Daniel Grao: «Suelo ser reacio a las etiquetas, pero la de «chico Almodóvar» me encanta».

Daniel Grao: «Suelo ser reacio a las etiquetas, pero la de «chico Almodóvar» me encanta».

No hay que ser muy listo para vaticinar que este año marcará un antes y un después en la dilatada trayectoria de Daniel Grao. Estos días se encuentra grabando la serie La sonata del silencio, y por las noches se mete en la piel de uno de los últimos amantes de Lorca, en la Sala Princesa del teatro María Guerrero, en la exitosa La piedra oscura, mientras aguarda el estreno de tres largometrajes. Uno de ellos, Silencio, es una de las películas más esperadas de la próxima temporada, en la que Grao se pone a las órdenes del mismísimo Pedro Almodóvar.

 

Ángel Caballero: En una ocasión me dijiste que te gustaba trabajar con directores exigentes. Curiosamente, ahora vienes de trabajar con Almodóvar, del que se dice que es uno de los más exigentes…

Daniel Grao: Sí, el gran Almodóvar… La verdad es que es un rodaje en el que me lo he pasado muy bien. Pedro ha sido, en efecto, exigente, como yo creo que debe ser un director, pero todo con muy buena onda y mucho sentido del humor. Ha sido un viajazo maravilloso en el que he aprendido mucho. Esto es algo que los actores solemos decir bastante, pero ya sabes que no siempre es verdad… (Risas) Es sustancialmente cierto que digas: “Hay un antes y un después como actor después de este trabajo”. En esta ocasión, es así. Pedro me ha dado claves que yo no estaba teniendo en cuenta y que creo que voy a poder utilizar en los trabajos que vengan de ahora en adelante.

 

 

A.C: ¿Cómo es el día, con el que muchos actores soñamos, en el que te llaman de El Deseo para decirte que el papel es tuyo?

D.G: Es un sueño. Fíjate, a mí me pasó algo curioso con todo esto, porque un día, estando en el camastro de La piedra oscura, antes de dar la entrada al público, Pablo Messiez, el director, se quedó mirando al infinito, pero en su campo de visión estaba yo. Pensé que me estaba mirando a mí y que quería darme alguna pauta, pero, de pronto, me dice: “Estaba pensando que Pedro Almodóvar va a rodar una película (yo todavía no tenía ni idea de esto) que se titula Silencio, y me encanta ese nombre. Creo que vuelve al universo de las mujeres, y no sé por qué tengo la sensación de que me va a gustar mucho”. Cuatro días después de aquello, mi representante me dice: “Voy a intentar que Pedro Almodóvar vaya a verte al teatro, porque está preparando una nueva película…”; pero, antes de eso, las directoras de casting, Eva Leira y Yolanda Serrano, se anticipan y me convocan para una prueba, que les gustó mucho y le enviaron a Almodóvar. Entonces el me citó en su despacho para hacer una segunda prueba con Adriana Ugarte y, enmedio de todo esto, ya le invitamos a venir al teatro y le encantó la obra. Igualmente, hice un par de pruebas más, que no fueron muchas, pero sí estuvieron bastante dilatadas en el tiempo.

A.C: Y ya podemos decir que te has convertido en un “chico Almodóvar”…

D.G: Yo suelo ser bastante reacio a las etiquetas, pero te confieso que esa me encanta. (Risas) Ahora me estoy dando cuenta de todo lo que significa ese nombre para un actor. Además de para la historia del cine,  la industria, lo que es él como creador… Es muchas cosas y todas muy importantes. Así que ser una pequeña pieza de eso te hace sentir muy bien.

 

 

A.C: Qué mal lo pasamos los actores en nuestro primer día de rodaje con nuestra primera secuencia… Imagino que si a eso le sumamos el estar a las órdenes de alguien tan importante, inevitablemente, la presión es aún mayor… ¿Cómo fue tu llegada al set de Silencio?

D.G: Ellos llevaban ya varios días rodando cuando yo llegué. Me recogieron sobre las doce de la noche, porque había que rodar de madrugada, ya que era un exterior noche en un andén abandonado. Estuvimos trabajando toda la madrugada (ellos estaban ya más acostumbrados al cambio de horario, pero yo no…) y sobre las cuatro de la mañana tenía una mezcla de excitación, sueño, nervios… que ya te crean un estado peculiar. Además, a esas horas mi turbia voz ya se empezó a enturbiar un poco más, y Pedro cortó, se acercó y me dijo: “No te preocupes, va bien… pero la voz te está saliendo un poco a lo Sergio Dalma… ¿Podrías normalizarla un poco?” (Risas) Tú imagínate, tu primera sesión con Pedro Almodóvar, con voz de Sergio Dalma… Era como que se juntaba todo e, inevitablemente, sale esa vocecilla interna que hace que te preguntes: “¿Estará yendo bien?” Luego, una vez que estábamos esperando a que iluminaran para cambiar de plano, nos hizo el regalo a Adriana Ugarte y a mí de acercarse y decirnos que todo iba muy bien y que estaba muy contento. A partir de ahí, ya te relajas y dices: “Claro que sí, que exija todo lo que tenga que exigir para que quede lo mejor posible”.

A.C: Una vez pasada la euforia del momento en el que te llaman para decirte que el papel es tuyo, por lo general, a los actores nos invaden mil dudas e inseguridades. ¿A ti te sigue sucediendo?

D.G: Quizá ahora estoy más positivo en ese sentido y pienso que, de un modo u otro, al final saldrá. Lo que sigo sin sentir es esa suma de todo lo que has ido aprendiendo a lo largo de los años en trabajos anteriores. Ante una nueva llamada uno siempre quiere buscar en su baúl de recuerdos, donde está todo lo que ya tiene, y es como si no hubiese nada. Es como volver a empezar pasando por donde tengas que pasar con la misma sensación que la primera vez. Como empezar de cero sin que todo lo otro no contara. Algo parecido es lo que me está ocurriendo ahora con La piedra oscura, que es un viaje emocional tan fuerte que da igual si anoche ya lo hiciste.

 

 

A.C: Un viaje emocional, un viaje profesional y un viaje que te ha llevado a Londres y a muchos otros sitios.

D.G: Sí, porque vamos a hacer gira que nos llevará por Granada, Sevilla, Valencia, Galicia… y parece que La piedra va a tener una larga vida. Yo así lo deseo, porque amo hacerla. Estuvimos Enero y Febrero en la sala Princesa del María Guerrero, funcionó muy bien y al tercer día ya se agotaron todas las entradas, por lo que nos propusieron volver ahora y ya hace meses que también se agotaron.

A.C: Creo que el mayor miedo de un actor es que no venga nadie a vernos… ¿Cómo es eso de empezar una función sabiendo que siempre va a estar el aforo lleno?

D.G: Es muy especial. Tú entras en un proyecto porque crees en él, pero hasta que no estrenas no sabes qué efecto va a tener en el público. Con esta función está ocurriendo algo como muy universal, porque emociona a gente de cualquier edad. Es una obra muy emocional y evocadora, por lo que a todo el mundo le toca en algún sentido y la respuesta, cada noche, es abrumadora. Esta obra nos ha traído muchas cosas como, por ejemplo, lo de Londres, que fue un caramelito. Tuvimos la suerte de poder ir allí a un festival de teatro español y testarla con público de allí. Era muy emocionante ver que gente que, a priori, no tiene nada que ver con lo que cuenta la función, por el contexto histórico en el que está situada, también se emocionaban y funcionaba igual de bien. Otra buena prueba de esto es que, de momento, la obra ya se ha traducido al ruso y al griego.

 

 

 

A.C: Además, La piedra oscura es un título muy especial por otras razones…

D.G: Sí, es el título de una obra de Lorca que no sabemos si llegó a escribir en su totalidad y se perdió o si sólo llegó a escribir el título, que es lo que sí se encontró, junto a una pequeña sinopsis que habla de un club en el que el elemento de la piedra negra es una especie de contraseña y en la que abordaba el tema de la homosexualidad. Esa es toda la información histórica que tenemos sobre el título, porque la obra, como tal, nunca se encontró. En nuestra función yo interpreto a Rafael Rodríguez Rapún, apodado “el tres erres”, que fue el destinatario de los Sonetos del amor oscuro de Lorca, que tenían un contenido homosexual y amoroso. Estos sonetos estuvieron ocultos durante mucho tiempo; la primera edición que hay es de los años 90. Rafael fue secretario de la compañía teatral La Barraca y amante de Lorca en los últimos años (pese a haber sido heterosexual hasta entonces). Alberto Conejero, el autor, hizo un trabajo de investigación con la familia de Rafael. Conoció a Tomás, su hermano, que murió hace  poco con cerca de 90 años. Cuando Tomás conoció a Alberto, un joven autor que quería escribir sobre su hermano, se emocionó mucho y le dijo que ahora entendía por qué él tenía que haber vivido tanto y su hermano no. Así que se lo tomó como una misión, le ayudó en todo y le pasó todo el material que tenía de cartas, fotos, apuntes de La Barraca… con lo que él escribió la obra y ahora va a editar un ensayo.

A.C: Hiciste un pequeño papel en la película Los ojos de Julia por trabajar junto a Belén Rueda y, poco después, la televisión te brindó la oportunidad de compartir con ella dos temporadas de la serie Luna, el misterio de Calenda. ¿Te gustaría tener un tercer encuentro con ella o hay nuevos compañeros con los que te apetezca trabajar?

D.G: Yo estoy deseando volver a rodar con Belén, porque con ella todo es siempre maravilloso. Dicen que cuando verbalizas las cosas al final suceden, así que lo voy a decir bien alto a ver si hay suerte y volvemos a trabajar juntos. Ya hemos estado a punto de volver a coincidir, pero al final no ha pasado. Yo llevaba mucho tiempo con ganas de trabajar con ella y, en aquella época, antes de Los ojos de Julia, se iba a hacer de una serie que no llegó a salir, con temática militar, y a mí ya me soplaron que era muy probable que íbamos a estar los dos. Luego ya supe que esa serie no tiraba para adelante y llegó la posibilidad de hacer esa participación en Los ojos de Julia. En aquel momento aún no la conocía, pero ahora, después de estas dos experiencias, te puedo decir que es una magnifica compañera y una “curranta” maravillosa.

 

 

A.C: Hace seis años, justo cuando acababas de terminar de rodar Los ojos de Julia y la serie Acusados, en una entrevista me aventuré a decir que tenías una más que prometedora carrera. Me alegra mucho ver que no me equivoqué… Ahora estás atravesando un muy buen momento en cine, en televisión y en teatro.

D.G: Soy un privilegiado, la verdad… Estoy feliz y muy agradecido, porque estoy haciendo todo lo que quiero, con la gente que me gusta y gozándolo mucho. Aunque tampoco me gusta pensar mucho en esto, porque me abruma, y supongo que, como es algo que estás viviendo en el presente, al fin y al cabo es tu realidad y tampoco te das mucha cuenta. Es en estos momentos, como ahora en las entrevistas, en los que haces una especie de balance y dices: “Qué suerte tengo… Gracias, vida”. Este año pasado ha sido muy bueno y, sobre todo, he tenido la enorme suerte de poder hacerlo todo compatible, que eso no siempre es fácil. Han sido unos meses duros  de trabajo, de dormir casi nada, porque además tengo familia, pero bendito sacrificio cuando es por un motivo así.

 

 

A.C: Los actores somos una raza un poco especial; como dice mi abuela, “para echarnos de comer a parte”. ¿Cómo lleva tu familia esos momentos de nerviosismo en los que, por ejemplo, esperas esa llamada que confirme que vas a estar en la nueva película de Almodóvar o en una función en el CDN?

D.G: Fíjate, para eso yo soy, al menos externamente, bastante sereno. En esos momentos me suelo volver muy terrenal, muy práctico y no quiero fliparme. Tengo dos hijos, y eso significa relativizar al cien por cien, porque la realidad, cuando llegas a casa, es “papá léeme un cuento” o “el bibe está frio o está muy caliente…”. Eso tiene tanta fuerza, tanta inercia y tanto arrastre que hace que mantengas todo el tiempo los pies en el suelo. Con el paso del tiempo también he ido aprendiendo a no llevarme el trabajo a casa. Antes me era más difícil y contagiaba más el hogar de lo que estuviese haciendo en ese momento. Ahora, aunque el actor siempre está ahí, vivo ese tipo de cosas de una manera más relajada.

 

 

A.C: A los hijos de otros compañeros, como son todavía muy pequeños, les suele chocar que a sus padres la gente se les acerque para pedirles una foto o felicitarles por algún trabajo. No sé si a ti también te habrá ocurrido esto…

D.G: Sí, con mi hijo mayor he vivido esa situación en la que te preguntan: ¿Por qué quieren hacerse una foto contigo? Yo, para explicárselo, le hago el símil con los dibujos animados y le digo: “Es como si tú te encuentras a Bob esponja y, como siempre lo ves en la tele, te apetece hacerte una foto con él…”. (Risas) Mi hijo también alucinó cuando descubrió que trabajos míos están en un DVD. Él tiene una colección de dibujos animados en DVD y, ahora que ya sabe un poquito de qué va mi trabajo, aunque todavía no ha visto casi nada, un día me dijo: “Papi, ¿sabes que estaría súper bien? Que tu trabajo estuviese en un DVD, como mis dibujos”. Entonces le dije “Pero mira, si en esa estantería de arriba están los trabajos que he hecho”. Le enseñé algunos de ellos en los que salía mi foto, me miró y se le iluminó la cara como si sintiera un enorme “maravillamiento”. El contenido aún no lo ha visto, porque es muy pequeño y no lo entendería… Además, como, casi siempre, hago cosas bastante intensas y dramáticas… (Risas)

 

 

A.C: Bueno, estaba la función La Avería, donde, además, hacías un ejercicio enorme de cuerpo y caracterización.

D.G: Sí, pero entonces era aún muy pequeño… En La Avería, lo que estuvo fue correteando muchas noches por el escenario antes de que comenzara la función. (Risas) También vino a los camerinos, vio todo el proceso de la máscara… Luego, en Emilia, de Claudio Tolcachir, como le hacía mucha ilusión acompañarme en una gira y pasar una noche conmigo fuera, vio un trocito entre bambalinas, porque era un drama familiar, y le pedí a la regidora que cuando la cosa se empezara a poner cruda, se lo llevara. Él se pone como muy orgulloso con eso…

A.C: Tiene que ser muy emocionante salir a escena sabiendo tu hijo está ahí, viéndote.

D.G: No sabes cuánto… Cualquier cosa que hagas con tus hijos es especial. Una vez que tienes hijos, forman, de una forma tan intensa, parte de ti, que están siempre presentes, de un modo u otro, en tu trabajo y en tu imaginario.

 

 

A.C: Este año, además de Silencio, también te veremos en otra película a las órdenes de Elena Taberna.

D.G: Sí, es una historia que está basada en una novela de Lucía Etxebarría, con Juana Acosta y Goya Toledo. Yo interpreto a un fiscal de Bilbao al que todo le va bastante bien hasta que un día recibe una llamada en la que le dicen que su hermana, a la que hace dos años que no ve, pertenece a una secta en Canarias y, por lo visto, ha habido un suicidio colectivo. Fíjate que curioso, porque se titula El contenido del silencio, también he rodado Silencio y ahora empiezo a grabar la serie La sonata del silencio. Parece que este año el silencio va a estar muy presente en mi vida… (Risas)

A.C: ¿Cómo estás viviendo este nuevo proyecto de televisión?

D.G: Muy bien. Es una serie cerrada de nueve capítulos para TVE basada en la novela del mismo título, con Eduardo Noriega y Marta Etura. Está dirigida por Iñaki Peñafiel, que dirigió El tiempo entre costuras, y bebe un poco de ese estilo de serie. Está situada en el contexto histórico de la posguerra civil, aunque también hay varios flashbacks que nos llevan a justo antes de la guerra, y todos los decorados son en escenarios reales. La verdad es que tiene muy buena pinta, porque es una serie muy cuidada y con una imagen muy cinematográfica.

 

 

 

A.C: Pues parece que gracias al silencio este año el nombre  de Daniel Grao va a hacer mucho ruido. Señor Grao, siempre es un placer reencontrarme con usted. Gracias por lanzarte a la piscina a jugar y por hacerlo todo tan fácil. Te confieso que tengo muchas ganas de trabajar contigo, así que, como tú dices, voy a decirlo bien alto, a ver si se cumple…

 

 

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOS: MOISÉS FDEZ ACOSTA

MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: SILVIA GIL

ZAPATILLAS ÁNGEL CABALLERO: PAREDES

FOTOS REALIZADAS EN EL RESTAURANTE BOSCO DE LOBOS ( C/Hortaleza 63) 

AGRADECIMIENTOS: ÓSCAR VILA, LAURA PIÑANA