Álex García: «Como actor, siempre intento que todo tenga una lógica y una conexión con la verdad»

Álex García: «Como actor, siempre intento que todo tenga una lógica y una conexión con la verdad»

Hace poco más de mes, en un almuerzo, durante el rodaje de la película Gernika, una persona sugirió: ¿Por qué no hacéis un AlgoPasaCom…? Él aceptó, y yo, encantado de reencontrarme con un viajo amigo, empecé a pensar en un plan a la altura de las circunstancias. Fue entonces cuando recordé una conversación que tuvimos años atrás, en la que me habló de una pequeña película que iba a hacer en Nueva York, y que le hacía mucha ilusión. Unas vacaciones veraniegas en la Gran Manzana para recordar aquella experiencia habrían estado bien, pero se nos iba de presupuesto. Así que nos montamos en Taxi a Manhattan para vivir una noche en Nueva York… sin salir de Madrid.

 

Ángel Caballero: Es curioso, porque la última vez que te entrevisté venías de rodar Entre esquelas, tu primera película, y ahora acabas de terminar Gernika, la última hasta la fecha. Aquella era una película de autor, que poco tenía que ver con esta superproducción.

Álex García: Me gustaría mucho volver a leer esa entrevista. Casi nunca leo las entrevistas antiguas, pero con ésta me gustaría hacerlo. Hay veces que te lees a ti mismo después de mucho tiempo, en el que uno cree que ha crecido en ese periodo que ha transcurrido, y luego descubres que acabas diciendo las mismas cosas, pero, quizá, maquilladas con un poco más de madurez. Al final te das cuenta de que eres el mismo y de que sigues queriendo las mismas cosas. En Entre esquelas creo que di la misma guerra que en Gernika… (Risas) Vas madurando y creciendo como actor, pero sigo luchando por lo mismo, que es que todo lo que se vea en pantalla parezca real y que se entienda la historia que estamos contando.

 

A.C: En aquella entrevista también comentabas que, en algún momento del futuro, te gustaría retomar aquella etapa de tu vida en la que te ganabas la vida haciendo monólogos. ¿Sigues pensando lo mismo?

A.G: Me haría un monólogo cómico, y más de una vez lo he pensado. Lo que pasa es que me gustaría escribirlo yo o que estuviera hecho por alguien de confianza. Tampoco sé si ahora tendría capacidad para eso, pero es algo que me apetece bastante.

A.C: Tú ya tienes experiencia escribiendo tus propios monólogos, y la creatividad no es algo que se pierda fácilmente…

A.G: Es cierto. A lo mejor lo que he perdido es confianza… (Risas)

 

 

A.C: En este tiempo, has adquirido una considerable notoriedad mediática, sobre todo gracias a tus trabajos en televisión. Cuando esto sucede, mucha gente se suele acercar a ti para decirte lo bueno que eres… Eso puede generarte una buena dosis de confianza, ¿no?

A.G: En mi caso, para nada. Hay momentos en los que parece que todo el mundo se pone de acuerdo y parece que ahora sí vales, cuando, en realidad, eres el mismo que antes. Si a mí me ha sucedido esto, te aseguro que no lo he saboreado. Lo que yo siento es más presión en los trabajos que hago, por querer hacerlo bien y estar más comprometido conmigo mismo. También creo que cada vez intento perder menos el tiempo en tonterías, pero esa seguridad idealizada en la que crees que un día te vas a sentir como Robert De Niro o Paco Rabal y vas a decir: “Anda y que le den a todo”, no es así en absoluto. Más bien es todo lo contrario.

A.C: Fuiste el protagonista de Tierra de lobos. ¿Cómo se compagina la responsabilidad que te da llevar sobre tus hombros el peso de una serie con esa parte de inseguridad que tenemos todos los actores?

A.G: Por estas cosas estamos tan locos… (Risas) Nos hacemos responsables de algo cuando, en realidad, no lo somos. Si esto lo sumamos a la inseguridad actoral, más la responsabilidad humana de ser el punto de mira de mucha gente; no solo para lo bueno, también para lo malo (para las envidias, las inseguridades o la mala suerte que han tenido otros y que la proyectan en ti…)  Todo eso se transforma en una inestabilidad emocional que, a veces, cuesta sobrellevar. Lo bueno de estas producciones es que te ayudan a relativizar. Me encanta esta profesión, quiero hacerlo lo mejor que pueda, pero, al fin y al cabo, yo solo interpreto un personaje, y todo lo demás funciona porque hay detrás una productora, una cadena, directores, guionistas, los demás compañeros… Hay tantas cosas que no dependen de ti…

 

A.C: Has pasado de hacer series de éxito, como Compañeros, a ganarte la vida de un modo más modesto, haciendo monólogos, hasta volver a la televisión de protagonista e ir haciéndote un hueco importante en el mundo del cine. Yo creo que si alguien sabe que esta profesión es una noria, en la hoy estás arriba y mañana abajo, ése eres tú.

A.G: Sí, pero, a mi entender, he estado en carreteras de curvas, pero por suerte aún no he entrado en zona de precipicios. He subido y he bajado, pero en zona de confort. Desgraciadamente, se puede estar en zonas más peligrosas. Dentro de lo que cabe, he tenido la suerte de gozar cosas bonitas de esta profesión y otras no tan buenas, pero siempre en un lugar cómodo.

A.C: En los momentos bonitos, ¿Es difícil mantener los pies en la tierra?

A.G: Yo creo que siempre he podido mantenerlos. A lo mejor, en mi caso, al haber trabajado de pequeño en televisión… Porque yo era presentador en el primer canal de Tenerife, que veía todo el mundo, y me hice muy famoso allí. En mi mundo, de un chico de trece años, me sentía como Macauley Culkin. Creo que hay algo de resistencia en mí a volver a vivir algo así y cada vez que le veo las orejas al lobo me voy corriendo.

 

A.C: Pero la fama puede ser un buen síntoma de que tu carrera va por buen camino.

A.C: Pero puedes esquivar el entrar al trapo en muchos sitios. Inevitablemente te pueden poner en la palestra, pero hay muchas cosas que tú puedes elegir, como a qué eventos acudir, hacer según qué tipo de reportajes o asistir a un programa o a otro. Esas decisiones las tomas tú. Si no vas a ningún lado, no te sacan en ningún sitio por mucho interés que generes. Creo que las energías se van viendo: A día de hoy, por mi forma de ser, creo que no tengo capacidad para gestionar estar en el candelero día a día, exponiéndome.

A.C: ¿Te asusta el paso del tiempo?

A.G: No. Me gusta, porque, en mi caso, todo lo que ha venido ha sido para mejor. Creo que las cosas que te van ocurriendo en la vida, los amigos… todo parece que va a mejor con el tiempo.

 

 

A.C: Si haces balance de lo han sido estos años… ¿Podrías decir que eres alguien que ha buscado su propia suerte?

A.G: Yo creo que siempre he sido muy generador de mi vida. Tengo muchísimo que ver con todas las cosas que ocurren en mi vida. He tomado decisiones súper arriesgadas, que poca gente me ha ayudado a tomar. Te puedes llegar a sentir muy solo pensando que te estás equivocando; y, sin embargo, eso me ha hecho vivir cosas muy interesantes. Así que sí, creo que soy dueño de lo que he hecho.

A.C: Como compañero eres muy generoso. Yo puedo decir que en alguna ocasión me has ayudado a preparar alguna prueba importante hasta las tantas de la madrugada. Desgraciadamente, no abunda mucho la gente como tú, que se sacrifique por los demás sin esperar nada a cambio.

A.G: Yo creo que son cosas que vienen del alma. Hay veces que lucho conmigo mismo y pregunto: ¿Por qué tengo que estar tan pendiente de todo lo que me rodea? Pero es que tampoco entiendo la vida de otra manera. Siempre que me he encontrado con gente generosa, todo ha ido mejor para todo el mundo. Y, cuando te encuentras con alguien que es más egoísta, a lo mejor le va bien a esa persona, pero nunca genera buena energía a su alrededor. Sigo apostando por el trabajo en equipo. Puede que por eso también me guste tanto el deporte, y seguirlo; y a los buenos deportistas, como Rafa Nadal o Andrés Iniesta. Si el protagonista, pongamos que es Mesi, no tiene un buen Iniesta, que le pone buenos balones, no mete goles… Pues en el mundo de la interpretación ocurre igual. Si el protagonista no se apoya bien en el resto de actores o del equipo técnico, el resultado no es tan bueno.

A.C: A simple vista, siempre me ha parecido que en el mundo del deporte hay más unión que en el nuestro.

A.G: Desgraciadamente. Creo que nos han engañado tanto, que nos acabamos engañando mucho entre nosotros… empezando por algo tan básico como cuánto cobramos. Es el primer lugar donde se miente en esta profesión. Pienso que nos vendría muy bien confiar un poco más en los que nos rodean.

A.C: ¿Tú has ganado más en el plano económico o en el plano emocional?

A.G: Yo, económicamente, siempre he tenido suerte y me he sentido muy bien pagado. La felicidad es una cosa que estoy trabajando, porque luego sufro mucho los trabajos. Me voy a tatuar una cosa que me dijo un amigo: “No te rayes” (Risas). Pero bueno, también ha habido grandes actores muy buenos que han sido muy “rayados”. Así que, mientras no moleste a los demás y a mí no me afecte en salud, creo que prefiero seguir siendo un rayado, porque también tiene mucho que ver con la forma en la que yo veo esta profesión.

A.C: Una profesión que te ha llevado a trabajar en lugares maravillosos, como, por ejemplo, en Nueva York.

A.G: Cierto. Aquello fue por José Víctor, el director del Festivalito de La Palma. Él es una persona que cree en el cine experimental, que se puede hacer cine con un móvil (por eso creó el festivalito)… y se le ocurrió hacer una película en Nueva York con un equipo de gente en la que creía y conmigo. Y allí que nos fuimos una semana a Brooklyn, rodando un plano secuencia, como he vuelto a hacer ahora en Hablar, de Joaquín Oristrell. Como experiencia, fue algo maravilloso. Rodábamos por las calles mientras la gente paseaba, se metían en el plano… y a no sé cuántos grados bajo cero. Era una película que tenía algo muy mágico. Lo que pasa es que, como no teníamos más tiempo, y era un plano secuencia que iba creciendo cada día, ni más presupuesto… quedó como algo experimental. Yo siempre he pensado que si hubiéramos tenido más medios hubiera salido un peliculón más grande del que ya es.

 

 

A.C: ¿Te gustaría dar el salto al otro lado del charco y trabajar allí con asiduidad?

A.G: Me encantaría trabajar con gente que haya vivido mucho más que yo. Personas de otras culturas, de las que pueda seguir aprendiendo, pero no necesariamente en Estados Unidos. Para mí, sería un sueño que me llamaran para ir a rodar a Francia con Guillaume Canet, por ejemplo. En Europa tenemos directores buenísimos… y a mí lo que más me gusta es viajar y actuar, por igual. Parece que la mirada está puesta siempre en Estados Unidos, pero hacia el este también hay muy buen cine.

A.C: Los que están viajando mucho son algunos de tus trabajos en películas y series que se están emitiendo en otros países. ¿Te has planteado alguna vez que hay gente que te puede estar viendo ahora mismo al otro lado del mundo?

A.G: La verdad es que no. (Risas) Estas cosas te suelen pillar por sorpresa siempre. Recuerdo que me llegaron comentarios desde Australia de cuando proyectaron allí Seis puntos sobre Emma, que gustó mucho. Yo estuve allí cuando la pusieron y fue algo que me encantó, porque me dio otra visión de lo que hacemos. Veías que lo que más me gustaba a mí de la película, y a otras personas de aquí, era lo mismo con lo que conectaban en Australia, en la otra punta del mundo. Eso me motivó mucho a seguir buscando la verdad en el trabajo. Esa verdad universal que, sobre todo, en el cine se puede encontrar. Esos miedos a morir, al amor o a lo desconocido que tiene el ser humano, y que lo puedes contar en cualquier parte del mundo, que conecta y llega al público. Por eso siempre vuelvo a lo que te decía antes sobre que siempre intento que todo tenga una lógica y una conexión con la verdad, porque, si eso está, da igual que sea, incluso, en otro idioma: conectará con la gente.

A.C: Dices que te gusta viajar y rodar, pero irte de tu casa aparcando toda tu vida también puede ser muy sacrificado.

A.G: Sí; por ejemplo, ahora, rodando Gernika, he estado dos meses en Bilbao. Se pasa mal… pero bien. Bilbao es un sitio maravilloso, con buena gente, se come bien, se va a la playa, visitas los lugares más conocidos de la zona… pero al final, en mi caso, siempre tengo la cabeza en el proyecto que estoy haciendo. A mí me cuesta desconectar. Cuando llevas ya fuera dos semanas o tres, entras en un bucle (yo estoy intentando trabajar para salir de él), que te lleva a lugares muy raros, llenos de ansiedades y soledades. También es cierto que si tienes un buen equipo, como ha sido este rodaje, y vas conociendo a nuevas personas, con nuevos ingredientes, que te van nutriendo tu personalidad, es más llevadero. Aunque, al final, llegas a la habitación del hotel y estás tú solo, y te pones a leer, ver películas o una serie… Luego vuelves a casa y otra vez tienes que hacer la maleta para ir a otro sitio, y eso siempre pasa factura. Y yo llevo así tres años…

 

 

A.C: Pero también te informas a conciencia sobre el lugar al que vas a ir, porque en Bilbao nadie del equipo tenía una guía tan buena como la tuya sobre los sitios que había que visitar o en los que se comía bien.

A.G: Pues fíjate, eso lo aprendí viajando de gira con los teatreros y, sobre todo, con Maribel Verdú. Durante la gira de Los hijos de Kennedy, tenía apuntado, en cada pueblo, dónde comer caro, dónde comer barato… Yo, que soy un desastre, y que no suelo hacer eso, pensé que algún día volvería a Bilbao, como luego ha pasado, y que eso podría ser útil. Y ésa es una de las muchas cosas que he aprendido de Maribel Verdú.

A.C: Con la que, además, acabas de volver a trabajar en La punta del Iceberg.

A.G: Sí. La verdad es que yo trabajo muy cómodo con ella y aprendo mucho. Ella es una de esas grandes damas del cine y del teatro de este país

A.C: También te veremos próximamente, junto a Inma Cuesta, en La Novia, una versión de Paula Ortiz de Bodas de sangre, de Lorca.

A.G: Es un proyecto muy especial en el que a mí me apetecía mucho estar. Está previsto que se estrene en otoño, pero no sabemos si pasará primero por festivales o se estrenará directamente en cines. Es la película que Paula Ortiz quería hacer a su manera, como un buen autor debe de hacer. Se ha hecho con mucho respeto al verso, a Lorca… y mucha entrega; pero también nos hemos reído mucho, porque Inma Cuesta y Asier Etxeandía son muy divertidos y unos compañeros maravillosos. También estaba Leticia Dolera, que es otra gran maestra de la que he aprendido mucho. Ha sido un viaje maravilloso.

A.C: Qué gran persona y qué gran actriz es Leticia… Y, en mi opinión, una de las directoras más prometedoras que tenemos en este país.

A.G: Estoy completamente de acuerdo. Todo lo maravilloso que ella tiene como persona lo está volcando en el cine y yo creo que es algo que se está viendo. Tenemos mucha suerte de tenerla como compañera y como directora.

A.C: A ver si lee esto y nos llama para su próxima película…

A.G: Ojalá. Yo estaría encantado. (Risas)

 

 

A.C: Álex, ha sido un placer coger contigo este “Taxi a Manhattan” y pasear por Nueva York sin salir de Madrid. Tienes mi admiración como compañero y mi cariño como persona… Gracias por acompañarme en esta pequeña aventura.

A.G: Gracias a ti. Y también quiero que sepas que pienso que desde aquella primera entrevista hasta ahora, has crecido mucho. Todo el mundo conoce AlgoPasaCom… y estoy encantado de estar aquí.

 

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOS: MOISÉS FDEZ ACOSTA

MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: SILVIA GIL

VESTUARIO: TITAMINA (www.titamina.es), PAREDES

AGRADECIMIENTOS: CARMEN UTRILLA, RESTAURANTE TAXI A MANHATTAN (c/ de la Basílica 17)