elegido. Digo que sí a muchísimas cosas, pero también digo que no a otras, porque me han propuesto cosas a las que he dicho que no porque no me apetecían. Yo hago lo que me apetece, y hago muchas cosas porque querer es poder y porque, últimamente, las cosas que me proponen me divierten un montón. Por ejemplo, no he ido a muchos programas de debates políticos, porque te obligan a estar en un extremo o en otro y yo me conozco y sé que acabaría estando en medio, porque, enlazando con lo que hablábamos antes de la transversalidad, a mí hay cosas de unos que me encantan y otras de otros que también. Estamos, casi, solas, porque quedan muy poquitas gentes así, por eso hay que hacerse del vaquerizismo.

A.C: En tu libro hay un capitulo que titulas como aquella canción que escribió José Luis Perales para Miguel Bosé, Morir de amor.

M.V: Sí, pero yo lo pongo entre interrogantes. ¿Morir de amor? El amor mueve el mundo, pero el amor bien entendido. El jugar a Romeo y Julieta o a los amantes de Teruel, tonta ella y tonto él… para mí eso no es amor. Yo creo que el amor es lo que tengo yo en mi día a día con mi mujer, que es tener la suerte de encontrarte con una persona, ser correspondido y, después de ese enamoramiento inicial, tener la suerte de saber transformarlo en un amor verdadero, donde hay amistad, respeto, crisis, pequeñas edades de hielo… Y a la vez que sea algo muy consolidado y solo de los dos. Yo estoy en contra de las parejas abiertas y todo eso. Si yo quiero tener una pareja abierta, para eso no establezco un compromiso con mi chica, me dedico a putear por ahí y tengo amantes con las que encima no tienes ni que pagar la mitad del piso.

A.C: Mario, me pasaría horas disfrutando de esta charla contigo, pero tenemos que ir acabando…

M.V: ¿Ya?

A.C: Sí, pero quiero que sepas que también he disfrutado mucho leyendo tu libro y que aquí tienes uno más que se une al vaquerizismo.

M.V: Gracias, cariño. Qué bien… Además, me he dado cuenta de que te lo has leído entero, y eso se agradece muchísimo cuando uno hace entrevistas.

 

A.C: Te deseo todo lo mejor y espero que nos veamos pronto en las convenciones de los vaquerizistas…

 

 

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOS: PEPINO MARINO

PRODUCCIÓN: JAIME PALACIOS

VESTUARIO ÁNGEL CABALLERO: BREA

ESTILISMO ÁNGEL CABALLERO: CARMEN BENA

AGRADECIMIENTOS: MIGUEL BALANZATEGUI, RAKEL OROZCO, EDITORIAL ESPASA, SERGIO GARCÍA JÁÑEZ, CRAWFORD, MATILDE VILLEGAS, DEAR HOTEL