Kiti Mánver: “Se puede aprender de todo el mundo, en el teatro y en la vida”.

Kiti Mánver: “Se puede aprender de todo el mundo, en el teatro y en la vida”.

Muchas veces las personas no son como te las habías imaginado. Aquella tarde de septiembre fui a entrevistar a una gran dama del teatro, a la actriz ganadora de un Goya y, lo confieso, alguien a quien admiro muchísimo gracias a sus trabajos en Las heridas del viento o Humo. Pero, para mi sorpresa, cuando llegué al hotel Óscar, donde nos habíamos citado, me encontré a una compañera, una mujer cariñosa y una de las personas más cercanas que he entrevistado.

 

Ángel Caballero: Tienes el Goya, la Biznaga del Festival de Málaga, el Premio de la Unión de actores y, ahora, te acaban de dar el Premio Ceres. A estas alturas, ¿Los premios te siguen importando?

Kiti Mánver: No te puedes hacer una idea de hasta qué punto dan vidilla. Además, sirve para que los medios se acuerden un poco del producto que estás haciendo, porque como cada vez tenemos menos espacio en los medios… sobre todo, el teatro. Y, luego, como todo este tipo de cosas, es efímero y desaparece, pero en ese momento hace ilusión. Tampoco te lo puedes creer mucho, porque es algo que te puede tocar a ti como a cualquier otro. ¡Mira en este país! Si en la política hubiera tanto talento como en el mundo artístico, fíjate tú donde estaríamos.

A.C: Es un premio por tu trabajo en Las heridas del viento, un proyecto al que, junto a otros compañeros, estás vinculada en la producción. ¿Alguna vez imaginaste todo lo que te iba a traer esta función?

K.M: Para nada. Además, es que nunca piensas en esas cosas… En este caso, cuando Juan Carlos Rubio, el director, me lo propuso, yo le dije que estaba majareta; pero luego, como él tiene una hegemonía importante sobre mí, yo a callar (Risas). Y lo hago porque como, realmente, me ha ido y me va tan bien con él… Me mantiene en un sitio estupendo, estoy haciendo cosas maravillosas y unas giras cojonudas, aunque tengo que decir que con los dos montajes anteriores a Las heridas hemos estado un poco exiliados, como mucha otra gente, porque en Madrid está dificilísimo entrar. Lo que Juan Carlos me planteó con esta obra me gustó muchísimo, porque era crear desde la nada. Ha limpiado el texto de cualquier recurso teatral que fuera un poco más vistoso y ha ido a la esencia. Empezamos haciendo un working progress, que es algo que no se suele hacer en España, porque permite al espectador ver el proceso de ensayos. Y tú imagínate, plantarte ahí sin todavía tener el texto muy pillado y con público ya mirando. Todo ese riesgo que él nos propuso y que nosotros aceptamos, ha sido una andadura maravillosa. El camino es siempre lo más interesante, porque es donde aprendes, donde arriesgas…

 

A.C: En esta función te metes en la piel de un hombre, al igual que recientemente lo han hecho otras actrices, como Blanca Portillo en Hamlet o en La vida es sueño, salvo que, en tu caso, ha sido en un espacio muy reducido, con el público a un palmo de ti. ¿No te que asustaba, al no tener la distancia de un teatro convencional ni otros recursos o ayudas artificiales, como maquillaje, que el espectador no dejara de verte como una mujer?

K.M: Al principio era algo que me preocupaba muchísimo. Recuerdo que empezamos probándolo como más “locaza” y Juan Carlos me decía: “No, más sutil, más inglés”. Y yo le contestaba: “Pero que yo soy latina” (Risas) Recuerdo que un día el ayudante de dirección me tuvo que atar para que no moviera las manos, ni fuera tan expresiva. También, al hacer un gran trabajo de caracterización y composición, me daba miedo que quedara como postizo, pero, curiosamente, al entrar, gracias a Juan Carlos, en ese mundo de la esencia de la emoción, quedó una cosa muy de sentimientos, muy de verdad, con la que la gente conecta muy bien.

A.C: La función arranca con la Kiti Mánver que todos conocemos en escena y, poco a poco, mientras suena la música de Mina, vas haciendo la trasformación física y emocional hacia el personaje.

K.M: Sí, eso también daba un poco de vértigo, porque tú sales monísima, con los labios rojos, las tetas bien arriba y luego tienes que mostrar una realidad de una persona mayor. Una persona que se espachurra los pechos, que se quita las pestañas postizas, se desprende de todo y te quedas en tu realidad. Es una cosa que nace desde la sencillez, de la búsqueda por parte de Juan Carlos de la emoción para llegar a la base del teatro sin ningún adorno. Incluso, como te he comentado, en la expresividad, llevándola a un punto más anglosajón.

A.C: En esta función Dani Muriel y tú creáis una química muy especial que me recuerda mucho a la tenías con Juan Luis Galiardo en Humo.

K.M: Cuando uno trata de ser lo más sincero posible e intentas trabajar con lo que tienes sin forzar nada, y te encuentras con un colega delante que tiene una sensibilidad que digamos que para el actor sería la normal, pues… te lo llevas al huerto o él te lleva a ti. Es decir, se crea una unión y una dependencia en el escenario, de darse uno al otro y estar pendiente de la otra persona. Vamos, como tú me estás mirando a mí ahora, pero con un texto que cuenta cosas de una gran profundidad y unas heridas tremendas que hay ahí, dentro del corazón. Recuerdo que con Juan Luis todo el mundo me decía: “¿Pero cómo te atreves, con lo fiera que es?”. Y yo pensaba: ¿Pero qué fiera? Él sucumbía todos los días en escena, con esa potencia que tenía sobre el escenario, caía y se le escapaba su lagrimita y… no es que me lo llevara al huerto, es que íbamos los dos.

 

A.C: ¿Cuando a una persona con una trayectoria tan dilatada como la tuya le llega un director más joven para darle nuevas pautas e indicaciones, ¿Hay un punto de imponerse y decir: “Eh, que yo llevo más años en el negocio y mi manera de trabajar es ésta”?

K.M.: Es que eso no lo he sentido nunca. Antes de que Juan Carlos llegara a mi vida, ya había tenido un par de experiencias, tanto en cine como en teatro, con Enrique Urbizu y con José Pascual. Con Urbizu cambió mi manera de comportarme con un director, de recibir lo que ellos me daban, y me relajé mucho. Yo venía del método y me gustaba llegar con todo el trabajo muy preparado, las relaciones, lo que ocurre en cada escena o secuencia… Y eso, muchas veces, te puede llevar a un sitio un poquito rígido, porque como te estés equivocando… Así que Urbizu me cogió, en aquel personaje de Todo por la pasta, y me dijo: “Es que esto que me estás dando no es lo que yo quiero. Lo que busco es ver a través de tus ojos lo que piensa tu personaje y nada más”. Me lo dijo tan relajado y vi que lo tenía tan claro que me lancé sin pensarlo. Desde entonces, sigo estudiando todo lo que puedo, pero soy más permeable a lo que quiere el director que, en definitiva, es quien cuenta la historia. Y después entró Juan Carlos Rubio, que fue como el sumun. Encontrar a esa persona tan creativa y, al mismo tiempo, esa elegancia que tiene trabajando y el gran amor que siente por sus actores y por el oficio… Me han dicho que me pasé con lo que le dije cuando recogí el premio, pero es que me salió del alma. Para mí, se ha convertido en una persona que es como un proyecto de vida, porque, tanto si trabajo como él como si no, mira (me enseña la pantalla de su teléfono móvil en la que aparece una foto de todo el equipo de Las Heridas del viento) yo veo esto, lo veo a él y ya me produce una alegría. Me llena de alegría haber podido conocer a esa persona.

A.C: Dices que tú trabajas con el método…

K.M: Sí, bueno, entre otras cosas. Yo no he sido una acérrima del método. Creo en la base del método, de comprender muy bien lo que está ocurriendo en la historia y tratar, desde la verdad, de hacer cosas que van a favor de lo que quieres contar. Los antiguos llamaban a esto sentido común, porque algunos decían: “Bah, el método es para los que son malos artistas y no saben cómo hacerlo”. Yo creo que es una fórmula que está muy bien como una manera de llegar al personaje, pero siempre he pensado que hay muchas formas de llegar a la comprensión de un texto. Y uno siempre tiene que estar alerta con todos los poros y el olfato muy abierto, porque cada uno tiene su manera de hacerlo y hay muchas técnicas que te pueden enseñar mucho. Se puede aprender de todo el mundo. Pero no sólo en teatro, en la vida. Nunca se me olvidará cuando estaba haciendo Un matrimonio de Boston y me vino la menopausia en mitad de la función. Como llevábamos corsés y todas estas cosas me empecé a notar unas palpitaciones y un subidón de calor, lo que son los desajustes hormonales de las mujeres; me senté y mis compañeras notaban que algo me estaba ocurriendo. Cuando salí de escena, la sastra me preguntó: “¿Qué te ha pasado, que me han dicho que te ha ocurrido algo?”… Entre ahogos le empecé a explicar lo que me pasaba, se rió y me dijo: “¡Eso es la menopausia!”. Me dio la vuelta y me empujó a salir hacia el escenario otra vez (Risas). Me quitó toda la tontería en un segundo. Como era la primera vez que me pasaba una cosa así, yo no sabía a qué se debía ese subidón de calor gigantesco… Pues eso es aprender. Es un aprendizaje de vida y de oficio, porque yo seguí haciendo la función. Y esa lección que me dio ella de naturalidad, de que no era algo tan importante, hizo que pudiera terminar la función sin el comecocos que yo ya me había formado en mi cabeza de ese susto que me dio mi organismo. Y en un rodaje, un técnico o un cámara también te pueden enseñar muchas cosas. Si estás abierto y tienes un buen entendimiento, y no crees que los actores son una cosa y el resto otra, porque esto es un trabajo de equipo, se puede crear algo maravilloso que es un lenguaje sin palabras. No tienen ni que decir tu nombre, sólo con un gesto señalándose el pecho tú ya sabes en qué tipo de plano estás y eso es una herramienta valiosísima para tu trabajo de actor. Claro que tengo enseñanza de método, pero también he aprendido otras muchas cosas.

A.C: El público olvida muy fácilmente, pero no solo a los actores, también sucede con las obras. ¿Qué sientes cuando alguien recupera una función que tú hiciste en su día, como Equus o Seis personajes en busca de un autor, y la vuelve a montar y a convertir en un éxito?

K.M: Te da mucha alegría, porque, por ejemplo, estos textos ya son clásicos. Además, son tan buenos… y las cosas que fueron punteras en su momento es normal que se vuelvan a reponer. Los Seis personajes es pura filosofía de vida. Yo recuerdo que cuando oía a Manuel de Blas decir esos textos me quedaba mirándolo con la boca abierta y se me iba el papel, porque flipaba con lo que decían aquellos textos. El teatro habla de la vida y del ser humano continuamente. Lo critica, lo comprende, lo acusa, lo valora, lo hunde… Aprendes tanto… Creo que es de las mejores cosas que ha inventado el ser humano para aprender de sí mismo. Y mira la de siglos que hace que se inventó y ahí sigue.

A.C: ¿Cuál de los tres medios dirías que te ha dado las mejores oportunidades como actriz?

K.M: He tenido mucha suerte en los tres. Llevo ya cuarenta y porrón de años y yo sé que no he tenido una mega carrera… Verás, últimamente me han contratado para dar unas charlas que he titulado “El arte de permanecer”, en las que hablo del actor todoterreno. Yo soy de esta profesión, me gusta el cine, la tele… El teatro para mi es la base. Creo que si no pudiera hacer teatro me sentiría muy triste. Hubo un tiempo en el que lo dejé para hacer tele, por esta cosa que te dicen los representantes de que como no hagas tele no te van a llamar ni para el teatro, y llevaba razón. Es decir, hay que hacer tele para que la gente luego te siga queriendo ver cuando vas de gira a su ciudad. Y, además, en nuestro país se hacen cosas estupendas, a pesar de las pocas perras que hay.

A.C: Sin ir más lejos, recientemente te hemos visto en Gran Hotel y ahora en Vive Cantando.

K.M: ¡Con ese elenco tan maravilloso que tienen! Con ese José Luis García Pérez y estos niñatos de ahora que no pueden ser más buenos, porque mira que tienen talento…

A.C: ¿Encuentras muchas similitudes entre esta nueva cantera de actores y la que conociste cuando empezabas?

K.M: Creo que están todavía más preparados. En nuestra profesión hay una constante y es que los que han querido ser mejores y superarse a sí mismos, se han reciclado y han seguido estudiando y aprendiendo toda su vida, porque esto es para estar reciclándose continuamente, ya que, si no, corres el riesgo de acabar haciendo de ti mismo y eso es muy aburrido, tanto para ti como para el público. Ojo, también hay carreras que se han hecho haciendo sólo un personaje y también han funcionado. Pero, en general, los actores siempre queremos indagar en pellejos diferentes. Hubo un tiempo, cuando aparecieron todas las televisiones, en el que llamaron a muchos actores… ¿Y qué pasó? Qué los que hablaban así (cambia la voz y me hace una pequeña imitación) de una forma que nadie entiende, se quedaron por el camino, mientras que otros siguieron formándose y creciendo como actores. Me gusta la gente que se prepara, como Ignacio Montes o Mariano Estudillo, que viene del teatro también. Pienso que a los que les gusta esto hacen de todo y siempre están indagando, buscándose la vida y creando sus compañías. Esa gente suele acabar subiendo y llegando a algo. Ana Mena, por ejemplo… esa niña va a ser una estrellona, porque es lista, tiene una pedazo de voz y su actitud es muy buena. En el trabajo se nota la gente que está por este oficio, porque están siempre preparándose y se dejan de tonterías del divismo y esas cosas.

 

 

A.C: Hablabas de actores que crean sus compañías y producen sus propias obras, como tú también has hecho. Es algo con lo que se disfruta mucho, pero también se sufre…

K.M: Y se arruina uno mucho (Risas). Bueno, yo siempre he dicho que cuando no tienes otra cosa para hacer, júntate con alguien y monta algo. Se sufre mucho, trabajas todo el rato y si además estás en escena, ya ni te cuento. Pero es una manera también de arriesgar y de hacer textos que no te ofrecerían o que no se llegarían a hacer.

A.C: Y luego, cuando sale bien, la recompensa es mayor.

K.M: Sí, también es verdad.

A.C: ¿No se te hace raro, después de haber levantado tu propio proyecto con un control total, llegar a hacer otro donde te contratan para que sólo actúes?

K.M: No, nunca. Eso es algo que siempre he sabido diferenciar. De todos modos, yo creo que esto de la producción es algo que en las escuelas de interpretación se debería enseñar, porque es una realidad. A veces, les hablan mucho de que tú tienes que ser una estrella y les meten en la cabeza una película un poco diferente a la que se encuentran luego. Ésta es una profesión en la que hay que hacer de todo. Si no puedes empezar siendo actor, pues intenta hacer de regidor, coses la ropa o yo que sé… Como esa frase que se decía en los tiempos de Shakespeare: “aprendiz de todo y especialista en nada”. Aunque yo le he dado una vuelta esto y siempre digo “Aprendiz de todo y especialista en algo”, porque yo soy actriz, pero aprendo de todo, porque eso luego te permite poder ponerte en el lugar del otro.

A.C: ¿Qué sientes cuando enciendes la tele y ves que están poniendo alguna de tus películas?

K.M: Pues hace poco pusieron La comunidad y vi un buen trozo. Y pensaba: “Qué bien hecha estaba esta película…”. De otras dices “Ay, dios mio…”. (Risas)

A.C: Hay mucha gente que cuando ve alguna película que trata sobre nuestro oficio, como Eva al desnudo o Damas del teatro, se pregunta: ¿eso pasará de verdad?

K.M: ¡Pues claro que pasa! ¿Cómo no va a pasar? Es algo que ha sucedido toda la vida de Dios, pero tiene más que ver con la cantidad de ambición que tiene una persona capaz de meterse en un mundo un poquito más oscuro para conseguir un trabajo. Yo prefiero conseguirlo a través de lo que controlo, que es intentar hacerlo muy bien y estar con gente con la que trato de entenderme. E, incluso, hay que aprender que aunque no consigas tener demasiado feeling con la otra persona, porque eso pasa en todos los trabajos, hay que procurar ofrecer un buen resultado en escena.

 

A.C: Nos queda Kiti Mánver para rato, porque todos los martes te veremos en Vive Cantando y todos los miércoles estarás en el Teatro Lara con Las heridas del viento.

K.M: Sí, en la nueva sala. Que, por cierto, tengo unas ganas…

A.C: Yo repetiré porque disfruté muchísimo y, hasta ese momento, me despido de ti.

K.M: Si te falta algo, me llamas y charlamos un rato. (Risas) Ha sido un placer.

A.C: El placer ha sido mío. Gracias, Kiti.

 

 

Texto: Ángel Caballero

Fotografía: Carlos Dafonte

Ayudante de fotografía: Pilar De Miguel

Agradecimientos: Hotel Room Mate Óscar, Juan Carlos Rubio.

 

 

¡NO TE PIERDAS, el próximo jueves 2 de OCTUBRE, AlgoPasaCom… CARLOS SERRANO!