Ángel De Miguel: “No quise quedarme con la sensación de no haberlo intentado”.

Ángel De Miguel: “No quise quedarme con la sensación de no haberlo intentado”.

Renunció a una vida estable por la incertidumbre que envuelve al mundo del actor. Apostó por su sueño, se la jugó y ganó. Ángel De Miguel es el nuevo protagonista de la exitosa El secreto de Puente viejo, pero antes ya había pasado de puntillas por otras series, había saboreado los aplausos del público sobre las tablas de la exitosa Amores Minúsculos y se había llevado algún que otro galardón desde el otro lado del charco. Nos reunimos en el céntrico Dear Hotel de Madrid para hablar de todo esto y de mucho más…

 

Ángel Caballero: ¿Qué te parece si empezamos por esa pregunta tan recurrente que nos suelen hacer en las entrevistas a los actores que, en cierto modo, acabamos de aterrizar en este mundillo? ¿Siempre quisiste ser actor?

Ángel De Miguel: No, yo soñaba con ser futbolista. Empecé jugando en el Villareal, el equipo de mi pueblo, hasta las categorías juveniles. Me lesioné y tuve que buscar otros caminos. Lo de la interpretación era algo que ni se me había pasado por la cabeza, pero, como de niño era muy vergonzoso, me propusieron que me apuntara a un curso de teatro. Me gustó mucho la experiencia y despertó en mí un gusanillo que, con el tiempo, sustituyó a esa ilusión que tenía por el futbol. Esa ilusión también es la que me ha movido a lo largo de estos años para investigar, formarme y para estar preparando para este oficio al que nos dedicamos.

 

 

A.C: Durante unos años compaginaste los estudios de interpretación con los de Económicas e incluso llegaste a trabajar en un banco cuando acabaste la carrera.

A.D.M: Sí, llevaba las dos cosas para adelante porque me gustaba la interpretación, pero es un mundo poco estable y la cultura de mi familia siempre ha sido el “búscate un trabajo fijo, en una oficina, con una cierta seguridad económica…”. En esos años, en Villareal, yo tenía mi trabajo, que me aportaba ese colchón económico y laboral, pero seguía haciendo obras de teatro amateur, webseries, cortometrajes… para matar lo que yo pensaba que era un  simple gusanillo que me tenía entretenido.

A.C: ¿Qué fue lo que hizo que dejaras tu trabajo estable, tu casa en Villareal y te vinieras a Madrid a la aventura de querer ser actor?

A.D.M: No quería quedarme con la sensación de no haberlo intentado. De no haber intentado ser feliz. No te hablo solo de querer dedicarme a lo que me gusta, sino a ser feliz. Yo me di cuenta de que la interpretación, ya fuera grabando un corto o subiéndome a un escenario, me hacía muy feliz. A medida que iba creciendo, esa felicidad iba restando la importancia que le daba a la comodidad que me deparaba el tener un trabajo estable. Aunque me gustaba lo que estaba haciendo, actuar se había convertido en una droga para mí y yo en un yonki de la interpretación.

 

 

(Ángel Caballero lleva: Total look Quiksilver, Zapatillas Geox, Mochila Quiksilver y Gafas Vans; Ángel De Miguel lleva: Total look Quiksilver y Zapatillas Geox)

 

A.C: ¿Sentiste miedo a la hora de tener que dar ese cambio de vida?

A.D.M: Sí, porque hay como algo tan establecido de que arriesgar va a ser pegarte un batacazo… Todo el mundo me advertía y me aconsejaba que me lo pensara muy bien. Al final, inevitablemente, acabas preguntándote: “¿Y si me estoy equivocando?” Eso da mucho vértigo, pero una vez superas esa fase, le plantas cara y dices: “Pues si me equivoco, lo haré haciendo lo que me gusta y lo que quiero hacer”.

A.C: Y parece que no te equivocaste, porque al poco tiempo de llegar a Madrid ya fueron surgiendo los primeros trabajos…

A.D.M: Sí, al mes de llegar, Eva Daoud, una directora siria, me cogió para un proyecto de cortometraje, titulado El ladrón de luz, que quería grabar con gente de España. Además, por ese trabajo, el año pasado, gané el premio al mejor actor protagonista en el International Underground Film Festival de Los Ángeles y estuve nominado en el California Womens Film Festival.

 

 

 

A.C: Pero ese no es el único premio internacional que has conseguido…

A.D.M: Sí, en el Nueva York City Film Festival también me lo llevé por el corto ¿Quién es Libertad Lionetti? de J.K Álvarez, que es un director asturiano. La verdad es que me puedo dar con un canto en los dientes, porque no he parado de trabajar en estos dos años y, encima, en proyectos, como estos dos cortos, por los que me han premiado como actor.

A.C: ¿Y qué se siente cuando te llaman para comunicarte que el trabajo que has hecho en un corto ha sido premiado al otro lado del charco?

A.D.M: Mucha felicidad y una alegría enorme.  Al mismo tiempo, también es un poco desconcertante porque cuando haces un trabajo pones todo tu amor y todas tus ganas en él, pero no esperas recibir ninguna mención, ni ningún premio. Por eso, cuando llega, solo queda recibirlo con una sonrisa bien grande. Además, es una motivación extra para seguir trabajando e intentando hacerlo lo mejor posible.

A.C: Parece que la aventura de ser actor no pudo empezar mejor…

A.D.M: Sí, a los tres meses de rodar El ladrón de luz me cogieron para la función ¿Quién, Yo?, dirigida por Javier Enguix, y también empecé a hacer publicidad, que es lo que me ha mantenido para poder vivir, comer, pagar el alquiler y pagarme los cursos en el estudio de Juan Carlos Corazza, con Fernando Piernas y con Natalia Mateo en Central de cine. Todos los ingresos que iba ganando los iba reinvirtiendo en mi formación. La verdad es que, para el poco tiempo que llevo en Madrid, todo me ha venido muy rápido y siento que he tenido mucha suerte.

 

 

 

A.C: Después de esta función llegó Amores Minúsculos, uno de los éxitos de la pasada temporada teatral en Madrid y que ahora triunfa en Barcelona, donde interpretaste nada más y nada menos que los cuatro personajes masculinos que aparecen en la obra.

A.D.M: En el curso con Natalia Mateo conocí a Eduardo Díaz, que es uno de los productores de la función. Me vio en los ejercicios que hacíamos en clase y me propuso hacer el casting para hacer de swing de los cuatro personajes masculinos de la obra. Hice dos pruebas con ellos y me cogieron. Ellos llevaban ya tres temporadas con muchísimo éxito, muy buenas críticas, nominaciones a los premios Max y estaban el off del Teatro Lara, por lo que yo lo viví como un paso importante. Además del reto de interpretar a cuatro personajes distintos, cada semana, completamente diferentes entre sí. Fue un trabajo complicado, pero gracias al director, Iñaki Nieto, que me dio vía libre para crear a los personajes desde mi punto de vista, no fue tan difícil. También ellos llevaban mucho tiempo con la obra, la tenían muy rodada, había cosas fijadas que siempre funcionaban… Fui aprendiendo un personaje por mes. Lo saludaba y lo despedía en un mismo fin de semana, y empezaba con el siguiente. Lo hicimos así hasta que nos pasamos al Teatro Nuevo Apolo, donde ya me comunicaron que contaban conmigo para uno de los personajes fijos.

 

A.C: La inmensa mayoría de los actores somos inconformistas por naturaleza,  y casi nunca solemos quedarnos contentos con esa primera función de la noche del estreno. En tu caso, al enfrentarte cada vez a un nuevo personaje era como estrenar cada semana. ¿Qué sensación te quedaba después de cada una de esas funciones?

A.D.M: En mi caso, era buena. Intentaba siempre disfrutarlo mucho, porque sabía que sólo tendría una oportunidad, o como mucho dos, de hacer ese personaje, por lo que siempre iba a por todas. También te digo que nunca lo hice para demostrar nada, sino para mostrar mi manera de afrontar ese personaje y conseguir que el público disfrutara tanto como lo estaba haciendo yo en ese momento. Por supuesto, me habría encantado poder saborear más esos personajes y llenarlos de más matices, pero no había tiempo para la duda o para el “¿Y si hubiera hecho esto…?” Tenía que lanzarme y darlo todo en una única función.

 

 

(Ángel lleva: Camisa y sombrero Antony Morato, Reloj Ararât)

 

A.C: Y llegan las primeras apariciones en televisión, en series como Sin Identidad, hasta conseguir tu primer papel fijo en El secreto de Puente Viejo. ¿Fue más complicado hacer un personaje pequeño de unas cuantas frases o enfrentarte a uno de largo recorrido?

A.D.M: Todo tiene su dificultad. Recuerdo que cuando grabé aquel episódico en Sin Identidad, que era la primera incursión en televisión que tuve cuando llegué a Madrid, estaba como un flan. Ahí sí que aparecieron esos nervios y esa autoexigencia de “tengo que hacerlo bien” con la que, curiosamente, lo que consigues es que lo pases mal.

A.C: Muchas veces, nuestro peor enemigo somos nosotros mismos.

A.D.M: Sí… Pero bueno, una cosa es lo que nosotros sentimos como actores cuando estamos rodando y otra lo que luego se ve…

A.C: ¿Te has acostumbrado ya al ritmo tan rápido de grabación que supone hacer una serie diaria?

A.D.M: Al principio me costó, pero, poco a poco, ya todo se va normalizando y el cuerpo ya se va acostumbrando. Lo más difícil fue el ritmo de memorización y de trabajar los textos, que en esta serie tienen un léxico y una construcción gramatical que no es a la que nosotros estamos acostumbrados. También recuerdo que, durante los primeros quince días, lo viví todo como algo muy frenético, porque no estaba acostumbrado a grabar de siete a siete; y luego llegaba a casa y tenía que ponerme a estudiar las secuencias del día siguiente… Fue todo muy intenso y apenas dormía, porque quería estar a la altura y no paraba de pensar en las secuencias que tenía que saberme. Por suerte, ya he cogido el ritmo y estoy disfrutando mucho del trabajo que estamos haciendo. Además, también es muy bonito leer todos esos mensajes de apoyo y de cariño de los seguidores de Puente Viejo.

 

 

 

A.C: ¿A quién fue la primera persona a la que llamaste cuando te dijeron que te habían cogido en la serie?

A.D.M: A mi madre. Pero ya una vez iniciado el rodaje, porque no se lo dije a nadie (y tuvimos un proceso de ensayos de un mes y medio) hasta que empezamos a grabar. Tenía tanto pánico a que la cosa, al final, se torciese, que no quise contarlo.

A.C: ¿Eres supersticioso?

A.D.M: Para algunas cosas… No lo considero una superstición, pero sí que es verdad que hay un miedo a contarlo por si luego no sale.

A.C: ¿Te ha pasado esto en alguna ocasión?

A.D.M: A mí, no. Pero lo he visto de cerca y no es algo agradable…

A.C: ¿Cuándo te hablaron por primera vez de la posibilidad de hacer una prueba para El secreto de Puente Viejo?

A.D.M: Fue curioso, porque yo me iba a ir a México a vivir… No porque las cosas no salieran como yo quería, sino porque estaba tan bien y tenía tantas ganas de seguir experimentando y aprendiendo, que quise seguir haciéndolo en otro sitio. Hice dos pruebas para Puente Viejo, pero como mi cabeza ya estaba en México y, honestamente, pensaba que era algo que no iba a salir, las hice con una relajación y una tranquilidad enorme.

A.C: Pero México tuvo que esperar…

A.D.M: Sí, y no me arrepiento. Yo pensaba que no me iban a coger, porque ya había hecho otras pruebas para otros proyectos de ficción para los que me había quedado a las puertas y, al final, no salieron. Y somos tantos actores en esta profesión… Recuerdo que salí contento de la primera prueba. Al rato me llamó mi representante y me dijo que me querían volver a ver a la semana siguiente. Salí contento también de la segunda prueba, ya con la compañera de reparto, pero seguía con la idea de que si sale bien y si no, pues me iba. Yo había vendido todos mis muebles, lo tenía todo preparado para marcharme cuando me llamaron para decirme que me habían cogido. Empezaba los ensayos en una semana y ya no tenía casa, ni muebles. Fueron quince días de locura, de buscar piso, hacer mudanza… pero mereció la pena y ahora estoy muy contento.

 

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A.C: De todo este proceso, ¿Cuál fue el momento más emociónate?

A.D.M: Cuando me llamó mi representante para decirme que me habían cogido y me contó cómo iba a ser todo, porque, cuando hice las pruebas, lo único que sabía era el nombre del personaje. Yo pensaba que sería para un secundario o un capitular y en esa llamada ella me dijo: “¿Estás sentado? Eres el nuevo prota de Puente Viejo?”. Recuerdo que ahí se hizo un silencio, porque mi cabeza no era capaz de procesar la palabra “protagonista”. Luego, poco a poco, ya lo fui asimilando.

A.C: ¿Cómo te han acogido el resto de compañeros de la serie?

A.D.M: Muy bien. Hemos tenido un recibimiento muy bueno desde los ensayos, que ya todo el mundo se volcó con nosotros con muchísimo apoyo y muchísimo cariño. Hay una predisposición increíble a ayudarte y es como una pequeña familia.

A.C: ¿Qué tal llevas el que te conozca el gran público y que los medios te hagan entrevistas?

A.D.M: Bueno, lo vivo como algo nuevo. Me sigo levantando cada día y lo sigo sintiendo como el primero. No sé si es por mi educación o por la sorpresa que está siendo todo lo bueno que está sucediendo. Me sigo poniendo nervioso cada vez que me hacen una entrevista…

A.C: ¿Pero estás nervioso ahora?

A.D.M: Un poco sí… (Risas) Pero lo paso peor cuando son entrevistas para cámara. Me cuesta un poco hablar sobre mí y es como si no supiera hablar sin tener un guión.

A.C: Pues me temo que te voy a dar una buena noticia, porque esta entrevista llega a su fin…

A.D.M: ¿Ahora que se me estaban pasando los nervios?

 

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(Ángel lleva: Total look Antony Morato)

 

A.C: Ángel, te deseo todo mejor en esta nueva etapa de tu vida y espero que éste sea el primer gran personaje de muchos que te lleguen. Ha sido un placer trabajar contigo.

A.D.M: Lo mismo digo. Hasta pronto.

 

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOGRAFÍAS: ROMERO DE LUQUE

MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: GEMA MARTÍNEZ

AGRADECIMIENTOS: DAVID TORTOSA, MATILDE VILLEGAS, DEAR HOTEL, FINALLY PRESS, LUIS YANES