Félix Gómez: “En Estados Unidos me sentí como una hormiga intentando cazar a un león.”

Félix Gómez: “En Estados Unidos me sentí como una hormiga intentando cazar a un león.”

El destino movió ficha y nos hizo tropezar por casualidad en la calle. Félix Gómez me empezó a hablar de sus sueños y de cómo, poco a poco, estaba luchando por hacerse un hueco en la industria americana. Al oírle, no puede evitar proponerle una segunda entrevista, aún a riesgo de emborronar la que, como alguna vez he confesado, es una de mis favoritas. Así que nos volvimos a reunir. En esta ocasión no paseamos por las calles de La Latina, pero nos dispusimos a hacer un viaje en el tiempo que nos llevó hasta el Teatro Fernando Fernán Gómez.

Ángel Caballero: Volver a España, volver a este teatro en el que representaste El día que nació Isaac, tu última función en España antes de marcharte a Estados Unidos…

Félix Gómez: Sí, han sido muchas emociones y muchos recuerdos. Además, es curioso, con el guión de Los 80 son nuestros que has traído. De repente, ha sido un viaje también a la primera función que hice, a la primera ficha de dominó que hizo que hoy yo esté aquí.

A.C: Aquel primer contacto con la profesión, que si no me equivoco fue para vencer tu timidez. Es curioso, porque el que te haya visto en un escenario nunca pensaría que eres una persona tímida.

F.G: Esto ya lo hemos hablado alguna vez, pero para mí el teatro fue algo terapéutico que me cambió la vida. Yo siempre digo que mi ángel me va moviendo continuamente y, en aquel momento, me movió. Era muy tímido… pero bueno, ya han pasado veinte años y también he aprendido, no fue una cosa que pasara de la noche a la mañana. Es cierto que, en según qué momentos, aún queda algo de eso, pero, evidentemente, ahora tengo mucho más control.

A.C: Ese ángel del que hablas te ha movido recientemente a Los Ángeles. ¿Ha sido una experiencia parecida a cuando te trasladaste a vivir de Sevilla a Madrid?

F.G: Sí, aunque más duro, quizás, porque ya no tienes la fuerza de la inocencia. Cuando llegué a Madrid, la posibilidad de fracaso “no existía”. Es decir, yo había terminado mi carrera, había hecho una serie de televisión en Andalucía y, por lo tanto, iba a llegar a Madrid, iba a conseguir un agente e iba a triunfar, porque así estaba escrito y así estaba decidido por mí. Por fortuna, la suerte me acompañó y así fue. A Los Ángeles llego con treinta y cinco años recién cumplidos, con la experiencia que te dan los años, donde conozco el fracaso y sabiendo que esa posibilidad puede existir. Por lo tanto, mi alma ya no es tan inocente y no soy capaz de crear ese sueño sin posibilidad de fracaso y tengo que enfrentarme a otros monstruos, otros miedos y otras inseguridades. Evidentemente, vencer todo esto, además de hacer frente a una nueva cultura, un nuevo idioma y una nueva industria, ha hecho que la transición Madrid-Los Ángeles haya sido mucho más complicada.

A.C: ¿Te preocupaba que mientras tú estabas abriéndote camino al otro lado del atlántico tu carrera aquí se pudiera resentir?

F.G: Por supuesto. Además, yo decido moverme a Los Ángeles justo cuando en España esa famosa crisis está atacando duramente a nuestro sector. Entonces, esa sensación de que dejo de cuidar este campo, porque me voy a arar otro… lógicamente, tienes miedo a que las malas hierbas crezcan. Pero, rápidamente, me di cuenta de eso y, aunque me haya costado mi dinero y mi salud, he dejado patente que yo estoy entre los dos países y si en algún momento surgía un proyecto interesante yo vendría, y así lo he hecho. He rodado en España, en Italia… y dejando muy claro que no me voy a Los Ángeles menospreciando este país, sino todo lo contrario. Me ha costado mucho trabajo abrir este espacio como para cerrarlo. Yo me he ido por esa necesidad de seguir creciendo y ese sueño de aspirar a proyectos mayores, trabajar con otra gente… Esa necesidad como artista de expandir mi mundo, pero no cerrando este mercado. Afortunadamente, creo que mi sitio aquí sigue, y he tenido la suerte de rodar una película este año y suenan proyectos para el año que viene, así que cruzo los dedos para que todo siga así.

 

A.C: Muchos actores que somos de fuera, al trasladarnos a Madrid tenemos la sensación de que nos estamos perdiendo algo a nivel personal, humano, algo que se queda en casa. Imagino que esa sensación aumenta cuando la distancia es mayor, ¿no?

F.G: Bueno, todo movimiento tiene un precio y eso tienes que saberlo. Yo me he acostumbrado, aunque siempre he sido bastante independiente y, a la vez, muy dependiente de mi familia. Esto, lógicamente, te requiere un esfuerzo mayor. Es decir, aunque tú estás allí, a horas completamente distintas, te conectas por Skype… porque, gracias a Dios, ahora tenemos muchas maneras para comunicarnos de un modo que en otro momento habría sido imposible. Además de la inmediatez… Ya no es escribir una carta, esperar a que llegue… ahora es llamar a papá o a mamá, a tus amigos. Mi familia y mis amigos son una de mis prioridades y lo quiero hacer compatible con mi sueño.

A.C: En cierta ocasión, te escuché decir que solías enviar postales a tu madre. ¿Sigues haciéndolo?

F.G: Sí, pero ahora el circulo se ha ampliado a mis hermanos (Risas). Ahora cada uno se ha ido a vivir fuera casa, así que ahora toca escribir a papá, mamá y los hermanos también.

A.C: Antes de irte, ¿Habías buscado desde aquí un agente en Los Ángeles? ¿Tenías amigos allí? ¿o fuiste un poco a la aventura?

F.G: Ahora muchos compañeros me preguntan cómo hacerlo. Lo ideal es que una película tuya triunfe aquí, que estés en un momento impresionante en España y que seas apetecible a la industria de allí. Como yo lo hice, no sé si lo volvería a hacer… pero a mí me ha servido, aunque hay maneras más sencillas de hacerlo. Las últimas películas que yo había hecho aquí (Agnosia e Insensible) no fueron el blockbuster que yo estaba esperando, y yo no podía esperar a que una película me catapultase a Estados Unidos. Como veía que eso no ocurría, pero sentía ese viento interno que me llevaba allí, decidí buscarme mi propio camino. Así que me fui solo, sin agente y sin nada, igual que como vine a Madrid. Cogí mis maletas y dije: “Hollywood, próxima conquista”. Y, fíjate, aunque antes te he dicho que no tenía tanta inocencia, tengo que reconocer que algo sí que había. Yo pensaba que llegar allí era igual: llamar a las puertas, llamar a los agentes, darles mi currículum y que alguno que iba a pillar. Y fue así, pero costó mucho más trabajo. Recuerdo esa primera mañana allí, cuando me desperté, que dije: “A ver, con qué agente me reúno…”. Fue como si se me abriera un agujero negro en el pecho, y es cuando me di cuenta de que estaba intentando abarcar la tarta de Hollywood, que es como el coliseo romano. Ahí tuve una crisis, porque me sentí como una hormiga intentando cazar a un león. Y, bueno, aceptar que era una hormiga en un mundo de leones me llevó a dar los pasos hasta que lo conseguí.

A.C: Eres de los que decías que para llegar a algo primero te lo tenías que creer tú. Imagino que allí ibas con la misma filosofía.

F.G: Hombre, yo tampoco me menosprecio. No soy un tío especialmente altivo, pero tampoco soy necio. Te quiero decir que sé la carrera que tengo, con mejores y peores trabajos. No me considero Daniel Day-Lewis, pero también llevo muchos años trabajando. Uno sabe el currículum que lleva, y cuando me entrevistaba con los agentes sabía qué era lo que quería, qué era lo que había hecho y hacia dónde quería ir, y me permití el lujo de decir que no a agentes porque sentía que no se compatibilizaban con lo que yo estaba buscando. Hasta que encontré a James, que es mi manager y la persona con la que empaticé y, precisamente, de todos los que había visto era el que tenía la empresa más pequeña y humilde, pero ese hombre y yo conectamos.

A.C: Trabajaste con Antonio Banderas en El camino de los ingleses. ¿Has podido compartir opiniones con él sobre esta aventura americana?

F.G: Sí, nos hemos visto, aunque Antonio tiene una vida muy frenética en Los Ángeles, cuando está allí y no está rodando en cualquier otra parte del mundo. Quedamos un par de veces y la verdad es que fue de mucha ayuda, porque, de repente, te calma, te cuenta su experiencia y descubres que esos miedos que yo puedo tener no son únicos. Es un momento en el que dices: “Ah, vale que yo estoy en mi proceso como artista, con mis inseguridades, mejores y peores momentos, y esto es normal, porque también le ocurre a otra persona a la que admiro y con la que he trabajado”. Él me prestó su ayuda y, a veces, no es más que tomarse un café con otra persona para darte cuenta de este tipo de cosas. Es verdad eso que dicen de Antonio, de que es una persona que recibe, porque ya te digo que conmigo lo ha hecho. Fue muy generoso y yo le estoy muy agradecido.

A.C: Acabas de grabar Stitchers, el piloto de una serie americana, que aún está pendiente de aprobación por parte de la cadena. ¿Cómo surge esta oportunidad?

F.G: Currando, a base de audiciones. Además, yo estaba en España rodando la película Tiempo sin aire cuando surgió la posibilidad de hacer otro piloto que salió, pero por incompatibilidad con las fechas de la película no pude hacerlo. Y no me preguntes por qué, pero la verdad es que me lo tomé muy deportivamente. Supongo que tenía la sensación de que otra cosa llegaría, y efectivamente: a las dos semanas de terminar el rodaje aquí, me llamó James diciéndome que tenía que ir para allá para hacer una audición para otro piloto, porque creen que soy idóneo para el papel. ¡Y allí que me fui! Hice la prueba, me cogieron, lo grabamos y ahora estamos en el tiempo de espera de que ABC family, que es la cadena que encargó el piloto, nos dé el ok definitivo para empezar.

A.C: ¿Cómo estás llevando esta espera?

F.G: Muy mal (Risas). Una vez que estás en España, hay una sensación bonita de sueño conseguido. Es decir, el viaje, el sacrificio, el esfuerzo, el luchar… por fin tienen su primera recompensa y ves que es posible. Recuerdo que cuando me dieron la noticia de que me habían cogido, rompí a llorar. Estaba en el parking, me llamaron mi manager y la directora de cásting y me derrumbé y me tiré al suelo, porque las fuerzas te flaquean y necesitas soltar esa descarga. Eso fue maravilloso. Y, una vez rodado el capítulo, pasar por la experiencia del rodaje allí con un equipo estupendo… el periodo de espera es la primera vez que lo vivo. En España lo normal es que cuando te cogen para una serie, ruedas los trece capítulos, se emite, ves cómo van las audiencias… Pero allí ruedas uno, la cadena lo ve y, hasta que decide, tienes un periodo de espera en el que no puedes comprometerte con ninguna otra producción de allí (porque en España si podría hacerlo, al no ser competencia). Así que cada mañana me levanto mirando el móvil o esperando ese mail de James en el que diga: “Congratulations. We’ re ok”.

A.C: Si la serie se aprueba y todo sale bien, ¿Tienes pensado instalarte definitivamente en Los Ángeles?

F.G: No, seguiría como hasta ahora. En los periodos de rodaje, evidentemente, estaría allí y en vacaciones me vendría para acá. Siempre, claro, tratando de compaginar los trabajos en ambos sitios para no perder el contacto con mi vida aquí.

A.C: En Estados Unidos a los actores españoles nos suelen contratar para hacer de hispanos. ¿Te ha sucedido esto con tu personaje en esta serie?

F.G: Mi personaje es español, pero en mi caso es un poco diferente porque, según ellos, yo no pertenezco al concepto que ellos tienen de hispano o latino. Para ellos, por mis rasgos, soy un europeo de clase social alta. Por eso yo también he intentado mejorar mi acento todo lo posible, aunque siempre va a haber algo que suene a extranjero, para poder pasar por portugués, italiano, griego, francés… Ahí estás en esa cosa de europeo educado en una cultura anglosajona, pero europeo.

A.C: ¿Has percibido una diferencia muy grande entre grabar una serie en España a otra en Estados Unidos?

F.G: Sobre todo en el tiempo y el dinero, o el dinero que compra el tiempo allí. Allí ruedas, más o menos, los mismos días que aquí, con la diferencia de que las series son de unos cuarenta minutos y aquí de unos ochenta, por lo que estás trabajando el doble con el mismo tiempo. Eso te permite poder dedicar más tiempo a ensayos, a hablar con el director, a hacer diez mil tomas…

 

 

A.C: Actualmente sois varios los actores españoles que se están buscando la vida en Los Ángeles. ¿Soléis quedar allí entre vosotros?

F.G: A veces sí y otras no. Haces piña con los que son tus amigos y con los que, igualmente, quedarías aquí. Yo tengo un grupo de españoles allí con los que me llevo estupendamente, que han sido mi familia y mantengo un contacto con ellos bastante activo, pero también llega un momento en el que si me hubiera mantenido solo en ese grupo no habría aprendido inglés. Tú puedes vivir en Los Ángeles y hacer tu vida hablando en español todo el tiempo, pero es que uno de mis objetivos era aprender inglés y tener un buen acento. Así que me tuve que alejar. Y cuando quedaba con españoles les decía: “chicos, tenemos que hablar en inglés”. Quizás no mejore el acento, pero voy a obligar a mi cerebro a pensar en inglés, que es una buena manera de entrenarte.

A.C: Además, no solo has ido a trabajar. También has ido a clases y has continuado con tu formación como actor.

F.G: Sí, porque interpretar en otro idioma es vivir en otro idioma, y eso hay que entrenarlo. Mi primera etapa en Los Ángeles fue entrenamiento. Me apunté a una escuela de teatro para subirme a un escenario y transitar por todas las emociones de estos personajes en otro idioma.

A.C: Como has mencionado antes, viniste hace unos meses para rodar Tiempo sin aire, junto a Adriana Ugarte. ¿Qué tal el reencuentro con los compañeros y la industria española?

F.G: Muy bien. Hay cosas que me chocan, y que ya me chocaban antes, que ahora he comprobado que son posibles, como ese showbussines, esa manera de hacer que yo intuía que existía pero que nunca había visto con mis propios ojos… Hay cosas que te frustran y otras que te emocionan más si cabe, porque son más bellas que antes. Evidentemente, tú cambias, porque vives más experiencias y eso crea algo distinto en ti. Puede que ya no mire las cosas con los ojos con los que lo hacía antes, pero, al mismo tiempo, también hay más amor porque cuando te vas fuera, desde lejos, entiendes muchas cosas mejor. Es una mezcla.

A.C: ¿Qué te ha seducido de este proyecto?

F.G: Es que el personaje que me ofrecían era maravilloso. Desde que leí el guion no tuve ninguna duda. No puedo contarte mucho, porque mi personaje es un giro importante dentro de la película y aún no sé hasta qué punto se puede desvelar. Ya verás que es una faceta bastante nueva en mí, porque este papel me brinda la oportunidad de dar un poco más e ir a un sitio donde nunca había ido y me apetecía mucho. Y, siendo objetivos, tal y como está el panorama del cine español, decir que no a una película que te ofrecen a principios de año sería un poco necio por mi parte. En esta profesión, por lo general, nunca sabes cuál va a ser tu siguiente proyecto. Yo he tenido épocas en las que sí, enganchaba uno con otro y mi agenda estaba llena hasta el año siguiente. Luego ha habido otras en las que no. En este oficio no es fácil vivir en la estabilidad.

A.C: Bueno, yo de ti aprendí a generar mis propios proyectos, como tú has hecho en el teatro, para hacerlos entre trabajo y trabajo, para así llegar a una cierta estabilidad

F.G: Me da mucha alegría que me digas eso. Animar a otra persona a cumplir su sueño y ver que se cumple es muy reconfortante. Aunque también creo que yo sólo fui el canal. Ese mensaje te tenía que llegar de alguna manera y fue a través de mí. Yo creo que es la red universal la que emite y yo sólo te puedo contar mi experiencia, y si eso te ha servido… Yo sigo pensando así, pero ahora, desgraciadamente, no me puedo comprometer con una producción teatral, porque he empezado mi siguiente producción, que para mí sería el sueño de Hollywood.

A.C: Gracias, Félix. Espero que este sea el comienzo de una nueva etapa en tu vida.

 

 

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOGRAFÍA: MOISÉS FERNÁNDEZ ACOSTA

AGRADECIMIENTOS: TEATRO FERNÁNDO FERNÁN GÓMEZ- CENTRO CULTURAL DE LA VILLA.

 

¡NO TE PIERDAS, el próximo jueves 30 de octubre, AlgoPasaCom… LEONARDO SBARAGLIA