Aitor Luna: «Tengo la manía de ponerle cara a las cosas que me dan miedo y enfrentarme a ellas».

Aitor Luna: «Tengo la manía de ponerle cara a las cosas que me dan miedo y enfrentarme a ellas».

Cuando la gente piensa en el oficio del actor, es bastante común que suelan acudir a su cabeza personajes como la Eva Harrington de Eva al desnudo, esos intérpretes que se hacen la zancadilla unos a otros o que están esperando entre cajas a que su compañero se rompa una pierna para ocupar su lugar. Y, si somos honestos, tenemos que reconocer que hay mucho de eso. Pero también hay un porcentaje de personas que siempre he pensado que son demasiado buenas para esta industria. Aitor Luna es un buen ejemplo de ello. Un currante sin dobleces, amigo de sus amigos, que trabaja duro para superarse en cada nueva oportunidad que se le presenta

 

 

Ángel Caballero: Poco tiempo de después de la última vez que nos reunimos para hacer una entrevista, tuviste un accidente con tu moto. Cuando te ocurre algo así, inevitablemente, cambia tu forma de ver la vida en muchos aspectos.

Aitor Luna: Absolutamente. Pero, como hemos hablado alguna vez, me sirvió para ver la gente que de verdad está y la que sobra. Ahora me alegro de tener a las personas que tengo a mi lado y de que haya otras que ya no están. Situaciones de este tipo son las que ayudan a ver las cosas claras. Yo no morí ahí porque no era mi día… pero tuve que pasar seis meses sin poder salir de casa. Me llevé por delante la clavícula, la tibia y el tendón de Aquiles con un trozo de hueso del talón. Entonces, claro, superar eso ha sido uno de los mayores retos de mi vida. Recuperarme del Aquiles… eso no ha sido fácil. No somos nada sin esa cuerdita… Pero vamos, mi madre estuvo ahí conmigo como una espartana, porque el amor de una madre es algo incondicional. También me tuve que cambiar la casa con mi hermano, porque en la mía no hay ascensor y para todo el tema de silla de ruedas y rehabilitación no podía seguir ahí. Fue muy duro, pero también te digo que es una experiencia que agradezco y que creo que no cambiaría, a pesar de que sigo pagando por ella.

A.C: Y, como actor… ¿Crees que también cambió algo en ti?

A.L: Bueno, por ejemplo, a la hora de hacer Alatriste sí que recuerdo que llevaba dentro algo de ese sufrimiento, del dolor, de la decepción… y todo eso ayuda a que, en este caso, pueda asomar un poso real de unos sentimientos que están ahí.

A.C: Hay que tener mucho valor para volver a subirte a una moto después de aquello.

A.L: Además, fue lo primero que hice en cuanto pude. Yo tengo la manía de ponerle cara a las cosas que me dan miedo y enfrentarme a ellas. Meterme en la cueva y hacerme amigo de mis murciélagos… (Risas) De hecho, me compré otra moto igual. Pienso que si acabas teniendo miedo a cada hostia que te da la vida, ya sea física o emocional, no te queda otra que plantarle cara y superarlo.

 

A.C: Tú tienes la habilidad, como actor, de lanzarte a la piscina sin pensar, proponer algo tan bueno que parece que no se puede superar y luego, en la siguiente toma, película, función o, incluso, en la propia sesión de fotos que hemos hecho hoy, te superas a ti mismo y te creces de una manera apabullante.

A.L: Gracias. Bueno, yo es que al final lo único que entiendo es el trabajo. Creo que es lo que me ha hecho salir de mi pueblo, llegar a Madrid, ir consiguiendo cosas… También el esfuerzo, y constantemente seguir creciendo e intentar ser mejor actor y mejor persona. No sé si es por esa actitud o, en realidad, por las ganas que tengo siempre de jugar. (Risas)

A.C: En ti sigue estando muy presente ese niño al que le gusta jugar, disfrutar y que tiene esa facilidad de creer en lo que está haciendo sin juzgarlo, algo que es oro puro para un actor.

A.L: De hecho, hay un ejercicio que en su día no llegué a hacer, pero que creo que ahora que me voy fuera una temporada, me va a venir muy bien hacerlo. Se trata de llevarme una foto mía de cuando era bebé, ponerla en el espejo del baño y, cada mañana, preguntarle a ese niño: ¿Qué quieres hoy? Ocuparme de las obligaciones de las que me tenga que ocupar, pero luego tener una comunicación con mi niño para mantenerlo vivo. Es que es tan importante intentar no perder la ilusión, seguir sorprendiéndote y no caer en una actitud de ya lo sé todo, estancarte y olvidarte de ti, que es algo que también me ha pasado.

 

A.C: En pocos días te vas a Nueva York. Algo que muchos compañeros hacen para intentar emprender una carrera americana, pero tú lo haces para seguir formándote y aprendiendo.

A.L: Es que no tenemos suficientes vidas para todo lo que nos queda por aprender y ser mínimamente sabios. Aunque pudiéramos vivir tres vidas, seguiríamos sin tener ni idea de nada. A pesar de la experiencia, uno siempre es lo que es. Por eso acabamos tropezando siempre con la misma piedra. Es algo que llevábamos dentro y que no cambia, ni va a cambiar jamás, por mucho que nos empeñemos. Me voy para empezar de nuevo y desempolvar al Aitor emprendedor. Esa cosa que tenía cuando estaba en mi pueblo, curraba lo más grande y luego me iba a estudiar y no paraba. Trabajaba en una fábrica, en discotecas por las noches o repartiendo tabaco, para luego hacer mi teatro y tener mi piso en Bilbao. Eso es lo que yo entiendo y lo que me ha llevado a ser quien soy.

 

 

A.C: Hace poco ya pudiste tomar cierto contacto con Nueva York, porque has estado rodando una película allí, junto a Blanca Suárez. ¿Cómo surgió esta oportunidad?

A.L: Fue a raíz de la película que hice con Antonio Hernández, que escribió para mi hermano y para mí. Ahí conocí a la productora, Bea Bodegas, y después me ofreció un papel en esta película, que se titula My bakery in Brooklyn.  Hago de un cocinero que vivé allí y que tiene un morro… Es la historia de dos primas que montan una panadería;  yo tengo una trama con una de ellas. En cuanto me lo ofrecieron, dije que sí y me tiré a la piscina.

A.C: ¿Cómo ha sido rodar en Nueva York?

A.L: Un sueño. De alguna manera, han sido como vacaciones pagadas, porque después de Alatriste, en la que teníamos un ritmo de trabajo altísimo, trabajar días salteados, con una o dos secuencias por día, era un auténtico lujo. Además, Nueva York es que es la ciudad del mundo, caótica y maravillosa. Hay algo en ese lugar y en su gente que me encanta, porque es siempre el aquí y el ahora. De repente te cruzas con alguien y sabes que es difícil que te vuelvas a encontrar jamás con esa persona… Hay algo de eso que se respira en el aire. Tampoco es que me vaya a Nueva York porque todo es guay y la vida es maravillosa. Me marcho poniendo mis ahorros en aprender. Ni yo ni mis padres somos ricos, ni mucho menos. Voy a jugármela. Me voy a meter en la corriente y a ver qué pasa. Veo más posible volverme en pelotas, económicamente hablando, que con otra cosa. Pero, al menos, hablando inglés, habiendo aprendido, estando listo y preparado para lo que surja y lo que tenga que venir. No quiero que pase el tiempo, haber gastado el dinero en nada, y darme cuenta de que no he aprendido nada nuevo.

A.C: En To Kill Time (Matar el tiempo), la película de Antonio Hernández de la que hablabas antes y que se presentará este año en el Festival de Málaga, es la primera vez que trabajas mano a mano con tu hermano. ¿Cómo ha sido este encuentro con Yon?

A.L: Maravilloso. Además, hacemos de hermanos, así que hay algo ahí que ya está. Eso sí, después cada uno ya hemos tenido que dibujar nuestros personajes, que en mi caso es un fracasado un poco friki. Es un perfil que no había trabajado antes y para el que creí que nunca me llamarían, pero Antonio lo tenía muy claro y me decía: “Es que tú tienes ahí una faceta cómica que nadie ha visto”.

 

 

A.C: Llegó el momento de hablar de Alatriste… Yo soy muy de quedarme con lo bueno y dejar de lado otras cosas. Imagino que fue toda una experiencia vivir y trabajar tanto tiempo en un lugar como Budapest, que es donde rodasteis gran parte de la serie.

A.L: Yo también prefiero quedarme con lo bueno. Lo duro ya está dicho y creo que ya está claro. Ha sido uno de los rodajes más duros que pienso que voy a tener, pero fue una experiencia fantástica y muy grata otros sentidos. Sobre todo, me quedo con las personas que me llevo. Cuando te tiene que curar una herida un compañero o te tienen que arrastrar cuatro yardas porque te han dejado inconsciente, ya sabes que eso une muchísimo, y hay una unión con la gente de Alatriste que ha sido muy fuerte. Luego estar fuera, rodando tan lejos… Tampoco te creas que teníamos mucho tiempo para nada, pero mi habitación era como el centro de operaciones, y cuando terminábamos nos íbamos allí a desconectar, con una vista maravillosa que tenía al Danubio.  Antes me preguntabas por la superación… Yo aquí me sorprendí de la capacidad de trabajo que puedo llegar a aguantar. Luego puedo estar más o menos acertado, pero ahora, después de todo lo que he currado, sé que puedo con lo que me echen. Yo soy un currante, tanto en esta profesión como en los otros trabajos que he tenido, y no se me caen los anillos por nada. Ahora me voy a Nueva York a aprender, pero si puedo trabajar, aunque sea fregando platos, para tener más contacto con todo aquello, también lo haré.

 

 

A.C: Debió ser emocionante cuando la persona de cuya imaginación nació el Capitán Alatriste, Arturo Pérez Reverte, elogió tu trabajo en público.

A.L: Sí, fue muy bonito. Yo, como todos, me dejé los cuernos ahí y creo que es lo que él valora con sus palabras. Es evidente que no es el Alatriste de sus novelas, pero él sabe cómo se ha dado todo aquello y sabe lo que hemos apostado por su obra y sus personajes.

A.C: Imagino que para prepararte te estuviste leyendo sus novelas…

A.L: Sí, claro. Y me di paseos por Madrid intentando recrearlo todo en mi cabeza. Por las noches, caminando por esas callejuelas que cita en los libros. La verdad es que ha sido un viaje interno muy bonito.

A.C: Nos dedicamos a una profesión en la que es fácil desestabilizarse emocionalmente, ya sea por las ilusiones depositadas en proyectos que luego no funcionan, por pruebas en las que no te cogen, porque la gente te reconozca más o menos, o por mil cosas más… ¿En alguna ocasión has sentido que has perdido esa estabilidad?

A.L: Es que si, por ejemplo, te dedicas a la arquitectura y tú eres un buen arquitecto, eso no lo va a cuestionar nadie. Pero en este trabajo eso no es así. Nosotros nos enfrentamos a mil factores; como que seas un actor cojonudo, pero te pongan en manos de un director que no tiene ni idea de dirigir porque le dan pánico los actores; o que tengas un mal día y te convoquen a un casting al que, estés como estés, tienes que ir, porque no puedes decir que no, por miedo a que no te vuelvan a llamar… Y, por supuesto, tenemos un ego frágil, porque estamos siempre expuestos a la opinión de los demás. Ese ego, que es de las peores cosas que tiene el ser humano. Pero bueno, ésta es nuestra profesión y, al final, somos todos igual de vulnerables, igual de frágiles…

 

A.C: Aitor, espero que te vaya muy bien en tu aventura neoyorquina, pero también confío en que tengas que volver muy pronto porque te reclamen aquí para un nuevo proyecto, que es una buena excusa para seguir disfrutando de tu compañía. Por cierto, ¿Qué vas a meter en la maleta?

A.L: Algo de ropa para no ir en bolas por la calle… (Risas) Mi altavoz con mi música, que me lo llevo a todos los sitios; mi hucha, que ojalá me dure lo suficiente como para hacerme con el idioma, y mis ganas, que espero que no mengüen nunca.

A.C: No la llenes mucho más, que lo mismo me cuelo de polizón en ella y es un viaje largo como para ir incómodo… Buen viaje, amigo.

 

 

 

TEXTO: ÁNGEL CABALLERO

FOTOGRAFÍA: MOISÉS FDEZ ACOSTA

 

¡NO TE PIERDAS el próximo JUEVES 19 de MARZO AlgoPasaCom… ALEXANDRA JIMÉNEZ!