Alberto Velasco: “Ser diferente es un valor en alza”.

Alberto Velasco: “Ser diferente es un valor en alza”.

Si cuando yo era niño hubiera conocido a un actor como Alberto Velasco, estoy convencido de que me hubiera gustado ser como él de mayor. Si hubiera conocido a un bailarín como él, habría querido ser bailarín… y si hubiera conocido a un director como él, habría querido ser director y que él me dirigiera como actor. Velasco vive un momento muy dulce, gracias a su trabajo en las tablas y en la serie Vis a vis, y así lo cuenta, desnudando el alma, en esta charla.

 

Ángel Caballero: Vivimos en un mundo en el que las etiquetas están a la orden del día, en el que si eres una cosa ya no puedes ser otra. Siempre he pensado que esas etiquetas son las que más frenan la creatividad de muchos artistas a la hora de arriesgar. Tú eres actor, director, bailarín… Algo que me dice que esa forma de catalogar, y encorsetar, a los artistas es algo que no va contigo.

Alberto Velasco: Para nada, pero también es verdad que yo he tenido la suerte de encontrarme con personas que me han dado esas oportunidades. A mí lo que más me gusta es la creación, y es donde mejor me lo paso. Como actor, creas desde unos recursos que son distintos a los que empleas cuando lo haces desde la dirección o la danza. Al igual que tú no compones un personaje del mismo modo que lo harías si es para teatro, microteatro, televisión o cine. Para mí, lo fundamental es pasármelo bien. Si lo que hago no está bañado de un carácter lúdico, mal. Los ingleses utilizan la palabra “play” (jugar) para referirse a interpretar. Eso no es casual… Nosotros al llamarlo “interpretar” lo llenamos de una grandilocuencia que puede pesarnos mucho y acabamos convirtiéndolo, incluso, en algo místico. Yo creo que la grandeza mística viene a través de lo lúdico, de ese juego en el que puedes ser actor, bailarín, director o lo que tú te propongas.

 

 

A.C: Hay muchos actores que cuando hablan del proceso de creación de sus grandes trabajos, curiosamente, te das cuenta de que han llegado ahí desde lugares muy sencillos, dejando a un lado esa grandilocuencia de la que hablas y en la que muchas veces caemos por querer hacer el trabajo lo mejor posible.

A.V: Claro, es que, muchas veces, basta con escuchar y estar en el aquí y ahora. Obviamente, a mí, como actor, aún me falta mucho por aprender. Muchos recursos, mucha técnica…, pero como se suele decir: “en el camino estamos hasta que nos muramos”.

A.C: ¿Dirías que el haber trabajado como bailarín y como director te ha ayudado a crecer más como actor?

A.V: Muchísimo. Yo empecé a dirigir habiendo sido ya actor. Eso ya hace que te dirijas a los otros actores de otra manera, porque tú ya has estado ahí. Hay muchos directores que no han pasado por ahí y se nota un poquito. Hay algo del material actoral que no terminan de entender porque no lo han vivido. Y, cuando he vuelto a estar en el otro lado, he entendido muchas cosas del director. He aprendido a darle tiempo, a no exigirle demasiada atención, porque los actores siempre estamos reclamando atención para nosotros y nuestros personajes…

 

 

A.C: Muchas veces pensamos que cuando el director no nos dice nada es porque estamos haciendo algo mal, cuando suele ser justo al contrario. Necesitamos esa aprobación constante y no nos damos cuenta de que si no nos dicen nada es porque hay que confiar en esa propuesta y seguir por ese camino…

A.V: Claro, es que nosotros, por naturaleza, siempre tendemos a pensar que estamos mal, que somos el peor, nos comparamos con los compañeros… pero eso es algo que tenemos que pelear con nosotros mismos para quitarnos de la cabeza, porque así nuestro trabajo será mejor.

A.C: He leído que sueles encontrar la inspiración en el verano, en tus abuelos, en el pueblo, en la fruta… Curiosamente, todas estas cosas están como muy relacionadas entre sí y, además, me da la impresión de que tienen mucho que ver contigo. Ya falta muy poco para el verano… ¿Dirías que es la época donde te sientes más creativo?

A.V: Sí, pero no sabría decirte si es por la estación en sí, o por las ganas de verano y los recuerdos de aquellos veranos de mi infancia. Ahí es donde intervienen mis abuelos, la fruta, el pueblo, los campos de trigo, los juegos, el olor de los olivos de Extremadura… Es verdad que está todo muy ligado, y, sobre todo, me gusta mucho como lo recuerdo ahora. Aquellos veranos no tienen nada que ver a los que vivo ahora cuando me voy de vacaciones. Para mí, aquello era libertad: escuchar flamenco en el coche de mi abuelo, las coplas de mi abuela, jugar con los perros, irme con mis amigos a ver a las vacas, comer libremente… porque como he sido gordo desde que nací, y he estado a dieta toda mi vida, en el verano era un poco libertad. Esa sensación de libertad es muy importante para crear, porque yo creo desde la libertad más absoluta. No me pongo frenos y siempre intento que el equipo que trabaja conmigo tampoco los tenga. Obviamente, están ahí y existen, porque siempre se te pasa por la cabeza el qué dirán, si esto es correcto o no para esta función de teatro… Me voy quitando esos frenos e intento plasmar lo que a mí me gustaría ver.

 

A.C: Al fin y al cabo, esa es la única forma de hacer que ese trabajo sea único y personal.

A.V: Cuando vas a muerte con una idea, esa idea es la que decide cómo tiene que ser contada. Si antepones a eso hacer otra cosa por agradar a un determinado público, otra para estos críticos… Al final acabas haciendo un mejunje de cosas de lo que tú crees que agradaría a equis gente y que no le gusta a nadie, porque pierdes lo fundamental, que es tu esencia.

A.C: Antes has hecho alusión a tu forma física, y yo he podido leer en varios medios lo feliz que has llegado a estar contigo mismo. Honestamente, ¿Eso es cierto o es solo un buen titular para tu interlocutor?

A.V: Completamente. Me ha costado mi trabajo llegar hasta ahí. La felicidad no es una línea horizontal, sino que son picos… Yo te puedo decir que estoy muy feliz con mi cuerpo, aun viviendo momentos de bajón, porque no es fácil tener este cuerpo y vivirlo con libertad en la sociedad en la que estamos. Te mentiría si no te dijera que también hay momentos en los que me veo feo, me veo mal, veo que no encajo… y ser, todo el tiempo, la pieza que no encaja, no es nada fácil. Pero a mí me dio mucho poder el descubrir que soy como soy y que eso también puede ser bello.

 

 

 

A.C: ¿Cómo llegaste a esta conclusión?

A.V: Fue cuando estaba haciendo Arte Dramático y decidí hacer una función, que se titulaba Vaca, sobre los cánones de belleza. Aquello fue lo primero que hice de danza teatro y donde enseñaba mi cuerpo, casi, desnudo y jugaba con lo que mis formas físicas daban. Porque durante una época de mi vida decidí adelgazar mucho, llegando a quedarme en setenta y pocos kilos, y tuve problemas, porque no me reconocía en los espejos, seguía comprando ropa que me quedaba grande… Era como si, al haber adelgazado, ya no me reconociera a mí mismo en ese cuerpo. Yo adelgacé porque la sociedad me decía que era algo que tenía que hacer, pero no porque realmente yo quisiera hacerlo. Creo que es importante que, desde niños, nos enseñen que ser diferentes es un valor. Que no es algo que te haga ser inferior, sino un valor en alza.

A.C: Pero en el noventa por ciento de las entrevistas que concedes se te sigue preguntando por tu físico. A lo mejor si dejáramos de pensar que un actor tiene que tener un determinado físico, lo viéramos como algo común y no nos hiciéramos este tipo de preguntas, podríamos erradicar este problema.

A.V: Exacto. Pero, desgraciadamente, creo que nosotros nos moriremos sin verlo y que seguirá siendo así por mucho tiempo. Espero que en x generaciones esto haya pasado a un segundo plano, porque el físico no puede determinar la felicidad de una persona. Vivimos en una sociedad en la que tienes que ser sexy, pero eso no significa que tengas que tener un cuerpo que tenga que gustar a todo el mundo, sino que tienes que tener algo que desprenda sensualidad.

A.C: Hay personas bellísimas que pueden ser las menos sensuales del mundo…

A.V: Totalmente. Sin embargo, puedes ser alguien socialmente no agraciado, pero tener un sex appeal muy grande. Eso ocurre cuando descubrimos una parte de nosotros mismos que podemos potenciar y sacar al mundo.

A.C: Una de las pocas ventajas que tiene ser “diferente” en este mundo es que acabas estando más preparado para el juicio y para la crítica constante que rodea a este oficio.

A.V: Es que los actores nos exhibimos tanto y somos tan frágiles a según qué cosas, que cuando tienes este plus añadido de vulnerabilidad es como que llegamos más analizados y con las cosas más claras. Por eso, cuando te atacan, lo puedes capear de otra manera distinta que si estás acostumbrado a que todo sea maravilloso. Yo he leído muchas críticas, por ejemplo de Numancia, que hablan de mí como “el obeso”, “el gordo”, “las carnes desparramadas”… y todo es como feo. Lo bueno es que a mí me ha pillado en un momento en el que estoy bien, estoy fuerte… pero me llega a pillar hace unos años, antes de descubrir todo esto que hemos hablado, y a lo mejor no me vuelvo a subir a un escenario para que no me hagan daño, porque todos queremos que nos quieran y nos tenemos que proteger… Es ley de vida.

 

A.C: Hay muchos “críticos” que no se dan cuenta de lo fácil que es sentarse en una silla a criticar al actor que ha tenido el valor de subirse a un escenario, delante de cientos de personas, poniendo su cuerpo y su alma al servicio de un personaje.

A.V: Claro, sal ahí y hazlo tú mejor. En una de estas críticas de las que te hablaba, un crítico dejó un mensaje que me gustó mucho y que decía: “Yo, para hacer una crítica, jamás escribiría algo que no me atrevería a decir a la cara a esa persona”.

A.C: Uno de tus últimos éxitos ha sido con la función Danzad, Malditos, en la que has estado como actor y director, y por la que os habéis llevado el premio Max al Mejor espectáculo revelación. ¿Cómo llegó a ti este proyecto?

A.V: Por una de las actrices de la función (y amiga común), Karmen Garay. Ella y yo nos conocíamos de la escuela de teatro de Valladolid, donde hicimos muy buenas migas. Años después, en Madrid, la dirigí en otra función que se llamaba Desnudas… Ella hizo un curso con Andrés Lima, donde los actores se juntaron con la intención de montar algo. Se lo propusieron a Andrés para dirigirlos, pero él ya estaba con otros proyectos, y entonces Karmen propuso mi nombre. Me llamaron, me reuní con ellos y me quedé flipado con la disposición que tenían y las ganas que tenían de sacar aquel proyecto adelante. Yo les dije que me sumaba al grupo con ellos, pero que, a cambio, haríamos el espectáculo que a mí me diera la gana. Después de siete meses investigando en un laboratorio, y desde esa libertad de que hablábamos, nació Danzad, malditos.

 

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A.C: Os basasteis en la conocida novela, y posterior película, de la que tomasteis el título, aunque es una versión bastante alejada a ellas.

A.V: Es que, como yo les dije a ellos en aquellas primeras reuniones, el libro ya está maravillosamente plasmado en la película de Sidney Pollack. No podemos ser más Shakespeare que Shakespeare… Así que cogimos lo que nos interesaba contar de esa historia y lo tradujimos en un homenaje a lo que para nosotros es el teatro y los actores “perdedores”, que era como nosotros nos sentíamos.

A.C: ¿Qué se siente cuando, en un periodo muy corto de tiempo, has conseguido subirte a las tablas de algunos de los templos de la interpretación de este país como, por ejemplo, son el Español, el Matadero o La Abadía?

A.V: Pues lo vivo desde un sentimiento de fortuna muy grande. Cada vez que salgo por la puerta de casa y pienso que voy al Teatro Español a trabajar, se me pone una sonrisa enorme, porque yo siempre venía de Valladolid a Madrid para ir al Español a ver a los grandes y soñaba con estar algún día ahí. Como todos, yo no he parado de trabajar a pico y pala desde que empecé en esto, pero, quizá, mi diferencia ha hecho que esté expuesto de una manera. El que yo haga danza con este cuerpo y justo haya trabajado con gente conexionada, que me ha enseñado y me ha dado la oportunidad de trabajar en sitios donde otros me han visto… han hecho que todo haya fluido de un modo más rápido de lo normal. Por eso te decía que yo aprendí a hacer de mi diferencia un valor en alza y, luego, a aprovecharlo para hacer cosas que me mueven y me interesan, porque siempre he tenido la suerte de estar en proyectos que me apasionaban. Y con la televisión me ha ocurrido algo parecido, porque caí en una serie que no sabía lo que iba a ser y Vis a vis ha supuesto un punto muy importante en mi carrera. Además de coincidir con unos directores y un elenco maravilloso.

A.C: ¿Alguna vez, al haber tenido que compaginar varios proyectos de teatro con la televisión, has llegado a tener ese sentimiento de agotamiento a la hora de ir a trabajar?

A.V: No, yo cada mañana al levantarme para ir a trabajar, por muy cansado que esté, lo primero que pienso es: “Qué suerte tengo”. Efectivamente, he tenido días en los que he enlazado la grabación de Vis a vis con las funciones de teatro por la tarde, pero después, al irme a dormir, el sentimiento ha sido de alegría. Evidentemente, cuando te tienes que levantar a las cuatro y media de la madrugada, después de hacer una función, es muy duro, pero ese agotamiento dura un minuto y medio, porque rápidamente piensas: “Qué bien el tener que madrugar para irme a grabar una serie en la que es un lujo estar”.

 

A.C: Una serie que, por cierto, está llegando al final de su segunda temporada. ¿Qué nos espera en este desenlace?

A.V: Es trepidante. Para mi personaje es un final muy luminoso y cambian mucho las tornas de su relación con la cárcel y de lo que ha significado para él. No te puedo contar mucho más, salvo que hay una sorpresa muy grande para la que no sé si España está preparada.

A.C: Por último, en tu trayectoria, ¿El cine sigue siendo una asignatura pendiente?

A.V: Sí, me encantaría hacer cine. He hecho cositas pequeñitas, como en De chica en chica o en Kiki, por las que estoy muy agradecido a Sonia Sebastián y a Paco León. Es un lenguaje que me queda pendiente, pero ya llegará… Habrá algún director que vea en mí algo con lo que él pueda comunicar su historia y yo me pondré a su servicio feliz de la vida.

 

A.C: Estoy convencido de ello. Alberto, gracias por tu cariño, por ponerlo todo tan fácil y por hacernos ver, de alguna manera, que la meta está donde tú te propones.

 

 

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOGRAFÍAS: ROMERO DE LUQUE

PRODUCCIÓN: JAIME PALACIOS

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