Javier Pereira: «Es importante disfrutar del momento»

Javier Pereira: «Es importante disfrutar del momento»

Es una de las personas más centradas, trabajadoras y simpáticas que me he encontrado en esta profesión. Lo entrevisté hace años y me gustó tanto la experiencia que me daba miedo repetir por miedo a no estar a la altura. Pero segundas partes no siempre son malas y a mí, como a él, siempre me gustó mucho eso de intentar superarme a mí mismo. Yo creo que he salido airoso de este segundo encuentro, que hemos realizado en el nuevo y flamante Hotel Only You Atocha, y no porque esta vez haya hecho algo fuera de lo común, sino porque Javier Pereira es un actor que lo pone muy fácil, que se entrega a todo lo que le pidas y encima lo hace con una inconfundible sonrisa…

 

Ángel Caballero: Últimamente te he tenido muy presente, porque a mí, como actor, para componer los personajes me gusta mucho, entre otras cosas, ver trabajos de otros compañeros que tengan alguna similitud con el papel que voy a defender, y tu trabajo en la película Heroína ha sido un gran referente y una gran ayuda.

Javier Pereira: Esto es lo que se llama empezar fuerte, ¿no? (Risas) Muchas gracias, porque es muy bonito y un honor escuchar esto. Al final, nosotros vivimos esto como nuestro trabajo, nuestra pasión… Ya llevo unos años en los que he tenido la suerte de hacer algunos personajes muy bonitos, y luego hay compañeros, como tú, que los utilizan para crear otros o personas a las que simplemente le han marcado de algún modo… y es muy bonito que te lo digan y te lo recuerden. Cuando viene alguien y te dice que está estudiando interpretación y que se está preparando el monólogo que hiciste en Tu vida en 65 minutos o que se declaró a su chica con un texto que tenía en esa película… Eso es muy emocionante y es una muy buena carga de energía para seguir.

 

A.C: Además, en su día me comentaste que, precisamente, el personaje que hacías en Heroína era uno de tus favoritos. ¿Sigues pensando lo mismo?

J.P: Sí. A pesar de que con el tiempo he ido haciendo más cosas, para mí sigue siendo uno de los trabajos más especiales que he hecho en mi carrera y creo que lo va a ser siempre, porque fue uno de los primeros importantes, en el que tenía que demostrar que era capaz de hacer muchas más cosas de las que, a lo mejor, se podían esperar de mí. Y porque lo trabajé mucho, quedé contento con el resultado y me gustaría volver a tocar ese tema que abordaba o alguno similar.

A.C: Hablas de “lo que se espera de mí”, un hándicap con el que todos los actores, ya sean altos, bajos, guapos, feos, gordos, delgados…, tenemos que luchar para romper con esa imagen que se suele asociar a nuestro físico. Cuando alguien es capaz de ver más allá y confía en ti para un papel completamente distinto a lo que antes te habían ofrecido, es un momento que no se olvida.

J.P: Por supuesto. Yo recuerdo perfectamente que desde que me enteré que se iba a hacer el proyecto de Heroína maté por conseguir una prueba. La conseguí, llegué a la recta final con otros cuatro compañeros, me lo preparé a muerte y estando en La Granja con unos amigos, un domingo a las ocho de la tarde (que no esperas que nadie te llame para esto en domingo), sonó el teléfono y era Gerardo Herrero. Me dijo: “Hola, Javi. Soy Gerardo”, y me metí en una habitación para hablar tranquilo con él. Recuerdo perfectamente ese momento, el sitio, las ventanas y, sobre todo, la sensación y cómo se me pusieron los vellos de punta cuando me dijo que el papel era mío. Fue un momento muy especial.

A.C: ¿Cómo te preparaste para ese papel en el que interpretabas a un yonqui?

J.P: Yo, casi todos, mis papeles en cine me los preparo con Raquel Pérez, actriz y coach de actores, porque con ella me siento como en casa, me “aprieta” y me saca lo mejor. Y, por otro lado, haciendo mucho trabajo de campo, mucha investigación. Me metí como voluntario en Proyecto hombre un mes y medio. Luego también me fui quince días a un centro médico en las barranquillas, donde proporcionan las jeringuillas a estas personas y ahí fue donde pude ver más de cerca cómo venían nerviosos, con el mono, cómo se les queda el cuerpo cuando se han metido la heroína, cómo se relajan… Mil cosas que si no las observas y estás ahí con ellos es imposible meterte luego en ese personaje.

 

(Ángel lleva: Botas Paredes, los Jeans y la Cazadora son suyos; Javier lleva: Cazadora Bershka, Camiseta Quicksilver, Jeans Levis y Zapatos Chopo 1991)

 

A.C: Entonces se hablaba mucho de una nominación al Goya por ese trabajo que en aquél momento no llegó por una norma de la Academia…

J.P: Sí, era una regla que en esa época me perjudicó y que, curiosamente, años después la cambiaron y me ha beneficiado. Según la misma, si una productora te había presentado a Mejor actor revelación por una película, como había sido mi caso en Frío sol de invierno, ya no se te podía volver a presentar en esa misma categoría aunque no hubieras salido nominado. Entonces, al año siguiente, por Heroína, ya solo me podían presentar como protagonista y, evidentemente, no salió.

A.C: Pero años después acabaste ganando el Goya al mejor actor revelación y has vuelto a estar nominado este año, pero como protagonista.

J.P: Sí, luego al cambiar esa norma, volvieron a presentarme por Stockholm, salí y gané. Así que aquella vez no hubo suerte, pero más tarde la vida me lo regaló. (Risas)

A.C: Además, debió ser aún más especial, al recibirlo por un proyecto muy personal, dirigida por un amigo, un proyecto que levantasteis juntos…

J.P: Sí, aquello surgió porque Rodrigo Sorogoyen, después de su primera película codirigida (8 citas), tenía un guión de una nueva película que quería rodar, pero no conseguimos encontrar el dinero, y se le ocurrió que tenía otro guión que a lo mejor podríamos afrontar nosotros. Reunimos el dinero, sesenta mil euros, y nos lanzamos a la piscina. Evidentemente, nosotros no esperábamos llegar a donde llegó Stockholm. No sabíamos si íbamos a poder estrenar, como para pensar que podríamos estar los dos nominados al Goya, como sucedió. Empezar una peli en casa, porque en ese momento vivíamos juntos, fue un sueño que nos marcó como amigos de por vida. Rodamos en nuestra casa en doce días, la montamos y dijimos: “¿Y ahora qué hacemos con esto?”. Yo ya había ido al festival de Málaga otros años con otras películas, tenía el contacto y decidimos enviarla por si había suerte de que nos la cogieran en la sección ZonaZine, pero cuando la vieron nos llamaron y nos dijeron que querían incluirla en la sección Oficial. Ahí empezó el buen recorrido de la película. Era una cinta pequeña, que competía con todas las grandes, y fue la sorpresa de aquel año, porque salimos con cinco premios. Salimos muy reforzados de Málaga, así que nos pusimos a buscar distribuidora. Y, aunque les gustaba, nadie apostaba por ella porque no la veían comercial. Estábamos valorando la posibilidad de distribuirla nosotros mismos y justo en ese momento la vio Festival Films y decidió estrenarla con diecisiete copias. No se vio mucho, pero gracias al boca a boca, tuvo su espacio y su repercusión, permitiéndonos llegar a los Feroz (era su primer año y la película ganó Mejor Película Dramática) y luego a los Goya.

 

 

A.C: Y luego hacéis una segunda película, Que Dios nos perdone, y este año os vuelven a nominar…

J.P: Es que Rodrigo tiene un talento enorme para lo joven que es. Ha sido precioso volver a hacer la siguiente, que la hemos podido hacer sólo gracias a Stockholm. Gracias a que fuimos valientes en aquel momento. Gerardo Herrero, al que yo conocía por Heroína, me dijo que quería ver Stockholm. Se la pasé, le gustó, le presenté a Rodrigo y él le preguntó si tenía algo más escrito. Rodrigo ya tenía escrita Que Dios nos perdone, así que se la pasó a Gerardo y a Antena 3, a los dos les fascinó y se pusieron a hacerla. Ésta ya era una película mucho más grande, mucho más ambiciosa… Ése fue el gran premio de Stockholm, poder hacer Que Dios nos perdone, además de brindarnos la oportunidad a dos amigos de volver a trabajar juntos.

A.C: ¿Se vive igual la primera nominación que la segunda?

J.V: No. Las dos son muy especiales, pero la primera es como el primer beso… No se olvida y siempre marca más.

A.C: ¿Has notado un cambio hacia ti por parte de los compañeros o de la industria después del Goya y de la nominación?

J.V: No especialmente. Puede que después del personaje de Que Dios nos perdone, sí que haya sentido que me han valorado todavía un poquito más. Creo que lo he hecho en esta película ha sorprendido algo más y eso hace que te digan otro tipo de cosas, y gente que no conozco y que no tenía por qué decirme nada, me han hecho saber que les ha gustado mi trabajo, y me ha permitido llegar a sitios más lejanos que en otras ocasiones.

A.C: En Que Dios nos perdone creas un personaje en el que no se ve a Javier Pereira por ningún sitio. Como actor, ¿Son esos personajes, que te requieren una mayor transformación en todos los sentidos, con los que más disfrutas?

J.V: Lo normal sería que te contestara que sí. Además, ese tipo de personajes son regalos y grandes oportunidades porque, como decíamos antes, no te suelen confiar personajes tan opuestos, pero yo también disfruto mucho con otros como los que hice en Tu vida en 65 minutos o Stockholm, que son más “normales”. Curiosamente, esos, junto a los que hice en Heroína y Que Dios nos perdone, son mis cuatro favoritos, y dos de ellos son de una manera y los otros dos, de otra. Yo me quedo con los cuatro. También creo que, muchas veces, hacer de un chaval “normal” es más difícil de lo que parece. Tampoco es fácil escuchar y transmitir emociones sin grandes transformaciones. Entonces, también lo valoro. Para mí, la gran suerte es poder combinarlos y aprender de todos ellos. En Que Dios nos perdone, por ejemplo, sufrí bastante, porque el proceso me costó mucho. Tuve que perder diecisiete kilos, y mentalmente tampoco fue un trabajo fácil. Siendo un peliculón y teniendo un personaje maravilloso, yo estaba deseando que acabara el rodaje y no lo disfruté. Pero luego, viendo el resultado y no reconociéndome en esas escenas, me doy cuenta de que mereció totalmente la pena.

A.C: Como actor, fuera de escena, ¿Vives el momento a momento o eres de los que ya está pensando en el siguiente proyecto?

J.P: Lucho por poder centrarme en el aquí y el ahora, pero es cierto que somos actores y eso nos hace desarrollar un instinto de supervivencia, dependiendo de los meses que te queden de trabajo, y empiezas a generar y a buscar otros proyectos. Al final, nosotros siempre tenemos que estar buscando proyectos nuevos, ya sea yendo a los casting a los que te llamen o generando nosotros mismos funciones de teatro, películas, cortos… Siempre hay una búsqueda. Pero es verdad que, desde hace algún tiempo, cada día tengo más claro que esto es una carrera de fondo.

A.C: En aquella entrevista anterior, también hablábamos de la fama y de mantener los pies en la tierra. Después de aquello vinieron las nominaciones, los premios… ¿Cómo lo has hecho para no emborracharte de ese éxito y seguir siendo el mismo?

J.P: Es que yo soy muy consciente de cómo es esta profesión y de lo difícil que es. Ambos tenemos mil amigos y sabemos cómo funciona esto. Hoy estoy aquí y en un año puede que no vuelva a trabajar. Creo que es importante disfrutar del momento, pero siendo consciente de eso, ir aprovechando las oportunidades que te lleguen, porque, por desgracia, no suelen ser muchas. También supongo que por cómo me educaron, no creyéndome más que nadie porque hago lo que me gusta y porque la vida me ha regalado poder vivir de ello, ha tenido algo que ver.

 

 

A.C: Has pasado por varias series diarias, con el ritmo vertiginoso de trabajo que éstas conllevan… ¿Cómo está resultando la experiencia en Amar es para siempre?

J.P: Muy bien, la verdad. Estoy muy feliz. Ahora estoy en una etapa en la que trabajo todos los días, y esa disciplina a un actor siempre le viene bien. Además, he tenido la suerte de coincidir con un grupo de compañeros con el que hay muy buena química y nos lo pasamos muy bien.

A.C: ¿Ha sido complicado volver a coger el ritmo memorización del texto, de grabación…?

J.P: No especialmente. Al principio siempre cuesta un poco más, pero el cuerpo y la memoria son inteligentes y rápidamente coges el ritmo. Las series diarias son una gran escuela en la que, poco a poco, vas aprendiendo el tipo de actor que tienes que ser, a resolver rápidamente, en qué secuencias te tienes que desgastar más y en cuales menos, trabajar con mucha naturalidad y mucha verdad…

A.C: En breve vuelves al teatro y nada menos que al Teatro Español.

J.P: Sí, con la función La Cantante calva, un clásico maravilloso del teatro del absurdo de Ionesco. Pocas veces se hacen cosas así y pocas veces te la suelen ofrecer, así que es todo un reto, pero hay que tirarse a la piscina y hacerlo.

A.C: Y, además, volverás a coincidir con Adriana Ozores, que hacía de tu madre en Heroína.

J.P: Sí, desde ahí no hemos vuelto a coincidir, así que va a ser muy bonito. En el reparto también están Joaquín Climent, Carmen Ruiz y Fernando Tejero, con los que también tengo muchas ganas de trabajar, bajo la dirección de Luis Luque. Estaremos todo el mes de Mayo y parte de Junio en la sala grande del Español. La verdad es que este está siendo un año muy importante para mí, porque trabajar en Español siempre fue un sueño, y poder compaginarlo con un papel en protagonista en una serie de televisión y haber hecho una película como Que Dios nos perdone ha sido una gran suerte. Creo que pocos años van a superar a éste.

 

 

A.C: Javi, ha sido un placer volver a charlar contigo y no sabes cuánto me alegro de todo lo que te está pasando, porque no puede ser más merecido.

J.P: Gracias, Ángel.

A.C: Nos vemos en el Teatro Español, en mayo, con La Cantante Calva.

 

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOGRAFÍAS: MOISÉS FERNÁNDEZ ACOSTA

ESTILISMO: CARMEN BENA

PRODUCCIÓN: JAIME PALACIOS

AGRADECIMIENTOS:  Only YOU Hotels  , MIGUEL ÁNGEL DOBLADO, ISABEL RIAL.