Ana Rujas: “En el teatro descubrí qué era lo que de verdad quería hacer y lo que quería contar”.

Ana Rujas: “En el teatro descubrí qué era lo que de verdad quería hacer y lo que quería contar”.

Creo que no exagero si confieso que soy un metedor de pata nato. Desde que me presentaron a Ana Rujas, nos hemos ido encontrando en distintas situaciones y siempre que la veía le decía lo mismo: “¡Guau! ¡Qué ojos! ¡Qué belleza!”. Yo notaba que mis elogios no caían demasiado en gracia, aunque lo acachaba a algo más relacionado con mi falta de encanto personal que a unas frases poco elaboradas que no hacían más que retratarme como un mononeuronal fuera de serie. Además, no había que ser muy listo para darse cuenta de que Ana no era una chica muy amiga del elogio fácil; así que, para resarcirme, y a sabiendas de que era tan competitiva como yo, la invité a una partida tenis que derivó en una copa, un viaje en tren y una pequeña fiesta, junto a Irene Rubio. Todo ello en The Passenger (C/Pez 16) (¿Dónde si no?), el local con más encanto desde que Gunther cerrara el Central Perk.

 

 

Ángel Caballero: Tanto tiempo piropeándote para acabar descubriendo que no te gusta… Si ya notaba yo que algo no funcionaba.

Ana Rujas: Me cuesta un poco. Como a todo el mundo, me gusta que me digan cosas bonitas, pero es cierto que me pone un poco tensa, porque nunca sé que contestar a eso. Así que lo resuelvo con un “gracias” (Risas).

A.C: Como actriz, la belleza te puede abrir muchas puertas…

A.R: Por supuesto, pero también te puede limitar a la hora de interpretar a otro tipo de personajes. Bueno, cada uno lucha con lo que tiene.

A.C: Actualmente coprotagonizas la obra Los pijos también lloran, en el pequeño teatro Gran vía. Es curioso, porque lo que se puede pensar de ti a priori no se corresponde en absoluto con la Ana a la que se conoce en las distancias cortas. ¿Eres consciente de esa imagen de inaccesible, incluso… bueno, “pija”, que se puede hacer alguien que no te conozca?

A.R: Sí, bueno… un poco pija de Carabanchel, pero de Carabanchel al fin y al cabo (Risas). Es que…

A.C: No, espera. Explícame eso de la pija de Carabanchel, que me ha encantado.

A.R: Me hace gracia, porque yo era la “pija macarra” de las okupas. Todo muy fuerte y muy loco. Toda la vida he sido de escuchar punk, mi primer novio era un guitarrista punki… De hecho, mi hermana y yo tenemos un tatuaje que pone “A muerte”. Yo me lo hice cuando tenía dieciséis años. Y ahora, cuando la gente me lo ve, porque voy con una camiseta corta o algo, lo flipan.

A.C: Tus padres sufrirían mucho…

A.R: No, para nada. Ellos son dos personas maravillosas, que siempre nos han dejado a mi hermana y a mi bastante libertad, aunque controlada, como es normal.

 

 

A.C: ¿Cómo se cruza en tu vida el mundo de la interpretación?

A.R: Porque yo empecé haciendo teatro de calle. Toda mi vida he sido del grupo de scouts de Carabanchel y ahí hay un momento, con dieciséis o diecisiete años, en el que tienes que organizar una empresa con tus compañeros en la que tienes que sacar un negocio adelante, para que los chavales sepan un poco cómo se trabaja en equipo. Nuestra empresa consistía en cumplir los sueños, más o menos factibles, de cada uno de los participantes. El sueño de un compañero era viajar en avión, el de otro ir a Londres y el mío era dirigir algo escrito por mí. Así que nos fuimos a Londres en avión e hicimos teatro de calle en Covent Garden. Yo escribí una chorrada máxima, pero muy divertida y en la que hice participar a todo el mundo. Todo aquello me animó mucho a querer saber más sobre nuestro mundillo y me metí en una escuela que se llama Metrópolis, sin ninguna pretensión. No tenía ni idea de lo que era tener un representante o hacer un casting, pero una amiga me pidió que la acompañara a una agencia de publicidad y nos cogieron a las dos. Como en la agencia sabían que también estaba estudiando interpretación, pues me empezaron a enviar a castings de ficción. Pero este no era mi objetivo porque, además, yo me matriculé en audiovisuales, ya que lo que a mí me gustaba era dirigir, escribir, la fotografía… También disfrutaba con la interpretación, pero fue a raíz de empezar a trabajar cuando quise formarme mucho más y dedicarme a esto.

A.C: ¿Crees que algún día retomarás esa faceta como directora?

A.R: Sí, estoy convencida. Tengo mucha creatividad, fuerza y ganas, pero igual me falta una persona al lado que me ayude a ordenar un poco mis ideas. Ya te digo que es algo que me ha gustado siempre. Cuando estaba en la facultad de audiovisuales, estaba constantemente metida en la cineteca viendo todas las frikadas que podía encontrar. Echo de menos esas tardes en la facultad viendo cine, porque ya no tengo tanto tiempo para hacerlo.

A.C: En cierta ocasión, en una entrevista, te escuché decir que la primera vez en la que te sentiste de verdad actriz fue con Me muero, me muero, tu primera función de teatro.

A.R: Sí, porque yo nunca había hecho teatro. Me había formado, pero nunca antes había tenido la posibilidad de subirme a las tablas. Además, es una obra maravillosa, con un texto, de Carlos Rico, tan bueno… Carmen Rico nos ayudó mucho, porque es una directora que siempre está muy a favor del actor, de la investigación del personaje… Y fue ahí donde me sentí feliz y descubrí qué era lo que de verdad quería hacer y lo que quería contar. La hicimos en Garaje Lumière, una sala de teatro que, desgraciadamente, ya ha cerrado. Es que el teatro es otra cosa, que tiene algo maravilloso y que no sé cómo explicártelo.

A.C: Esta función, al igual que otros proyectos en los que has participado, estaba dentro del circuito alternativo. ¿Eres de las que se lo piensa mucho antes de entrar en un proyecto de estas características, con todo lo que ello implica?

A.R: Es que, imagino que por esa parte más macarra o punki que te he dicho antes que tengo, a mí no se me caen los anillos por hacer algo así. Pero es que yo creo que nadie que tenga dos dedos de frente diría que no a un buen proyecto por el hecho de que sea independiente, low cost o como queramos llamarlo. Si realmente te gusta lo que te ofrecen, lo haces. O, al menos, así es como yo lo veo.

A.C: Acabas de hacer un corto, Time after time, dirigido por Peris Romano del Pino y Pablo Silva. ¿Cómo surge este proyecto?

A.R: Ellos me pasaron el guión, y la verdad es que me encantó. Además, me apetecía mucho trabajar con ellos. El personaje que interpreto es un bombón y entonces… para adelante.

A.C: El corto cuenta la historia de un chico que vuelve una y otra vez en el tiempo para buscar a su primer amor. ¿Te gustaría que un chico hiciese eso por ti?

A.R: En otro momento de mi vida te diría que sí, pero hoy te digo que no. Si se fue, que se vaya. Creo que es por una cuestión de madurez. Si esto me lo hubieras preguntado hace dos años te diría que ojalá que volviera y que todo fuera como antes. Ahora veo las cosas de otro modo.

 

 

A.C: ¿Eres de las que ve videos o vuelve a leer entrevistas pasadas que te hicieron hace años?

A.R: Sí, de hecho hace no mucho estuve viendo una y dije: “¡Madre mía! Por favor, que quiten esto”, porque no es que sea otra persona, pero… (Risas). Me hace gracia, porque creo que ahora diría otras cosas, hablaría de una manera distinta o no tendría algunas meteduras de pata. Pero bueno, también es aprendizaje.

A.C: Te confieso que yo estaba alucinando contigo en la sesión de fotos por el control que tienes en la relación de tu cuerpo, tu mirada y la cámara. Eso es algo que también se aprende con el tiempo…

A.R: Claro, ese también es un súper aprendizaje. Es que ya hace, casi, diez años desde que me hice mis primeras fotos, que se dice pronto. Pero si tú ves algunas de aquellas fotos… eran muy bonitas, pero no tienen nada que ver con algunas más recientes. También vas cambiando físicamente…

A.C: Tampoco estarían muy mal, cuando durante todos estos años has podido compaginar el mundo de la interpretación con el de la moda.

A.R: Bueno, yo quiero aclarar que soy actriz y, puntalmente, he hecho cosas de moda, porque, por suerte o por desgracia, no tengo una familia multimillonaria, ni nada por el estilo, y gracias a la moda he podido pagarme los estudios y las escuelas de interpretación, que por cierto son muy caras. También te digo que es algo que me ha venido súper bien para mi trabajo como actriz y para mi vida personal, porque he viajado mucho y he podido conocer a gente en Milán, en Suiza o en Turquía. Hay personas que a lo mejor no han tenido la suerte de conocer muchos sitios y yo lo he hecho y, además, por trabajo.

A.C: ¿Eres de las que creen en la formación del actor?

A.R: Sí. Como te he dicho, yo me formé en su momento, pero, siempre que el trabajo que me lo permite, hago algún curso. De hecho, hace poco volví a Corazza, porque, para mí, Juan Carlos es un maestro. Aunque recuerdo que cuando entré la primera vez me costó mucho, porque no me veía ahí, no entendía nada… Creo que los actores somos como los músicos, que están continuamente entrenándose.

A.C: ¿Qué significa para ti ser actriz?

A.R: Son tantas cosas… Es que yo creo que el teatro es un canal tan grande para el mundo, que te permite llegar tan adentro de la gente con la historia que estás contando… Y luego, con uno mismo, es un aprendizaje enorme. Y todo lo que siempre nos queda por aprender… Además de lo bonito que es descubrir lo que somos capaces de crear, de inventar y de construir.

A.C: Hace poco te hemos visto en la serie Ciega a citas. ¿Cómo fue esa experiencia?

A.R: Es algo que me salió gracias a Los pijos también lloran, porque los productores vinieron a vernos al teatro. Imagino que no se imaginaban que yo pudiera hacer comedia, aunque en su momento ya había hecho casting para la serie, pero gracias a este personaje de Los pijos, que Marta González de Vega ha escrito, pues pudieron verme y, cuando hubo un papel que consideraron que era adecuado, me llamaron.

A.C: Regresáis justo ahora al Pequeño Teatro Gran Vía…

A.R: Si, después de una pequeña gira que hemos hecho este verano.

A.C.: ¿Qué nos puedes contar de este proyecto?

A.R: Surgió gracias a Fernando Candela. Fernando es una persona que no es actor, pero se ha dedicado siempre al mundo de la representación, organizador de eventos… Ya nos conocíamos, me vio en la función Me muero, me muero. El caso es que yo siempre le he dicho que es un malabarista del léxico y un cómico por naturaleza, tanto es así que todo el mundo le hemos dicho siempre que tenía que hacer algo. Así que se inventó la idea de Los pijos también lloran; luego, Marta González de Vega la reescribió y le dio forma y Smedia nos apoyó con todo esto. Además, Fernando tiene los huevos de subirse a un escenario sin haber hecho nada nunca y yo encantada de acompañarle en esta aventura tan loca. Es una comedia y mi personaje es muy divertido. No quiero contarte mucho más para no desvelarte la historia…

A.C: No lo hagas, porque los que quieran descubrirla tendrán que ir a veros al teatro, como yo que voy a ir a verte esta noche. Gracias, Ana, te deseo todo lo mejor en esta aventura y en las que quedan por venir.

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOGRAFÍA: CARLOS DAFONTE

MAQUILLAJE: KRISTINA SÁNCHEZ

VESTUARIO: CORDELIA

ESTILISMO: IRENE RUBIO

AGRADECIMIENTOS: THE PASSENGER, RODRIGO TARAMONA, JIMMY CASTRO.

 

NO TE PIERDAS, el próximo jueves 16 de OCTUBRE, AlgoPasaCom… JAIME CANTIZANO.

 

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