Luisa Gavasa: “La vida de los actores es una inesperada travesía”

Luisa Gavasa: “La vida de los actores es una inesperada travesía”

Cuando Leticia Dolera, cuyo criterio tengo muy en cuenta,  me habló de La Novia y me animó a ir a ver un pase de la película, no podía ni llegar a imaginar todo lo que removería dentro de mí. Desde la fotografía al montaje, pasando por la dirección, la música y sus actores, me pareció una obra maestra en la que el trabajo de Luisa Gavasa llamó especialmente mi atención. Ella pertenece a ese tipo de actrices, al más puro estilo Katharine Hepburn o Helen Mirren, llenas de energía, fuerza y garra que, una vez que las ves en pantalla, no te las puedes sacar de la cabeza. Yo me equivoco en muchas ocasiones, pero, afortunadamente, parece que esta vez la industria está de acuerdo conmigo y por este trabajo ha iniciado una carrera de reconocimientos, como el premio Feroz o la Medalla CEC, que espero que culmine este fin de semana con lo que a mi juicio sería un merecidísimo Goya.

 

Ángel Caballero: Antes, junto al piano que tocaba Federico García Lorca, mientras hablábamos de la Generación del 27, fantaseábamos sobre con cuál de ellos haríamos un viaje…

Luisa Gavasa: Y yo te he dicho que el viaje ya lo he hecho con Lorca, gracias a esta película de La Novia… Es curioso, porque, con todos los años que llevo en este oficio, nunca había trabajado un personaje de Lorca, y, de pronto, me cae este regalo que ha sido poder interpretar a esa madre. Ha sido un viaje muy importante, que parte de la oscura raíz del grito hasta llegar a esos paisajes de Zaragoza, a esa Salina, a esa casa del novio y esa casa de la novia donde hemos dejado tanta energía todo el equipo de la película.

 

 

A.C: Un viaje que, precisamente, empezó aquí, en la Residencia de Estudiantes.

L.G: Sí, porque fue en este maravilloso lugar donde veníamos a ensayar la película, allá por junio del 2014. Aquí empezamos a encontrarnos Asier Etxeandía y yo como madre e hijo, Inma Cuesta y yo como la novia y la suegra, Carlos Álvarez Novoa, con el que yo he trabajado muchísimo y que se nos ha ido al reino de la luz… Así que esto siempre estará vinculado a la película, por lo que cuando tú me propusiste que tuviéramos este encuentro aquí, me pareció el sitio perfecto.

A.C: Una vez, entre confesiones con Ana Fernández, le dije lo mucho que me gusta el trabajo de Paula Ortiz como directora y el bien que creo que hacen a la industria de nuestro cine directoras como ella. Ana me dijo: “pues tienes que conocerla, porque es maravillosa”…

L.G: Yo estoy de acuerdo con ella. Es que no sabes lo que es… A mí, por lo general, me gusta más que me dirijan mujeres. No por nada feminista, sino porque creo que hay unos códigos que hacen que te entiendas enseguida. Al igual que yo no sé lo que os puede doler que os afeiten la barba, tú, por mucho que te lo expliquen, nunca vas a saber lo que duele un parto… Esos son códigos que están ahí y que hacen que te entiendas mejor con la persona que te dirige. Además, a mí me han dirigido ya muchos hombres y muy pocas mujeres, por lo que me gustaría también trabajar más con algunas directoras a las que admiro mucho. Y que te dirija alguien como Paula Ortiz, es un regalo de la vida. Ella y yo ya solamente tenemos que mirarnos para saber qué es lo que quiere, y yo trato de dárselo siempre.

 

 

 

A.C: He leído por alguna parte que vuestra historia ya vine de lejos…

L.G: Sí, yo la conozco desde hace dieciséis años, aproximadamente. Me pidieron que fuera jurado en un festival de cortos de Zaragoza. Por ahí pasaron muchos buenos trabajos y uno de ellos me llamó especialmente la atención. En la pantalla aparecía una mujer que esperaba en una estación de tren a que lleguase un hombre y en off se escuchaba mientras un texto de Mayorga. Aquello era maravilloso… Recuerdo que yo, como buena aragonesa, me puse muy tozuda e insistí mucho en que a aquella chica que había dirigido ese corto había que darle un premio. Me puse tan pesada que dijeron los otros miembros del jurado: “Pues se lo damos ex aequo con otra persona, y como te has puesto tan pesada se lo vas a entregar tú”. Y, claro, yo encantada de conocer a aquella niña, que no debía de tener más de veinte años. Le entregué el premio y, al día siguiente, me llamó una amiga y me dijo: “Qué bien que le hayas dado un premio a Paula Ortiz”. Yo le pregunté que cómo sabía eso y ella me explicó que era la hija de Tomás Ortiz y de Gloria Álvarez, y añadió: “Fíjate, ella estaba con la ilusión de haberte pedido que hubieras puesto la voz en el corto, pero le dio vergüenza porque como tú vives en Madrid y ya eres conocida…”. Me sorprendió, porque yo lo hubiera hecho encantada, así que le dije a mi amiga que me diera su teléfono y la llamé. Cogió el teléfono, me presenté y le dije: “Te llamo para que sepas que nunca te digas que no a ti misma antes de preguntar, porque yo habría puesto la voz y lo que hubiera hecho falta, porque me ha encantado tu película. Y que sepas que, a partir de ahora, siempre estaré a tu lado para todo lo que necesites”. Así empezó nuestra historia de amor y de alma, porque la relación que tenemos Paula y yo es muy sólida y siempre digo que la sigo por el aire como una brizna de hierro. Hicimos los cortos, después la película De tu ventana a la mía y ahora La Novia.

A.C: Imagino que la emoción por todo lo que te está aportando este personaje en La Novia es doblemente mayor cuando viene acompañado por alguien con quien tienes esta relación tan especial…

L.G: Por supuesto. Yo creo que la generosidad en abstracto vuelve. Tengo comprobado que en la vida hay una especie de justicia poética o que amor con amor se paga, porque cuando conocí a Paula era una niña que había hecho dos cortos. Supongo que, a través de ese corto, vi la belleza que había dentro de ella y después la vida nos ha permitido llegar juntas hasta aquí. Porque también podría haber habido una producción que quisiera a otra actriz para el personaje de De tu ventana a la mía, porque yo había trabajado, había hecho mucho teatro, pero, en aquel momento, a mí en cine no me conocía nadie.

 

 

 

A.C: Un personaje que, además, me han soplado que escribió pensando en ti…

L.G: Sí, bueno, el personaje está inspirado en una tía suya que existió, pero que escribió pensando en mí.

A.C: En aquella película, De tu ventana a la mía, tengo entendido que también había un momento muy especial para ti que dedicaste a tu padre…

L.G: Sí, porque la secuencia final de la película se rodó en la Calle de Alfonso, que es donde mi padre tuvo siempre una joyería. En el plano final yo me arrancaba una peluca y se veía a una mujer totalmente calva. Paula ahí me pedía que quería ver a una mujer feliz y orgullosa. Mi padre murió muy joven, algo que a mí me dejó un vacío muy grande, y no tuvo tiempo de ver cómo mi carrera se fue proyectando. Por eso, en aquel momento en el que yo me quitaba la peluca, me salí del personaje y lo que pensaba era: “Mírame, papá… Lo he conseguido. Mira donde estoy. No sé desde qué galaxia, pero espero que, desde donde sea, veas que tu hija está aquí…” Y esa era la sonrisa de felicidad que se ve en el personaje en ese momento.

 

 

 

A.C: Es importante tener a alguien que te apoye y que crea en ti a la hora de embarcarte en esta loca aventura. ¿Tú encontraste ese apoyo en tus padres?

L.G: Es muy importante para cualquiera que quiera ser bailarín, actor, músico… Yo en mis padres tuve un apoyo muy importante, desde que decidí que iba a estudiar filosofía y letras hasta después, cuando acabo la carrera y les digo que quiero ser actriz profesional. Evidentemente, al principio, hubo un momento de sorpresa, pero que duró desde que les di la información por la tarde hasta el día siguiente que vinieron y, en la cocina de casa, me dijeron que me querían y que, por encima de todo, era mi vida, mi libertad y que me apoyarían siempre. Así lo hicieron hasta el último momento, y los ramos de flores más hermosos que llegaban al teatro me los enviaba mi padre. Recuerdo que la casa de mis padres en Zaragoza se convirtió en la casa de todos los actores que pasaban por allí, y así, de alguna manera, ellos acabaron convirtiéndose un poco de la farándula.

A.C: Tu hijo, Pablo Tobías, es guionista. No es difícil adivinar de quién ha heredado la faceta artística y creativa.

L.G: Bueno, y de mi ex marido, su padre, que es actor también, y de mi marido actual, que es el segundo padre de Pablo, que es director de fotografía. Podría decirse que, por todos los lados, él ha recibido muchas informaciones de tipo creativo. Yo estoy muy contenta… Su mujer, Virginia Yagüe, también es guionista. Ahora tengo dos nietas y la mayor quiere ser artista protagonista. (Risas)

 

 

 

A.C: ¿Alguna vez has trabajo algún texto que haya escrito tu hijo?

L.G: Sí, en Amar en tiempos revueltos.

A.C: Imagino que tuvo que ser muy emocionante poner voz, cuerpo y alma a aquel personaje.

L.G: No sabes cuánto… Yo sentía un orgullo tremendo. Además, después de que Loreto, que era el personaje que yo interpretaba, muriera, él escribió una secuencia muy bonita en la que ella se aparecía en el sueño de su hija. Yo quiero creer que esas palabras que esa hija le decía a su madre, son las palabras que Pablo me diría a mí, porque era una declaración de amor a su madre profundamente hermosa. (Para un segundo la conversación por la emoción y retoma) Cómo me cuesta recordar todo esto sin emocionarme…

 

 

 

A.C: Por como hablas de tu hijo, de tu nuera y de tus nietas me da la impresión de que eres una persona profundamente familiar.

L.G: Mucho. Afortunadamente, la vida me ha permitido conseguir todo aquello que siempre he querido. Yo quise estudiar, quise ser actriz, quise viajar y, por encima de todo, quería ser madre y, para mí, no puede haber un hijo mejor que él. Además, a muchos de estos eventos y entregas de premios estoy teniendo el gusto y el honor de poder ir del brazo de mi hijo. Él, a lo mejor, está un poco harto ya de toda esta historia tan intensa que está siendo estos últimos días, pero para mí está siendo muy emocionante compartirlo con ellos. Por ejemplo, la otra noche, cuando me dieron el Feroz, fue un momento tan grato al lado de mis hijos (porque yo, en lugar de decir: “mi hijo y mi nuera, prefiero llamarlos mis hijos)… Como cualquier hijo de actriz, Pablo ha visto mis lágrimas, mi angustia cuando algo no salía y esa fragilidad en la que vivimos siempre los actores, donde no sabes por qué a veces te quieren y otras no. Él, que ha vivido a mi lado tantos momentos difíciles, me siento muy orgullosa de que también comparta conmigo este triunfo, por llamarlo de alguna manera, porque, aunque no me den el Goya,  el haber llegado hasta aquí yo lo siento como un triunfo y lo estoy viviendo como tal.

A.C: ¿Y si te lo dieran? ¿Has pensado a quién te gustaría dedicárselo?

L.G: No te quepa la menor duda, pero no te lo voy a contar… (Risas) Prefiero mantener el misterio.

 

 

 

A.C: Luisa, hablas mucho de Aragón, la tierra que te vio nacer y que no hace mucho te proclamó hija predilecta. Parece que lo de que uno no es profeta en su tierra, no es del todo cierto…

L.G: ¡Ese sí que fue un premio! Y, además, tan inesperado… Hace poco fuimos a presentar La Novia en Zaragoza y yo pensaba que no tenía que hablar y que era algo que sólo harían el productor y la directora, pero, en un momento dado, me pasaron el micro. Lo cogí y dije: “Buenas noches, Zaragoza…” y no sabes que ovación. Fue tan emociónate… Y luego nos reíamos Inma Cuesta y yo, porque me decía: “Chica, es que parecías una estrella de rock” (Risas). Yo noto que la gente allí me quiere, y eso es algo muy hermoso y muy cálido. No sabes qué bonito fue el que me hicieran hija predilecta. Es algo que yo nunca me canso de agradecer, sobre todo al ayuntamiento de Zaragoza y al alcalde.

A.C: Últimamente, los premios se van acumulando y el Feroz que te entregaron el otro día es buena prueba de ello. Unas horas después de recogerlo, me confesaste que estabas plenamente feliz…

L.G: Sí, no te imaginas cuánto… Ahora me veo en las fotos que me hicieron la otra noche y me encuentro radiante, pero de felicidad. Es que parece que he desayunado kriptonita, porque estoy con una fuerza y una luz que me da la felicidad, porque detrás de ese premio hay un reconocimiento. Eso es importante, y más cuando llevas tantos años en un oficio… El premio Feroz, la nominación al Goya… son los mayores reconocimientos que le pueden hacer a una actriz, así que no puedo estar más feliz y agradecida a la vida. Yo soy de las que va cantando siempre ese “gracias a la vida”, pero, en este momento en que me encuentro, es un Gracias a la vida con mayúsculas.

A.C: Porque esta no es una profesión fácil, pero al final todo llega…

L.G: Yo pienso que la vida de los actores es una inesperada travesía. Yo no esperaba todo esto, pero ha llegado y estoy contentísima.

 

 

 

A.C: Antes de empezar esta entrevista, hablábamos de actrices como Helen Mirren. Una de las pocas que, a pesar de su edad y de su sexo (es decir… a pesar de la estrechez de miras de los productores, el culto a un modelo de juventud y belleza imposibles –por irreales-, los tópicos, estereotipos y clichés, la tremenda ingratitud de la industria… en definitiva, las lacras de las que al cine, y, quizá, a la sociedad, tanto les cuesta desprenderse), sigue haciendo películas en calidad de protagonista, sin tener que hacer siempre de “la madre”, “la tía” o “la abuela” de “la chica”. Parece que en Europa o en Estados Unidos son más proclives a un tipo de cine en el que alguien como ella, en plena madurez como mujer y como actriz, pueda llevar el peso de la película.

L.G: Bueno, tampoco te creas que allí este tipo de papeles caen de los árboles, pero sí es cierto que hay más. En España hay muy pocos papeles para actrices de una determinada edad y los que hay son para hacer de abuelitas que hacen ganchillo. Por eso, yo, siempre que puedo, reivindico que soy una sesentañera y me niego a que me limiten, porque me considero una mujer sexy y atractiva. No como una de treinta, pero sí de la edad que tengo. No me gusta que reduzcan mi mundo creativo o mi capacidad, porque creo que todo lo que es reducir es empobrecer, y yo me niego a que me empobrezcan.

A.C: ¿Algún nuevo proyecto interesante a la vista?

L.G: Hay uno que me encantaría que saliera, pero que aún está un poco en el aire, por lo que todavía no puedo contar nada, pero si te puedo contar que estaré en una película con Agustí Villaronga. Es un proyecto que me hace muchísima ilusión, porque Agustí y yo nos conocemos desde hace cuarenta años, hemos compartido casa en Barcelona, iniciamos juntos teatro, yo vi sus primeros cortos cuando todos deseábamos triunfar en esta profesión… Así que imagínate. Y, en Septiembre, arranco una ópera prima con un realizador de Zaragoza que se llama Hugo Ruiz, y que me encanta porque es una comedia. Tengo ganas de hacer que la gente se ría, porque La Novia es una película maravillosa, pero, en estos momentos, mi alma, mi espíritu y mi palabra necesitan un poco hacer comedia.

 

 

A.C: Luisa, no quisiera acabar esta entrevista sin agradecerte (sí, una vez más) este encuentro en plena vorágine previa a los Premios Goya. Gracias también por tu cariño y tu profesionalidad. Te deseo la mayor de las suertes para este sábado… ¡Te la mereces!

 

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOGRAFÍAS: MANOLO PAVÓN

MAQUILLAJE: JESSICA ROLDÁN

PRODUCCIÓN: JAIME PALACIOS

ESTILISMO ÁNGEL CABALLERO: CARMEN BENA

VESTUARIO ÁNGEL CABALLERO: PANTALÓN SOLOIO, CAMISA BERSHKA y CAZADORA ZARA. 

AGRADECIMIENTOS: RESIDENCIA DE ESTUDIANTES, TTARRAGO