Juan Díaz: “Si tú no disfrutas, el público tampoco lo va a hacer”

Juan Díaz: “Si tú no disfrutas, el público tampoco lo va a hacer”

Encontrarte a alguien como Juan Díaz es una gozada. Es una de esas personas que siempre es agradable conocer, y trabajar con él en este reportaje no ha podido ser más fácil, ya que ha sido todo generosidad, disfrute y entrega. La misma que pone al servicio de cada nuevo personaje que interpreta. Puede que por eso, años atrás, me dejara “ojiplático” viéndolo en funciones de teatro como El graduado, La abeja reina, El hijoputa del sombrero y, hace unas semanas, en El largo viaje del día hacia la noche, donde encarna a un trasunto del mismísimo Eugene O´neill. Los que le han visto sobre las tablas saben que no exagero cuando digo que es un todoterreno en esto de la interpretación. Los que aún no lo han hecho… sinceramente, no sé a qué esperan para ir a verlo al Teatro Marquina.

 

Ángel Caballero: Interpretar a un dramaturgo tan importante como Eugene O´neill ha debido suponer todo un desafío…

Juan Díaz: Bueno, yo pienso que lo bueno de los grandes personajes es que o te metes de lleno, en profundidad, y te dejas todo interpretándolo, o puede quedar algo muy narrativo, muy literario. El largo viaje del día hacia la noche es una función en el que hay mucho subtexto, todo está por debajo, y eso lo vas descubriendo a medida que vas haciendo más representaciones. Entiendes por qué esa frase del primer acto encaja con lo que sucede en el segundo y muchas cosas más que no te permiten que actúes a medio gas. Aquí o lo haces a tope o te quedas en la superficie. Cuando un texto está tan bien escrito, al final, todo acaba encajando.

 

 

A.C: Para interpretar este personaje, ¿Te has documentado sobre la vida de O´neill o te has ceñido a lo que contaba la obra sobre él y su familia?

J.D: Trabajé y analicé mucho el texto. Aunque también me documenté leyendo su autobiografía, con cosas que encontré de su propia vida y sabiendo que El largo viaje del día hacia la noche es la historia real de su familia. Lo que no hice fue ver otros montajes de la función o las películas que han hecho, para que no me influyera y no viciarme o copiar cosas. Pero sí que me interesaba mucho indagar sobre él y sobre su vida. Es una obra que habla sobre los conflictos familiares, por lo que todo el mundo, de un modo u otro, puede sentirse identificado.

A.C: Es curioso cómo ese planteamiento, como base argumental, sigue estando vigente generación tras generación.

J.D: Sí, de hecho nos ha sorprendido mucho cómo conecta el público, hasta el punto de reírse en los momentos más patéticos. No es una comedia, pero esto ocurre porque ven algo que les ha pasado o han tenido a alguien cercano que ha vivido un desastre que ha hecho que todo se desmorone. Luego, también conectan mucho con el drama… Es muy duro que tu madre tenga una adicción o que todos los miembros de la familia están bastante enganchados al alcohol. Y, por mucho que ellos sean personas intelectuales, al final todos sentimos, todos padecemos y todos amamos.

 

 

A.C: Tengo entendido que, en un primer momento, te ofrecieron hacer el personaje del hermano mayor.

J.D: Sí, pero luego vieron que por edad y por mi físico (tengo treinta y ocho años, pero, a lo mejor, doy más joven), si yo hacía ese personaje, el que hiciera de mi hermano tendría que tener veinte años, y para hacer de Edmund, un actor de esa edad aún no ha vivido tanto como para poder traer ese bagaje que tiene el personaje. Así que, al final, el hermano mayor lo hace Alberto Iglesias, que está estupendo, y yo hago del menor, y creo que fue una buena elección, porque damos muy bien de hermanos.

A.C: Además, repites con el mismo director que te dirigió en tu anterior montaje, El hijoputa del sombrero.

J.D: Sí, eso de lo debo a Cuco Alfonso y a Miguel Hermoso Arnao, que me llamó a tres semanas de estrenar El hijo puta del sombrero para sustituir a otro actor que había dejado la función. Leyendo la primera escena ya me fascinó y les dije que encantado, que quería hacerlo. Aquella fue una experiencia maravillosa. Y parece que Cuco se quedó muy contento conmigo, porque después me ofreció El largo viaje del día hacia la noche, así que, encima, tuve la suerte de ni siquiera tener que hacer el casting. Eso sí que fue un lujazo. Y, además, en esta obra puedo hacer un rol completamente diferente al personaje de Jackie, que tenía en El hijoputa.

 

A.C: Por no hablar de la suerte de contar con un director con el que ya has trabajado y que sabes que confía en ti.

J.D: Sí, aunque también está ese hándicap de que se da por hecho que tú puedes hacerlo y que puedes hacerlo bien… que es algo que también acojona. Eso también te crea un poco de pressing… Aunque nosotros, cuando sufrimos es cuando no tenemos trabajo. Si lo tenemos, es el disfrute mayor y, por supuesto, me lo tomo como un trabajo, pero también como un juego. Hay días en los que un ensayo sale mejor y otros peor, pero al final siempre acabas encontrando cosas. Lo importante es seguir y que cada día pruebes lo que te ha ido funcionando, y lo que no funciona ver cómo puedes modificarlo.

A.C: Es una función que exige que todos estéis siempre con una energía “muy arriba”. ¿Haces algún tipo de calentamiento antes de salir a escena?

J.D: Sí, para eso soy un poco rutinario. Llego al teatro, me preparo un termo con hierbas de tomillo y miel, voy pasando texto mentalmente, me voy al camerino, me visto, hago ejercicios para boca, labios, mandíbula y lengua, luego hago respiraciones, caliento la voz y me maquillo, gracias a los consejos que me ha dado Chema Noci, para salir un poco más pálido, porque se supone que el personaje es un enfermo de tuberculosis. Después, salgo un poco antes al escenario para hacer un poco de trabajo de silla y hago un trabajo de cuerpo para conectar más con la enfermedad.

A.C: Para enfrentarte a este personaje has modificado tu cuerpo y has perdido algo más de seis kilos.

J.D: Sí, antes iba al gimnasio y estaba un poquito más fuerte, pero para el personaje no me ayudaba. Así que varié la dieta, me quité el azúcar, los dulces, los fritos… Estoy cuidando mucho la alimentación y todos los días voy a correr y a nadar.

A.C: ¿Y cómo le viene este cambio a tu personaje en Cuéntame? Porque estás compaginando las funciones de la obra con la grabación de la serie…

J.D: No hay problema. El look del bigotito y el pelo corto me ayuda, porque ahí estamos en el año ochenta y tres. Aunque en la temporada pasada llevaba pelo largo y barba, pero han considerado que ha habido una elipsis de tiempo y que el físico que tengo ahora mismo está bien.

A.C: Por las noches, en el teatro, trabajas con Vicky Peña o Mario Gas y por la mañana, en la serie, con Imanol Arias…

J.D: Bueno, en la serie, sobre todo, grabo con Pablo Rivero, porque estoy en Iberica Press, que es la localización del periódico donde él está. Todo el equipo es una gozada… Además, hay mucha gente del equipo técnico con la que ya había coincidido en series como A las once en casa, y la verdad es que el ambiente es buenísimo. Tengo la suerte de trabajar con gente muy grande a la que tengo mucho cariño, como a Juan Echanove, que me eligió cuando empecé para hacer un capítulo de Turno de oficio. Recuerdo que hice el casting con él. El episodio se llamaba El asesino adolescente, y también era lo primero que hacía en televisión Silvia Abascal.  Y ahí estuvimos, juntos.

A.C: ¿Eres consciente de que, por lo general, has tenido mucha suerte con los compañeros de reparto con los que te ha tocado trabajar?

J.D: Tengo la suerte de haber trabajado, además, en algunas obras de teatro muy potentes y con roles muy marcados, con cuatro de las actrices más grandes de este país, que son Ángela Molina, Verónica Forqué, Carmen Maura y Vicky Peña. He estado con esas cuatro damas de la escena y grandes personas, de las que no he hecho más que aprender. Me han ayudado, y me siguen ayudando, un montón.

A.C: Recientemente, ha fallecido Mike Nichols, el director de El Graduado. Tú fuiste el protagonista en la versión teatral que se estrenó aquí, junto a Ángela y Olivia Molina. ¿Cómo se planta uno delante de Ángela Molina y le dice eso de: “¿Señora Robinson, está intentando seducirme?”?

J.D: Pues imagínate… (Risas) La verdad es que fue muy fácil, porque con Ángela todo es muy sencillo. Es una mujer que es todo frescura, espontaneidad, ganas de jugar… Le encanta improvisar y estar contigo. También es vulnerable y frágil y ella lo expresa. Además, en aquel momento ella no había hecho, casi, teatro y estaba un poco nerviosa con eso. Lo dirigió Andrés Lima, Olivia también estaba en el reparto, así que fue todo muy especial y creamos un vínculo muy fuerte. Ángela es una mujer que como actriz me encanta, algo que me ayudaba mucho en la función, porque su belleza me inspiraba y entendía perfectamente que un chaval pudiera enamorarse de esa mujer, a pesar de la diferencia de edad.

A.C: Tiene que ser raro hacer un personaje como el de El Graduado, que todos hemos crecido viendo interpretado por Dustin Hoffman.

J.D.: Pues sí, no te voy a engañar. Acojona bastante, porque era inevitable tener ahí el referente de Hoffman. Era difícil quitarse eso, pero en todo momento intenté hacer mi versión. De hecho, yo había visto El Graduado, pero no quise volver a verla durante todo el proceso de ensayos para no imitar a Dustin Hoffman y hacerlo desde mí y desde lo que podía dar en aquel momento. También yo era mucho más joven de lo que era él cuando rodó la película. Entonces, supongo que en muchas cosas no le llegaría ni a la altura de betún… (Risas) Y no hay que olvidar que esto era una función de teatro y que la forma de trabajar es diferente. Aunque, para mí, era como estar metido dentro de una película. Encima con la música de Simon&Garfunkel, la puesta en escena… Creo que Andrés Lima consiguió hacer un espectáculo muy redondo.

A.C: Imagino que eres consciente de que lo que se ve desde el patio de butacas o desde el sofá de casa cuando te vemos, es a un actor muy camaleónico.

J.D: Yo he tenido la suerte de que me han dado papeles muy diferentes. También creo mucho en la formación del actor y pienso que siempre hay que ir un poco más allá de lo que a ti te resulte más fácil a la hora de componer un personaje. El personaje se va creando a raíz de los ensayos, yendo siempre a más, poniéndole más capas, guiándote de tu intuición y no quedándote con lo que te sea más fácil y creas que te puedes lucir más. A veces, hay que arriesgar y hacer algo que pienses que no te vas a lucir tanto, porque por ahí está la vía. A mí lo que más me interesa es componer personajes distintos, porque cada uno de ellos, al igual que cada persona, es diferente entre sí. Tienen una manera distinta de moverse, de andar, de hablar, de emocionarse, de coger las cosas… Esos pequeños detalles son muy importantes. La composición de un personaje está en su propio biorritmo vital, y eso consiste en huir de lo que te sale de primeras para seguir investigando y trabajando hasta que llegues a la clave que te indique por dónde llevarlo. Por eso el trabajo de mesa para analizar la psicología del personaje también es importante; y estar dúctil y flexible, no solo en el cuerpo, también en las emociones y en la voz, para poder darle otra tesitura. Estas son cosas que yo he ido aprendiendo a través de años y de la formación. He estudiado y sigo haciendo cursos y formándome.

A.C: Hay actores que sufren mucho en esta búsqueda del personaje y otros que disfrutamos con ella. ¿Tú a cuál de estos dos grupos perteneces?

J.D: Yo también soy de los que la disfrutan. Me lo tomo como un juego. Tú puedes sufrir porque no entiendes algo y eso te puede angustiar, pero hay que seguir probando. Lo bueno del teatro es que tienes un tiempo de ensayos para probar y jugar. La obsesión genera tensión y eso no ayuda. No por empeñarse en conseguir algo lo vas a obtener antes, sino todo lo contrario. A veces, es mejor empezar a trabajar por dos cosas pequeñitas y confiar en que de ahí van a salir muchas más. Esto no es una competición y no se trata de ser mejor que nadie. Tú trabajas con tu compañero, con la obra, con lo que hay. Y no hay que olvidar que esto es para pasárselo bien, porque si tú no lo disfrutas, el público tampoco lo va a hacer.

A.C: ¿Te has embarcado en algún proyecto que, a priori, no te interesaba mucho, pero a la larga te ha traído muchas satisfacciones?

J.D: En teatro, por suerte, he hecho siempre cosas que me han gustado. Tanto los guiones, como los directores o la producción en general, me han gustado mucho y no me arrepiento de nada, desde lo más pequeño a cosas más grandes. En todo me he involucrado, porque me ha entusiasmado desde el principio. En televisión sí he hecho cosas que, a lo mejor, podría no haber hecho, pero es un medio que te da popularidad y dinero y también es necesario. Y en cine, también he hecho alguna cosa porque me ha pillado en un momento de paro y no me ha aportado tanto. Pero sí te digo que, en general, estoy muy satisfecho de la carrera que llevo, de lo que creo que he ido evolucionando y de que haya habido etapas de poco trabajo que hacen que puedas dedicar más tiempo a formarte y que valores más las otras en las que te va mejor.

A.C: ¿Te resulta más gratificante cuando te reconocen por la calle por alguna función de teatro, más que por haber salido en alguna serie de televisión?

J.D: Que te reconozcan es un síntoma de que la gente ve tu trabajo y que te valora, sea en el medio que sea. Eso me hace reafirmarme en que estoy en la profesión adecuada, porque si la gente no me reconociera o me dijera cosas feas porque no le gusta mi trabajo, supongo que diría: ¿Para qué estoy haciendo esto? ¿Para mí solo? No…”. Esto tiene sentido por el público. Está claro que la dimensión de la televisión es brutal y siempre me van a reconocer más por salir ahí que por el teatro. Aunque también es cierto que cuando alguien viene a felicitarte porque te ha visto en una función, la emoción que te trasmite es como mucho más profunda y a flor de piel. Imagino que es porque es en directo, has compartido con ellos tus emociones y te han sentido muy cerca. Aunque, por ejemplo, por la película Noviembre me ha llegado mucha gente joven y me ha dicho cosas maravillosas, como que han decidido ser actores porque vieron esa película y les encantó.

A.C: Si te pregunto ahora, con la perspectiva del tiempo, por aquella película de Achero Mañas, ¿Dirías que es un buen reflejo del oficio del actor?

J.D: En realidad, la idea de Achero era hacer un grupo de teatro real, haciendo montajes y rodar tres años. Al final, el proyecto era carísimo y se ajustó a esto. A contar la historia de este grupo donde todo gira en torno a la historia del personaje principal, que es el que interpreta Óscar Jaenada. Al fin y al cabo, no deja de ser una película y todos los conflictos están al servicio de cómo un grupo se va despedazando y devorando por sus propios valores. En ese sentido no sé si es un claro reflejo, pero sí en que todos hemos vivido esto de juntarte con un grupo de actores, tener mucha ilusión, montar un proyecto propio, sacarlo adelante y cómo eso genera conflictos, disputas o cómo pueden establecerse dentro vínculos de pareja. Todo eso sí que pasa. Aparte, está muy inspirada en un grupo de teatro de los años 60/70 que se llamaba Los Goliardos, al que pertenecía la madre de Achero. Entonces, él se inspiró mucho en todas estas personas que fueron gente revolucionaria en su momento. Ellos mismos se hacían sus montajes en un momento muy complicado, porque Franco vivía y ellos querían cambiar la conciencia de la gente. Sobre todo, buscaban tener libertad a la hora de expresarse. Y lo hicieron, como sucede en Noviembre.

A.C: ¿Cuál dirías que es el trabajo por el que más te han conocido? ¿Y cuál es por el que más se te ha reconocido como actor?

J.D: El que más gente ha visto y sigue viendo por las reposiciones es Aquí no hay quien viva. Y por el que más se me ha reconocido como actor, yo diría que por la función Shopping and Fucking. Fue bonito, porque me nominaron a los Premios Max y me dieron el premio de la Unión de actores. Yo tenía un papel secundario, pero era muy impactante. Para que te hagas una idea, mi padre vino a verme y salió del teatro con una úlcera, porque hacía de un chapero sadomasoquista y pasaba de ser la princesa más frágil y sensible al hijo de puta más macarra del barrio. Además, era todo un poco violento, porque me daban por culo varias veces, me comía pollas, al final me mataban con un cuchillo por el culo… Era todo bastante crudo, y para mi padre fue un poco impactante. Esta obra me ayudó mucho a no tener prejuicios y a lanzarme. También tengo que decir que lo dirigió Nancho Novo, que me ayudó muchísimo. Creo que es uno de los trabajos que más he disfrutado.

 

 

A.C: Es muy bonito recibir un premio de manos de los compañeros de profesión.

J.D: Sí, es un lujazo y un orgullo que tus compañeros te valoren. También me nominaron por Sin tetas no hay paraíso, aunque ahí no me lo dieron, pero es un honor y la verdad es que creo que a todos nos hace mucha ilusión. Me entran ganas de contarte una anécdota…

A.C: Cuenta lo que quieras, que estamos en familia.

J.D: Cuando estaba nominado por la función a los premios de la Unión, Nancho Novo, que como te he dicho era el director de la obra, ya sabía que me lo habían dado. Hizo un canuto de marihuana y me dijo: “O le das tres caladas gordas o no te van a dar el premio”. Yo le dije: “No, tío, Nancho… No me hagas esto…” Pero, al final, lo hice y al poco rato escucho: “El premio es para Juan Díaz…”. Imagínate…, yo no podía ni hablar (Risas).

A.C: Y yo pensando que te habías quedado sin habla por la emoción del momento…

J.D: No, es que llevaba un colocón… (Risas) Ahí me cagué un poco en Nancho.

A.C: Para acabar, me gustaría que me propusieras un buen plan para la gente que viene a Madrid en este puente de diciembre.

J.D: Que se vengan al teatro a ver El largo viaje del día hacia la noche. Estaremos ahí de martes a domingo, hasta el diez de febrero, y el sábado hacemos dos funciones.

A.C: Gracias por todo, Juan. Ya sabes que, para mí, eres uno de los actores con más talento que conozco y animo a todo el mundo a que vaya a verte al Teatro Marquina, porque haces un trabajo para quitarse el sombrero.

J.D: Gracias a ti. Ha sido un placer y me lo he pasado genial, tanto en la sesión de fotos como en la entrevista.

 

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOGRAFÍA: MOISÉS FDEZ ACOSTA

AGRADECIMIENTOS: LARIOS CAFÉ, LAURA PIÑANA

 

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